Alfonso Mata

alfmata@hotmail.com

Médico y cirujano, con estudios de maestría en salud publica en Harvard University y de Nutrición y metabolismo en Instituto Nacional de la Nutrición “Salvador Zubirán” México. Docente en universidad: Mesoamericana, Rafael Landívar y profesor invitado en México y Costa Rica. Asesoría en Salud y Nutrición en: Guatemala, México, El Salvador, Nicaragua, Honduras, Costa Rica. Investigador asociado en INCAP, Instituto Nacional de la Nutrición Salvador Zubiran y CONRED. Autor de varios artículos y publicaciones relacionadas con el tema de salud y nutrición.

post author

Alfonso Mata

Siempre me he preguntado por qué la gente cuando escucha a un político y este, aunque pícaro, si tiene buen talante y verba, se les cree. Resulta que hace poco, leí que algunos científicos afirman que ciertas partes del cerebro, que controlan el escepticismo y la credibilidad, parecen desactivarse en algunas personas cuando están en presencia de un orador en quien confían que tiene poderes de personalidad y fuerza. Pero esto es mucho más claro cuando hay un aspecto de credibilidad, fuerte ideológica en los escuchas. En otras palabras, los investigadores reclutaron participantes masculinos y femeninos; aproximadamente la mitad con cualquier tipo de creencia religiosa y la otra sin ella y los pusieron a escuchar a un orador que les dijeron era creyente, otro creyente y sanador y un tercero no creyente y sometieron a los escuchas a una resonancia cerebral (en realidad los tres oradores eran creyentes y ninguno sanador) y les pidieron a los escaneados que calificaran la credibilidad y carisma de cada orador. Los participantes creyentes calificaron al orador presentado como un sanador y creyente como el más creíble y carismático, mientras que votaron al orador no creyente como el menos creíble y carismático. El escáner de los participantes creyentes muestra una disminución en la actividad en partes de la corteza prefrontal que controla el escepticismo cuando el «sanador» estaba hablando. Lo contrario, un aumento en la actividad, se encontró en respuesta al hablante no creyente. En situaciones de escepticismo o desconfianza, las áreas en la parte frontal del cerebro se vuelven más vigilantes y movilizan más atención para detectar errores, pero en situaciones de confianza, parece que esta vigilancia disminuye. Los participantes creyentes, parece que modulan su actividad cerebral basándose en la suposición de la capacidad carismática o los poderes curativos de cada hablante. Bien y ¿qué de los escuchas no creyentes? Sus escáneres no mostraron ningún cambio en la actividad cerebral al escuchar a los tres oradores.

Olvidándonos de las creencias religiosas, es muy posible que: «Los médicos, maestros, padres, políticos y otras figuras de autoridad, en quienes tradiciones, aspectos culturales, publicidad u otros medios los reviste ser dignos de confianza, pueden tener este efecto en tu cerebro».

Estamos a la espera un nuevo procurador y un nuevo jefe del Ministerio Público. Por su nominación, cada candidato lucha apoyado por diferentes circunstancias y motivos y qué tal si la injustica y privilegios ocupan el papel de la creencia religiosa: el más corrupto será el elegido si todos los que eligen son manejados por la ambición (anulan áreas de escepticismo y credibilidad). Interesante sería poder evaluar con escáner a los electores creyentes o no y ver cómo la ambición y poder anulan la creencia, a tal punto que, si el mismo Jesucristo fuera candidato y por sus cualidades (lo podría ser perpetuo) es casi seguro que sería derrotado por el diablo, pues creyentes y no creyentes tienen mayor credibilidad al son de la injusticia y sus beneficios e incluso algunos electores CREYENTES argumentarían su voto aduciendo: Jesucristo no sabe nada sobre la libre empresa. Si votamos por él, nos puede arrastrar al socialismo. En realidad, Jesucristo ni siquiera llegaría al proceso de nominación, ya que se quedaría en la depuración de listas, etiquetado como el Anticristo. De ahí cabe especular qué en nuestra cultura y circunstancias, luchadores contra la corrupción y el crimen, jamás ganarán en contienda alguna, salvo de chiripa.

Artículo anteriorManuel Colom Argueta
Artículo siguiente Corrupción: “politiqueros” nos han sumergido en un charco de estiércol