Alfonso Mata

alfmata@hotmail.com

Médico y cirujano, con estudios de maestría en salud publica en Harvard University y de Nutrición y metabolismo en Instituto Nacional de la Nutrición “Salvador Zubirán” México. Docente en universidad: Mesoamericana, Rafael Landívar y profesor invitado en México y Costa Rica. Asesoría en Salud y Nutrición en: Guatemala, México, El Salvador, Nicaragua, Honduras, Costa Rica. Investigador asociado en INCAP, Instituto Nacional de la Nutrición Salvador Zubiran y CONRED. Autor de varios artículos y publicaciones relacionadas con el tema de salud y nutrición.

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Alfonso Mata

No hay duda que la generación nacida después de la Revolución del 44, vivió una juventud en los sesenta de reacción política o social de lo más violento, coexistiendo en la misma de manera simultáneamente dos naturalezas: una de una herencia profundamente colonialista, antidemocrática, autoritaria, militarista, de una religión tolerante y complaciente y la otra protestante, inconforme con ese tradicionalismo. En realidad, esa juventud de los 60, esperaba hacer y formar parte de una revolución que borrara definitivamente el mundo heredado por sus padres, que para la mayoría no pasaba de un sobrevivir. Eso terminó en un fracaso, las clases y diferencias socioeconómicas sobrevivieron y la forma tradicional de gobernar y de gobernados persiste, en medio de una acumulación de novedades, cosa curiosa, producto de la aplicación de la ciencia llamada tecnología.

Los hijos de aquella juventud, hicieron dos descubrimientos: “no pongas en el Estado, tu salvación, ponlo en la migración”, artilugio de gran éxito para el logro de todo lo que tiene que ver con satisfactores individualistas y sobre todo de tipo pasional y placentero. El segundo descubrimiento fue “Se tú y no mires al otro”. Tanto la una como lo otra solución, destruye las viejas instituciones sociales: familia, cultura, lengua, religión. Lo paradójico es que la defensa de la forma de hacer gobierno por la clase con privilegios que siempre ha defendido el statu quo, lo sigue haciendo a través de la protección y usando esas estructuras sociales, para defenderse de los ataques de aquellos que logran salir adelante, alejados de los privilegios que otorga el poder y la riqueza.

Ni migración ni individualismo hubieran sido posibles, sin la presencia de la tecnología. A las nuevas generaciones, la nueva relación entre producto y consumo en manos de todos, el milagro de la tecnología, maravillosamente les planteó un nuevo día a día, lleno de satisfactores más allá del tiempo y espacio en que se mueven corporalmente. Un estado de cosas y vivencias libre de credos e ideologías; un mundo nuevo, no creado ya por el hombre o sus anhelos o deseos, sino por la tecnología: carros, ropa, electrodomésticos, espectáculos, etcétera, etcétera, forjadores de un nuevo mundo y estilo de vida, donde la capacidad de redención y regeneración, no importa. Y así, no es que las nuevas generaciones hagan como que no ven, no es que no vean, no necesitan ver lo viejo o corregir lo actual; es que luchan contra todo humanismo que quiera enmascarar el tecnologismo, que se ha convertido en su nuevo amo.

Los ideales, anhelos y luchas de los jóvenes de los sesenta, dejaron de valer para sus hijos y en los hijos de estos prácticamente murieron. De modo que la herencia de los padres ha dejado de ser un dato positivo o negativo. simplemente en el mundo actual no cuenta. Lo que cuenta ahora es la visión de proveedor de éste y el acceso a la tecnología, y para el nuevo poder del individualismo, el padre es un auténtico estorbo al igual que la relación humana con el otro. No hay tiempo tampoco para interiorizar consigo mismo, esto está desconectado de la nueva realidad. El hombre actual solo tiene y cuenta con lo que tiene en el momento. La pasión y el caos que despierta el momento, es a lo que apuesta su ser y existencia. Mientras la pasión juegue en mi día a día, puedo proclamar que estoy vivo y que vivo. Todo lo demás es evasión. Entonces, todo lo que yo o el otro pueda o quiera hacer contra gobierno o contra una institución, es acción sin importancia. El mundo tecnológico exige conformismo y estado de pasividad. Creo que podemos hablar de que la vida nueva, es de neurosis eufórica llena de un hedonismo sin chistar. Valdría la pena comprobar esto último.

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