Alfonso Mata

alfmata@hotmail.com

Médico y cirujano, con estudios de maestría en salud publica en Harvard University y de Nutrición y metabolismo en Instituto Nacional de la Nutrición “Salvador Zubirán” México. Docente en universidad: Mesoamericana, Rafael Landívar y profesor invitado en México y Costa Rica. Asesoría en Salud y Nutrición en: Guatemala, México, El Salvador, Nicaragua, Honduras, Costa Rica. Investigador asociado en INCAP, Instituto Nacional de la Nutrición Salvador Zubiran y CONRED. Autor de varios artículos y publicaciones relacionadas con el tema de salud y nutrición.

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El hombre durante su vida, tiene que lidiar consigo mismo y con los demás. A partir de la lectura que hacemos en los medios, nos enteramos cuán mal andamos en uno y otro sentido. En un país conservador como el nuestro, el modo de lidiar que tienen otros países con lo individual y lo social, es un invento malvado nacido de los revolucionarios franceses, luego rusos y quien sabe cuántos más ahora; pero se nos olvida que fue una manera muy respetable, seleccionada y practicada por los apóstoles y los primeros fieles cristianos, la de compartir toda su riqueza.

Sin socialización más civilización, no podríamos seguir adelante y la humanidad no ha dejado continuamente de ampliar ambas cosas; cada grupo social y nación a su modo. Podemos modificarlo cuanto se nos antoje. Por ejemplo, si quisiéramos, podríamos poner barreras de peaje en las calles, en las carreteras y hacer que todo el mundo pagara para franquearlas. De hecho, en nuestro medio, vemos garitas de peaje en cientos de colonias, pagadas por los inquilinos del lugar, pero podría obligarse a pagar al que entra. Podríamos abolir los postes de luz eléctrica de la calle y obligar a que cada casa mantenga encendido un foco, para que iluminen las calles de noche; podríamos contratar policías y soldados (también lo hacen algunas colonias) a destajo para protegernos y disolver después la policía y el ejército. Pero nos cuidamos de hacer algo así, a pesar de refunfuñar por los impuestos y las contribuciones en agua, luz, servicio de basura, educación, salud. Lo que recibimos por ellos es mucho más que por el dinero restante que gastamos. La gente es tan ingenua e irresponsable, que le parece tan normal encontrarse con un puente para que pueda cruzar el río, sin pensar que no es la naturaleza la que nos proporciona el puente. Sin embargo, si se destruye el puente y tiene uno que ver por sí mismo la manera de cruzar el río nadando o vadeándolo o alquilando una lancha, pronto nos daríamos cuenta de que bendición es el socialismo de Estado en este sentido y no nos quejaríamos de lo que tenemos que pagar cada uno de nosotros, por el mantenimiento del puente.

En realidad, también equivocadamente podríamos llegar a pensar que el socialismo es tan espléndido, que todo debería ser un bien común. Pero eso no funcionaría. La razón por la que una carretera puede ser un bien común, es que todo el mundo lo utiliza o se beneficia de él. Bajo esa concepción, las carreteras, los puentes, el alumbrado público, el suministro de agua, la salud, la educación, son bienes comunes e incluso alguien podría añadir a esa lista la comida: pan, tortillas, frijoles, pues considera que sería un beneficio inestimable para la Nación, que no hubiera en el país ni un solo niño hambriento por falta de alimentos y que ni una sola ama de casa tuviera que pensar en el coste para alimentar a la familia. El transporte público, también podría socializarse. Cada uno de nosotros puede entretenerse, pensando la cantidad de servicios que beneficiarían a todo el mundo y que por tanto deberían ser socializados y ese pensamiento se vería obligado a detenerse, cuando se llegue a los servicios que no son útiles a todo el mundo. Por ejemplo, hacer del agua un bien común es natural, pero no otras cosas como las bebidas alcohólicas o azucaradas. Una persona abstemia si se le pidiera que pagase cuotas o impuestos para que sus vecinos pudieran beber todo el licor que quisieran o todos los refrescos; tendría una doble objeción: primero que tendría que pagar por algo que él no consume y segundo que en su opinión las bebidas alcohólicas, lejos de ser algo bueno es causa de enfermedades, delitos, borracheras y cosas por el estilo.

