Alfonso Mata

alfmata@hotmail.com

Médico y cirujano, con estudios de maestría en salud publica en Harvard University y de Nutrición y metabolismo en Instituto Nacional de la Nutrición “Salvador Zubirán” México. Docente en universidad: Mesoamericana, Rafael Landívar y profesor invitado en México y Costa Rica. Asesoría en Salud y Nutrición en: Guatemala, México, El Salvador, Nicaragua, Honduras, Costa Rica. Investigador asociado en INCAP, Instituto Nacional de la Nutrición Salvador Zubiran y CONRED. Autor de varios artículos y publicaciones relacionadas con el tema de salud y nutrición.

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Alfonso Mata

En dos mil años de historia occidental, de doscientos como naciones latinoamericanas, la participación del cristianismo (católico y evangélico) en la acción y activismo político ha sido importante. Han apoyado a solucionar crisis, aunque también las han creado. En nuestro caso, basta contemplar el papel de religiosos, pastores y feligreses en la vida pública y privada; como ciudadanos en las malas y en las buenas desde entonces. En ello, suelen muchos decir y ufanarse que lo hacen guiados por su conciencia cristiana, cosa que significa valores y en ese momento, el encantamiento se rompe, la verdad desvanece y se enfrenta uno con una cruda y cruel realidad. Una gran mayoría de guías religiosos y creyentes ante lo público y social hacen mutis; faltan a preceptos que su religión establece para con el prójimo y con el bien común y de responsabilidad para construir un mundo mejor. Pero hay otro porcentaje menor de cristianos que sí participan y en su gran mayoría estos no en defensa de principios éticos, mucho menos morales, sino persiguiendo un pluralismo emocional y pasional, amante de lo excitante, enloquecedor y saltarín sobre lo ajeno.

Con tal comportamiento, hemos escrito una historia patria de hacer público y ciudadano, basada en un comportarse moral, sostenido por la ambición, el poder y la riqueza y que afecta a presidentes, ministros, diputados, jueces alcaldes y funcionarios y que derrama sobre religiosos y pastores, que con su decir y actuar, lastimosamente también lleno de intereses mundanos, guían a la ciudadanía y le aperturan y le dan validez de pisotear no solo la ley, sino los fundamentos de sus propias creencias, confundiendo con su orientar y liderazgo, a los miembros de su comunidad y abriendo como valedera la indiferencia y apatía de ciudadanos y feligreses, y en aquellos que participan en lo público, dejándoles y/o apoyándoles en su proceder, en busca de privilegios terrenales. En resumen, ese falso liderazgo, mueve a todos a crear y a vivir dentro de un comportar apolítico y anti social, egocéntrico, carente de valores y principios propios ciudadanos o religiones, cargados de una búsqueda de satisfactores totalmente personales e inmediatos.

Para justificar su actuar y defender sus principios violatorios, mil palabras, razones, golpes de pecho invocaciones divinas, manifiestan públicamente los líderes pícaros y sinvergüenzas; mil escenas teatrales montan, sin sentir cargo de conciencia alguna; el resto callamos, nuestro show es privado, no tenemos ni conciencia ni responsabilidad coherente de respuesta ante el engaño, aun aquel que va contra el testimonio de la fe cristiana. El silencio de las iglesias se ha tornado en gran cómplice, encubridor, soporte, ante lo falso e ilegítimo, solicitando resignación cristiana y con ello soportando las miserias destructoras de lo humano.

¿Qué ha producido doscientos años de sistema religioso, político y social tolerante? Un creyente y un ciudadano con mentalidad inestable y movediza, incapaz de mantenerse prolongadamente dentro de principios y valores, dominado por caprichos antojadizos dentro del lugar social que ocupa, movido por mucha experiencia externa y pobre interna.

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