Adolfo Mazariegos

Politólogo y escritor, con estudios de posgrado en Gestión Pública. Actualmente catedrático en la Escuela de Ciencia Política de la Universidad de San Carlos de Guatemala y consultor independiente en temas de formación política y ciudadana, problemática social y migrantes. Autor de varias obras, tanto en el género de la narrativa como en el marco de las ciencias sociales.

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Adolfo Mazariegos

En más de alguna ocasión hemos escuchado hablar -seguramente-, acerca de cómo los vacíos de poder en el mundo van dejando espacios que son aprovechados astutamente por actores a los que, probablemente, no se les ha prestado suficiente atención mientras el fenómeno está ocurriendo. Esto es bastante evidente si vemos el asunto, sobre todo, desde la óptica de la hegemonía que algunas potencias han ejercido a través de la historia global durante largos o considerables periodos. Hoy, aunque con ciertos matices diferenciadores y con el aparecimiento de algunos actores que hace tan sólo cuarenta o cincuenta años no resultaban de consideración, la tendencia sigue exactamente ese mismo patrón. Y en tal sentido, América Latina, cuya actuación en la escena mundial ha sido poco trascendente en términos políticos y de ejercicio de poder, sigue siendo, no obstante, un territorio geopolíticamente muy apetecido. Pruebas de ello, no es necesario mucho buscar o rebuscar en el acontecer cotidiano, a pesar de los aciagos tiempos de pandemia que todos los seres humanos vivimos actualmente de alguna manera. El mapa de la hegemonía en el mundo está cambiando, sin duda. Actores que quizá hace tan sólo unos años eran vistos más allá del horizonte, hoy parecen estar a la vuelta de la esquina, sea reclamando espacio sigilosamente, sea irrumpiendo en el escenario global con sorpresas tecnológicas o militares, avances notables en su economía, o ampliando de alguna manera su capacidad de influencia política en áreas diversas que a veces pueden parecer intrascendentes, pero que a la larga no lo son tanto. La reconfiguración de los campos de influencia en el mundo está en marcha, puede observarse claramente en múltiples acontecimientos recientes en Asia, Oriente Medio, y en la misma Unión Europea y es una realidad que va más allá de los problemas ocasionados por la actual pandemia en las economías de los Estados, de las movilizaciones migratorias, o de las dificultades y controversias en la implementación de tratados comerciales entre grandes mercados, (aunque claro, todo es parte del mismo fenómeno si lo vemos en forma global). La llamada crisis de la democracia, el descontento social con base en el incumplimiento de las expectativas ciudadanas, y la evidente corrupción de los sistemas políticos en países de distintas partes del orbe, independientemente de la tendencia o corriente político-ideológica de que se trate, son elementos que sin duda deben considerarse indispensables para el análisis que no debe pasarse por alto al intentar explicar esa reconfiguración que, de alguna manera, hace evidentes nuevas formas de ver el mundo, desde lo político. Y, por supuesto, mucho pueden contribuir a la implementación de soluciones que vayan en función del bien de todos.

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