Alfonso Mata

alfmata@hotmail.com

Médico y cirujano, con estudios de maestría en salud publica en Harvard University y de Nutrición y metabolismo en Instituto Nacional de la Nutrición “Salvador Zubirán” México. Docente en universidad: Mesoamericana, Rafael Landívar y profesor invitado en México y Costa Rica. Asesoría en Salud y Nutrición en: Guatemala, México, El Salvador, Nicaragua, Honduras, Costa Rica. Investigador asociado en INCAP, Instituto Nacional de la Nutrición Salvador Zubiran y CONRED. Autor de varios artículos y publicaciones relacionadas con el tema de salud y nutrición.

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Alfonso Mata

Ludwig Philipp Albert Schweitzer fue un longevo médico, filósofo, teólogo y músico que brilló en todos esos campos y que al final de sus días afirmó: “Miro al futuro con preocupación, pero con mucha esperanza”. A mi entender, mezclar preocupación con esperanza se me torna difícil, pero veamos cómo puede ser esto. Él cuenta que abandonó en un momento de su vida todo, por ejercer la medicina en el África. ¿Movido por qué? También nos lo dice: miseria física de los indígenas de la Selva Virgen y afirma que creía que “Debe llegar el momento en que médicos voluntarios, surgidos de una cultura más humana en número suficiente, y por ella, vayan por el mundo y hagan bien a los más necesitados, solamente entonces –afirmaba, habremos comenzado a reconocer y cumplir la responsabilidad que nos incumbe como sociedad civilizada frente a esas culturas”. Lamentablemente la esperanza del Sr. Schweitzer luego de cien años no se realiza. Ni el Estado cumple cerrando la brecha profunda de la inequidad en la salud, ni los gremios tampoco. ¡Lo siento señor Schweitzer! no veo cercana la esperanza, aunque si admiro que usted a los 30 años, haya decidido estudiar medicina para ello. En nuestro medio, la vocación de servicio que usted cultivó, está plenamente olvidada por políticos, profesionales y religiosos.

Respecto al fortalecimiento de la esperanza de que nos habla le llegó; es algo que conmovió su vivir; de la ayuda que muchos le prestaron, sin que ellos lo supiesen y con los cuales nunca cruzó una palabra y que a su entender tuvieron una influencia decisiva y entraron en su vida y se convirtieron en un poder dentro de él; ni de chiste aparece por estos lares y entonces, solo de cuando en vez, alguien es presa de ese sentir que tan clara y efectivamente iluminó su vida. Así que de nuevo lo siento Sr. Schweitzer, su afirmación de que todos vivimos espiritualmente de lo que otros nos han dado en momentos significativos de nuestra vida y que esas preciadas horas no se anuncian, sino que llegan inesperadamente, por acá es un lujo pues dentro de nuestra sociedad, las personas están atareadas en sobrevivir y velar por sí mismos.

No se conoce en la sociedad guatemalteca, ni política ni socialmente, una red en que estemos todos interactuando y tejiendo redes y urdimbres de las que salgamos fortalecidos dentro de un campo de justicia y de equidad. Tampoco existe la posibilidad de esa realidad de cambio basada en la educación propugnada por el buen Sr. Schweitzer y externada por Pablo Freire, apuntando al bienestar nacional. Nos educamos mediatizados por la publicidad, en un mundo lleno de injusticias, intrigas, robos, zancadías y privilegios; influencias que contribuyen a hacernos indiferentes, desconfiados, temerosos, irresponsables y poco imaginativos y sin voluntad para forjar un mundo mejor. Somos y vivimos en la otra cara del ejemplo del Sr. Schweitzer. Su ejemplo, el extraordinario sacrificio de su vida por las demás vidas, es rarísimo en nuestro medio, es una voz ética que aún duerme el sueño de los justos.

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