POR MARIELA CASTAÑÓN
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Hoy se cumplen 70 años de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, y esta mañana la Oficina de Derechos Humanos del Arzobispado de Guatemala (ODHAG) entregó la “Orden Monseñor Juan José Gerardi a los Derechos Humanos 2018” a organizaciones que se han destacado por su labor, entre estas a la Casa del Migrante.

En este contexto, La Hora consultó a Mauro Verzeletti, director de la Casa del Migrante, para conocer las razones que lo mueven a defender los derechos de las personas migrantes y los desafíos que ha enfrentado en los últimos años.

La Hora. La Casa del Migrante recibió la Orden Monseñor Juan José Gerardi a los Derechos Humanos ¿Cómo se siente por este reconocimiento?

Mauro Verzeletti. Es un compromiso mayor en defensa de la dignidad de los derechos humanos de las personas migrantes y de otras personas. También es un agradecimiento a todas las personas que han acompañado con su servicio, labor, entrega, generosidad sin límites en atención a la caravana que ha pasado por la Casa del Migrante, este año vamos para 17 mil personas que han sido atendidas en la Casa del Migrante. Es un reconocimiento que aumenta el compromiso, que requiere de la responsabilidad, de la fidelidad que tiene que ser mayor y más efectivo.

L. H. ¿Qué lo mueve a promover y defender los derechos de las personas migrantes?

M. V. Justamente una persona se dedica a construir vida en el centro de la misión que nos encomendó nuestro señor Jesucristo con las personas, siempre hay que ser un Jesús en este mundo para defender la vida, la dignidad y no tener miedo de denunciar las injusticias, las atrocidades a las que son sometidas las personas, los vejámenes, las violaciones que perjudican la vida y el desarrollo humano de las personas.

L. H. ¿Cuáles han sido los principales desafíos que ha enfrentado por defender los derechos de las personas migrantes?

M. V. Creo que hay momentos distintos en la historia de los 20 años que he laborado en Guatemala, he tenido amenazas, he estado bajo medidas cautelares. Ahora me han dicho que estoy en la lista negra de México, no sé si es cierto -dicen que- soy uno de los cabecillas que organizó la caravana, sin embargo, nosotros nunca organizamos caravanas, simplemente ayudamos a las personas en un momento de crisis con ayuda humanitaria, tendiendo la mano, dando solidaridad. El ejemplo mayor de esto es la entrega de cada guatemalteco y guatemalteca que nos dieron grandes cantidades de donativos para atender esta emergencia que hemos vivido.

L. H. ¿Por qué cree que el Estado y la sociedad deben defender los derechos humanos?

M. V. Porque es una responsabilidad, el Estado como tal –debe- defender los derechos humanos, es un mandato constitucional. La Iglesia, los sacerdotes como yo, porque es un mandato que viene desde la palabra del Señor, del mandato de Jesús y también soy Estado. El Evangelio y la Constitución se complementan para que la gente tenga una vida mejor, dignidad sin restricciones, que -las personas- puedan soñar, tener un espacio, una casa, medicina, escuela, cultura, todos los derechos económicos, políticos, sociales que están en las constituciones del mundo y en la Biblia cuando la usamos bien, para crear conciencia, dignidad, para empoderar a las personas. No puedo usar la palabra de Dios para explotar, dominar, como lo hacen los elitistas de este mundo que engañan a través de la palabra.

L. H. El 10 de diciembre se cumplen 70 años de la Declaración Universal de los Derechos Humanos ¿cuál cree que debe ser la reflexión para esta fecha?

M. V. Es una fecha muy importante, porque son los 70 años de la Declaración Universal de los Derechos Humanos y también en Marruecos se están firmando los Pactos Globales, que son una brújula que va a orientar a los Estados para implementar las políticas migratorias, porque hay países que se han retirado, Estados Unidos no quiere firmar los Pactos y hay otros siete u ocho países. Los Pactos Globales son para mejorar los servicios de acogida, protección, inserción, integración de las personas migrantes en el mundo. En hora buena, pero ojalá exista esta voluntad.
Los derechos humanos deben ser un tiempo de alegría, de esperanza, pero tienen que ser constantes y reflejarse en la vida concreta, diaria de cada ser humano.

L. H. ¿Qué le deja la caravana de migrantes hondureños y la migración en general?

M. V. La caravana mandó un mensaje al mundo, a los gobernantes y a la comunidad internacional: Donde hay olvido, no hay desarrollo humano integral. Donde hay violencia no hay Estado de Derecho. Los migrantes, a través de la caravana denunciaron todas las situaciones inhumanas que existen -en el- país donde salieron. Los migrantes son profetas que están gritando al mundo; necesitan que las políticas económicas y los Estados cambien su norte para trabajar. No solo ver al mundo desde la perspectiva de la globalización de un sistema de mercado neoliberal, de un sistema de privatización. Las caravanas son una protesta de como los gobernantes de los países ricos y los ricos del mundo están administrando -los recursos- no están compartiendo. Es un llamado a la conciencia de cada ser humano, de cada tomador de decisión, de hacer cambios radicales y no criminalizar una caravana, un derecho vivo que está caminando donde hay niños, niñas y adolescentes que están en ruta. Esto es histórico y la cantidad de personas que están en la frontera en México y Estados Unidos. Este rechazo está impidiendo la solidaridad.

L. H. ¿Por qué escogió defender los derechos de las personas migrantes?

M. V. Creo que son los más vulnerables, odiados, recriminados en la historia, por ser migrantes, indocumentados, cruzar la frontera. -También- porque tienen un color distinto, son indígenas, negros o de otras culturas. A mí no me importa el credo, la religión, nacionalidad. Los derechos humanos no tienen fronteras y deben ser defendidos. Aunque a veces cueste crítica, rechazos. También he tenido rechazo de gente de poder, porque defiendo una causa digna, porque ellos no han querido crear espacios de dignidad en sus propios países para que las personas vivan dignamente. Defiendo la vida porque amo y creo en la vida.

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