Dentro de nuestra cultura, un ejemplo asombroso de socialismo es la iglesia: Su propiedad es mantenida en nombre de Dios, sus templos y oficios están abiertos a todo el mundo. La cuota eclesiástica es voluntaria, es decir, usted puede pagar o no y el Estado no conceder dinero público a la iglesia. Estamos de acuerdo en que es algo útil lo que es necesario y de utilidad a todos, pero nuestras opiniones divergen en cuanto a la religión, las drogas, el teatro, el deporte y defendemos con firmeza nuestras convicciones. Estas dificultades de que es bien común, se sortean hasta cierto punto, mediante la negociación. Por ejemplo, en cosas de recreación, entre las personas hay quienes les gustan las flores y la naturaleza y no les interesa la música y otras a quienes les gustan los juegos, nadar y dar un paseo en lancha y no les interesa en absoluto las flores ni la música. Sin embargo, todas esas personas con opiniones diferentes, no se oponen a pagar impuestos para el mantenimiento de un parque público, que tenga todo tipo de recreaciones como el de Retalhuleu.

También hay muchas cosas que solo entienden o utilizan unas cuantas personas o solo a cierta edad y sin embargo, las paga todo el mundo, porque sin ellas no tendríamos conocimientos, ni libros, ni música. Tenemos museos, bibliotecas, centros de investigación, laboratorios; todos ellos intentan aumentar nuestro conocimiento del universo, de nuestra cultura. Esas instituciones cuestan mucho dinero y todos debemos aportar contribución, a pesar de que muchos de nosotros no entramos nunca a una de ellas o no hacemos uso de ellas; pero todos tenemos una idea general de esas cosas que son necesarias y por lo tanto no nos oponemos a pagar por ellas.

De tal manera que buena parte del socialismo, se ha establecido sin que supiéramos y estemos conscientes de eso y no es raro el hecho de que muchas personas piensen que los bienes comunes son gratuitos; pensamiento tan ingenuo como pensar que nos viene por natural. También es un error pensar que el pobre no paga. Paga sin saberlo. Cada vez que compra un artículo alimenticio que está grabado, solo se queja del alto precio de los alimentos y cree que se debe a una mala cosecha, a las huelgas, a la maldita guerra Ucrania-Rusia, a cualquier otra cosa, que no tiene más el medio que aguantar.

Hay muchas cosas que nadie cree que sean dañinas, pero que no todo el mundo las quiere. Si preguntamos a las personas qué regalo les gustaría recibir una de ellas elegiría un perrito y otra podría elegir ropa; un muchacho estudioso pediría libros, mientras que otro pediría zapatos. Las personas que prefieren quedarse en casa quieren, televisión, instrumentos musicales, chucherías; las que prefieren el aire libre quieren ropa, carros, motos. Todos celulares ¿podrían convertirse los celulares en un bien común como las carreteras y los puentes? Sería un derroche irracional si el Estado produjera para todos, lo que solo algunos consumen, porque todos los que no lo consumen y lo tuvieran lo lanzarían a la basura.

Muchos creen que solo hay una manera de superar esas dificultades: en lugar de dar cosas a la gente, hay que darle buen salario, para que tenga dinero para comprar lo que quieran. Para eso sirve el dinero, nos permite conseguir lo que queremos y no lo que otros piensan que queremos. Se dice que amor y dinero, son la raíz de todos los males, pero el dinero es un medio útil y no es culpable de que alguna gente sea lo bastante estúpida o miserable, para que le guste más que su propia alma.

Como puede verse, se ha pasado de un socialismo antiguo y familiar, sencillo y voluntario, como el de los Apóstoles, a uno moderno obligatorio. Sin embargo, para la humanidad persiste la gran pregunta que absorbe a la política y a la ética ¿Cuál es la parte que me corresponde a mí, cuál la que le corresponde a usted? problema aún no resuelto del todo.

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