Adolfo Mazariegos

Politólogo y escritor, con estudios de posgrado en Gestión Pública. Actualmente catedrático en la Escuela de Ciencia Política de la Universidad de San Carlos de Guatemala y consultor independiente en temas de formación política y ciudadana, problemática social y migrantes. Autor de varias obras, tanto en el género de la narrativa como en el marco de las ciencias sociales.

post author

Adolfo Mazariegos

Hablar de IA o Inteligencia Artificial supone muchas interrogantes, muchas dudas en el marco de lo desconocido de cara al futuro, de lo que habrá de venir y de lo que llega constantemente con base en los avances tecnológicos que caminan a pasos acelerados en nuestros días. Avances que, quizá, unos asumen como progreso y otros no tanto. Sea como sea, lo cierto es que la Inteligencia Artificial ha venido a cambiar la forma de vida del ser humano sin que siquiera lo percibamos. Hoy encontramos IA en todas partes, desde los teléfonos móviles a los que nos hemos acostumbrado como si de una extensión de nuestro cuerpo se tratara, hasta los algoritmos que muchas veces deciden por nosotros en las denominadas redes sociales de Internet. Los autos de última generación; los televisores en los que disfrutamos las series de moda; las tablets; los dispositivos para escuchar música y hasta las cafeteras y los hornos de microondas tan comunes actualmente en muchos hogares, cuentan con algún artilugio (o gadget, para utilizar un término más sofisticado o de moda quizá), que utiliza algún tipo de Inteligencia Artificial cuyo funcionamiento o propósito verdadero seguramente desconocemos las más de las veces. No obstante, nos hemos acostumbrado a su existencia y lo hemos aceptado -insisto- sin que siquiera nos percatemos de ello. Y, como todo en la vida, siempre habrá quienes estén a favor y quienes en contra. Ahora bien, existen en esa dinámica de la discusión provocada por algunas reflexiones con respecto a la vida humana en sociedad dada la existencia de la IA en nuestro cotidiano devenir, preguntas que remiten a cuestionar el futuro de la humanidad, es decir, preguntas como: qué ocurrirá con los trabajos que hoy existen y que paulatinamente empiezan a ser realizados por máquinas que sustituyen a uno o más individuos; qué sucederá cuando los algoritmos diseminados por el ciberespacio nos digan exactamente lo que debemos hacer; qué sucederá cuando, como producto de la identificación facial ya no podamos disponer de nuestra privacidad porque podremos ser ubicados en cualquier sitio en tiempo real… Todo ello ya es posible, de hecho. Está ocurriendo ahora mismo. Y aunque en algunos casos los temores puede que sean infundados o carezcan de importancia, lo cierto es que el cuestionamiento trasciende lo simplista, sobre todo cuando intentamos encontrar respuestas a aquello que eventualmente podría ocurrir como producto de un error. El ser humano comete errores (evidentemente), y, aunque pueda parecer exagerado o incluso excesivamente fantasioso, la pregunta es válida: ¿qué ocurriría, por ejemplo, si con base en un error humano, la IA cobrara una suerte de conciencia que el mismo ser humano no fuera capaz siquiera de intuir?… Los escenarios, ciertamente, pueden ser diversos. Y ello puede conducirnos a nuevos cuestionamientos y al aparecimiento de nuevos derechos y nuevas obligaciones […]

Artículo anteriorEntidades extranjeras en Guatemala
Artículo siguienteRepensar la educación