Alfonso Mata

alfmata@hotmail.com

Médico y cirujano, con estudios de maestría en salud publica en Harvard University y de Nutrición y metabolismo en Instituto Nacional de la Nutrición “Salvador Zubirán” México. Docente en universidad: Mesoamericana, Rafael Landívar y profesor invitado en México y Costa Rica. Asesoría en Salud y Nutrición en: Guatemala, México, El Salvador, Nicaragua, Honduras, Costa Rica. Investigador asociado en INCAP, Instituto Nacional de la Nutrición Salvador Zubiran y CONRED. Autor de varios artículos y publicaciones relacionadas con el tema de salud y nutrición.

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Alfonso Mata

¿Quién va? No debe pasar desapercibido, no sois los únicos. El ambiente en el intensivo es material y mentalmente pesado, cada respiración es anhelada por el paciente pero puede ser su última y afuera, la espera del que está sufriendo en lograr un ventilador, es que la respiración del de adentro…sea la última. Irónico: la esperanza de la vida naciendo de la muerte.

– Ya puede entrar – exclama el policía y eso va seguido de un lastimoso – ¡Por favor no me dejes! salido de la misma garganta que seis días antes cantaba y saltaba como energúmeno en una fiesta de más de cien comensales. Irónico: la alegría acercando a la agonía.

–Vendrás a verme mañana- brota de los labios del angustiado marido y como respuesta y costumbre, la enfermera cierra la puerta y la petición termina en un ¡Basta!

La doctora se coloca mejor la máscara mientras sale al pasillo; atrás deja en la sala a su cargo, una colección de enfermos, deambulando entre los campos de la vida y de la muerte. Toma el volante y piensa: Irónico: fui preparada para salvar vidas, pero conduzco camino a la muerte; para ninguno de mis pacientes se abre un mañana brillante y todos viven entre la sombra de sí verá de nuevo el sol. Al llegar a la 20 calle, tres ataúdes desfilaban hacia el Campo Santo, bajo el triste cantar de la lluvia y mientras detiene la marcha piensa: hace tres meses, a los muertos de hace tres meses se les recuerda pero no se les sufre; de nuevo la vida retoma su ciclo y mi trabajo un ciclo de mitad, mitad; mitad salvamos mitad, pasan de la Zona Roja al ataúd. La gente dice que en el hospital se va a morir y no se da cuenta que lo que llevan a las emergencias son colección de retratos ya casi cadáveres, en que el dibujo de la esperanza se desvanece ante la escasez de medicamentos y ventiladores. La vida enterrada ante la inmanente escasez hace burla de la habilidad del personal. La doctora no despabila, 36 horas de turno tienen la fuerza de desanimar al más animado y todavía tiene que atender esposo e hijos. Qué ingratitud – reprocha: calles llenas, comercios abarrotados, restaurantes y supermercados con gentes descuidadas y fantasmales y entonces le surge un sentimiento, una pregunta, ¿dónde dejó la gente su misericordia y solidaridad? No hay respuesta instantánea, solo una orden ¡Aléjate!. A través de los cuadras, más pensamientos le emergen en larga obscuridad: los familiares no se despidieron de sus fallecidos, del ser querido; ni siquiera sabrán qué pensaron antes de morir, qué les dolió a que temieron y en medio de sus elucubraciones le surge otra pregunta ¿Dónde está el amor?

En el intensivo, la enfermera María cambia al paciente –se está asfixiando, porqué agobiarme ni él ni aquel otro volverán a oír el estrépito del tráfico, tampoco risas, no más sufrimiento, ni ansiedades. La sonrisa de María es más que forzada, sólo quiere darse un baño, no recuerda cuando hizo por última vez el amor. Al final, la puerta del intensivo se ha cerrado, alguien adentro llora.

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