Alfonso Mata

alfmata@hotmail.com

Médico y cirujano, con estudios de maestría en salud publica en Harvard University y de Nutrición y metabolismo en Instituto Nacional de la Nutrición “Salvador Zubirán” México. Docente en universidad: Mesoamericana, Rafael Landívar y profesor invitado en México y Costa Rica. Asesoría en Salud y Nutrición en: Guatemala, México, El Salvador, Nicaragua, Honduras, Costa Rica. Investigador asociado en INCAP, Instituto Nacional de la Nutrición Salvador Zubiran y CONRED. Autor de varios artículos y publicaciones relacionadas con el tema de salud y nutrición.

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La convicción y la certeza, suelen estar ausente en público y prensa, cuando de una demanda medica se trata. Que el médico actúa en interés del bienestar de su paciente, se ha transmitido a lo largo de los siglos, dotándole de autoridad moral y de una especie de impunidad legal, condiciones que se corresponden, casi como un reflejo, con el deber de obediencia y sujeción por parte del paciente.

El cristianismo se injertó en esta visión consolidada del carácter sacro de la medicina y de la práctica médica, que no modificó sustancialmente el mandato hipocrático de comportamiento ético, que debe sostener el médico. No sólo la población sino también los médicos, a lo largo de los siglos, han sido conscientes de la importancia de dedicación y entrega, comparable con la religiosa, de su intensa actividad como misión y la comprueban con su trabajo enfocado a un tipo especial de sacerdocio en la tutela de la salud, considerada como don de Dios. Por lo tanto, investido de esta autoridad que deriva de su papel profesional y de su propio trabajo, siente el deber de guiar al paciente, decidiendo y eligiendo por él.

Bajo ese enfoque, el paciente es una persona ignorante que no tiene el conocimiento, la capacidad intelectual o autoridad moral, para oponerse o disentir de los sabares, deseos y decisiones del médico que, en cambio, por su doctrina, sabe exactamente lo que le conviene. En este sentido, si habláramos de consenso en cuanto a la intervención del médico, éste sería considerado inútil en tanto obvio y entendido a la hora de buscar ayuda. De tal manera que hasta hace poco, la actitud del paciente hacia el médico siempre ha tendido a una fe fuerte y caracterizada por el sometimiento psicológico avalado por tradiciones milenarias. Un enfermo, como actitud de respeto y agradecimiento, sigue el tratamiento, pero no pide explicaciones completas sobre lo que el tratante hace y espera y sobre los efectos terapéuticos y las limitaciones que caben esperar y bajo ese esquema, le médico se abstiene de tomar cualquier iniciativa para informar al paciente o a su familia.

Ese estado de relación médico-paciente, cambió rotundamente a partir de los movimientos globales sobre derechos humanos de mediados del siglo pasado y aun antes. Actualmente sucede lo contrario y como fenómeno, así como los religiosos perdieron poder social igual sucede con el médico. Como es bien sabido, a finales de 1946 se inició en Núremberg un juicio a médicos nazis y se definió un código en el que los jueces, enfatizaron claramente una visión de la investigación médica y la tecnología: la ciencia nunca debe transformar ni considerar al ser humano como un instrumento para ser empleado con fines científicos o comerciales o de otra naturaleza. Y ¿oh paradoja! existen documentos que prueban que unas décadas antes de la redacción del Código de Núremberg, se había expresado, en la propia Alemania, la necesidad de legalizar de alguna manera las intervenciones y acciones médicas mediante el uso y la práctica del consenso. Sea como sea, al poco tiempo, esos principios de Núremberg, pasaban a la práctica médica como el patrón moral y legal para ejercer la medicina: el paciente debía ser parte de un consenso y así nace el derecho del paciente ante la práctica médica y es bajo esos principios ético morales y legales, que se debe analizar lo que es el error y la negligencia médica y no de dimes y diretes, que no son más que opiniones y juicios cargados de errores en esos aspectos. Pues tan correcto es la defensa de la dignidad del paciente como la del médico y la verdad no es relativa, alguien tiene la razón y esto debe demostrarse.

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