Adolfo Mazariegos

Politólogo y escritor, con estudios de posgrado en Gestión Pública. Actualmente catedrático en la Escuela de Ciencia Política de la Universidad de San Carlos de Guatemala y consultor independiente en temas de formación política y ciudadana, problemática social y migrantes. Autor de varias obras, tanto en el género de la narrativa como en el marco de las ciencias sociales.

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Durante mis años de niñez tuve la fortuna de poder jugar con mis amigos en las calles del barrio donde entonces vivía. Las patinetas, bicicletas o los balones de fútbol eran algo cotidiano y normal, aun cuando la bicicleta, la patineta o el balón no fueran tuyos, sino de alguien más. Y no importaba si alguna familia de la cuadra tenía mayores recursos que otra, los niños de aquella época siempre nos veíamos de igual a igual más allá de las posibles carencias o de las bonanzas personales.

Una de las características de esa suerte de camaradería que nos brindaba el sencillo hecho de que en el grupo todos tuviéramos más o menos la misma edad, era que al final de la tarde, cuando ya exhaustos y resignados a que la hora de finalizar la jornada estuviera cerca, y la sequía se adueñaba de nuestras lenguas y gargantas, la llave del grifo nunca se negaba a saciar con generosa abundancia nuestra exacerbada sed. Y ninguno de los sedientos reparaba en que el agua pudiera traer bichos, o de que las normas de comportamiento social y de educación hubieren establecido la necesidad de un vaso u otro recipiente adecuado para beber agua u otros líquidos urgentes y necesarios para el cuerpo. Eso no era importante para los imberbes que no sabían lo que el día siguiente traería.

Hoy, el agua, que sigue siendo tan urgente y necesaria para la vida, forma parte de esa dicotomía que ha causado tanta controversia y dilemas a lo largo y ancho del mundo: petróleo-agua. Sea porque escasea en algunos lugares del planeta, sea porque causa estragos en otros, sea porque se ha convertido en un negocio al que los entendidos le atribuyen un poder que rebasa lo político. Tal dicotomía ha experimentado cambios a través del tiempo, ciertamente, sobre todo en los días que corren. Pero, independientemente de las ventajas que supone el consumo adecuado de agua para la vida humana, animal y vegetal; de la potabilidad o no; de la forma o mecanismo de obtención, etc., existe un cambio notable a nivel global en los procesos de demanda/consumo, administración/distribución del vital líquido, lo cual hace ver hacia el futuro y en función de lo que puede significar en términos políticos, sociales y económicos eso que para muchos se resume en tan solo una fórmula: H2o.

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