Por Margarita Girón
jgiron@lahora.com.gt
Desde la llegada del COVID-19 a Guatemala, las clases presenciales se interrumpieron, como sucedió alrededor del mundo obligando a los Gobiernos a implementar mecanismos para que los niños en edad escolar pudieran continuar con sus ciclos y no afectar su formación. Sin embargo, los mayores retos se han encontrado en la ruralidad y en la educación pública, pues la falta de acceso a tecnología y las condiciones de vida han abierto nuevas brechas para la educación de la niñez guatemalteca.
El ciclo escolar 2020 implicó poner en marcha un sistema de guías de aprendizaje, en donde la autoformación fue la principal característica de quienes lograron completar el año y en 2021, ante la imposibilidad de controlar los contagios, el Estado implementó un sistema híbrido que limita las clases presenciales, según el color de alerta que se establezca en cada uno de los 340 municipios del país.
UNA HISTORIA DE MILES
Un ejemplo de los retos que ha implicado este mecanismo de aprendizaje fue relatado por Azucena, una madre de familia que junto a su esposo “Chico” y sus hijos, viven a diario el desafío del aprendizaje en casa, desde la aldea El Chapetón, Chiquimulilla Santa Rosa.
Azucena y su esposo han procreado 9 hijos, los mayores ya han constituido sus propios hogares, pero los más pequeños –en edad escolar viven en casa–. La familia duerme en una habitación grande construida con block, lámina y palma. Esta se encuentra al costado de una vivienda, de la cual está encargado “Chico” y que es propiedad de una familia que reside en la capital y que viaja ocasionalmente para vacacionar.
Además de enfrentar retos en la formación de sus hijos, su economía se ha visto afectada, pues ante la falta de turistas debido a las restricciones impuestas por el Gobierno, los ingresos que percibían por parqueos y venta de comida desde el año pasado no fueron iguales al 2019, cuando gran cantidad de personas visitaba la playa que se encuentra a escasos metros de la casa de “Chico” y su familia.
Los integrantes del hogar viven con condiciones limitadas, pero tienen acceso a servicios básicos, en la parte inferior hay habitaciones que se rentan ocasionalmente a los viajeros de paso, Azucena es la encargada de mantener limpias las instalaciones y también ocupa su tiempo preparando tortillas para vender y cocinando para la familia. Sin embargo, ahora no solo debe encargarse del hogar, sino de supervisar que sus hijos realicen las guías correctamente y a esto se suma el factor de no saber leer.
«Yo no sé leer, la que me ayuda es ella –señala a una de sus hijas–, ella está en quinto y medio lee ya. Una vez tenían que pegar el cuerpo humano, pero como yo no sé va usted, lo pegamos todo al revés, mi hija fue la que me dijo que estaba malo y medio lo arreglamos», recordó mientras su hija sonreía al recordar lo ocurrido.
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UNA REALIDAD QUE SE REPLICA EN LATINOAMÉRICA
Recientemente, durante el foro “Proteger a los niños frente al impacto de pandemia”, Emmanuela Di Gropello, representante del Banco Mundial, señaló que, las estadísticas de dicha entidad demuestran que podría haber un aumento absoluto en pobreza de aprendizaje que va de un 51%, el cual era ya muy elevado, hasta un 62.5%, esto significa que podría haber 7.6 millones de pobres más de aprendizaje”.
Añadió que antes del 2020 el porcentaje de estudiantes de nivel medio por debajo del rendimiento mínimo esperado era del 51% y ahora podría aumentar hasta el 71%; es decir, más de 3 de cada 4 estudiantes latinoamericanos no alcanzarían el nivel mínimo de educación deseada.
También mencionó que la ya marcada brecha de desempeño académico se ampliaría un 12% y que, aunque no es claro el porcentaje actual, estiman que la deserción escolar aumentará.
En el caso de Azucena, debido a las limitaciones económicas y al no tener escolaridad mínima, como padres no pueden asumir el papel de los maestros y son pocas las ocasiones en las que los docentes locales están dispuestos a resolver dudas, lo cual la ha hecho cuestionarse si sus hijos realmente están aprendiendo bajo esta modalidad. Esto sumado a las dificultades de tiempo, pues como relató Azucena, debe encargarse de cocinar y atender a los hijos mayores que trabajan en albañilería, cuando vuelven del trabajo para almorzar.
«Aquí ha sido duro todo eso, vivimos como podemos y con lo que tenemos, pero ha sido duro, solo Dios sabe por qué vino ese mal», agregó.
EFECTOS DEL CIERRE DE ESCUELAS POR LA PANDEMIA
En el mes de abril, el Banco Mundial presentó el informe “Actuemos ya para proteger el capital humano de nuestros niños”, en donde se detallan los costos y la respuesta ante el impacto de la pandemia de COVID-19 en el sector educativo de América Latina y el Caribe.
En el mismo se explica que la pérdida de aprendizaje podría ser de mayor proporción en los países con menos escolaridad ajustada por aprendizajes (LAYS por sus siglas en inglés), antes del cierre de escuelas, destacando que, República Dominicana, Guatemala, Guyana y Honduras podrían perder 18 por ciento de su LAYS pre-COVID-19.
Además, remarcan que, la pérdida de aprendizaje puede cuantificarse en términos de ingresos a lo largo de la vida utilizando evidencia del retorno a la educación, esperanza de vida y mercado laboral.
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El informe de UNICEF y otras organizaciones denominado “Marco para la reapertura de escuelas”, también menciona que, las interrupciones en el tiempo de instrucción en el aula pueden tener un impacto severo en la capacidad de aprendizaje de un niño.
“Cuanto más tiempo estén los niños marginados fuera de la escuela, menos probable es que regresen. Los niños de los hogares más pobres ya tienen casi cinco veces más probabilidades de no asistir a la escuela primaria que los de los más ricos. El hecho de no asistir a la escuela también aumenta el riesgo de embarazo adolescente, explotación sexual, matrimonio infantil, violencia y otras amenazas”, detallan.
Asimismo, remarcan que, los cierres prolongados perturban los servicios esenciales de las escuelas, como la inmunización, la alimentación escolar y el apoyo psicosocial y de salud mental, y pueden causar estrés y ansiedad debido a la pérdida de la interacción con los compañeros y a la alteración de las rutinas.
“Esos efectos negativos serán considerablemente mayores para los niños más vulnerables, como los que viven en países afectados por conflictos y otras crisis prolongadas, los migrantes, lo desplazados forzosos, las minorías, los niños que viven con discapacidades y los niños internados en instituciones”, remarcan.
En esa línea, señalan que, la reapertura de las escuelas debe ser segura y coherente con la respuesta general de cada país en materia de salud en el marco de COVID-19, y se deben adoptar todas las medidas razonables para proteger a los estudiantes, al personal, a los maestros y a sus familias.
En el caso de Guatemala, aunque se ha incluido a más de 200 mil docentes en la Fase 2 del Plan Nacional de Vacunación, aún no se conoce la fecha en la que se iniciará con la inmunización de los maestros, ni las regiones que serán priorizadas.
¿CUÁNDO VOLVERÁN A LA ESCUELA LOS HIJOS DE AZUCENA?
Azucena no sabe en qué momento podrán regresar sus hijos a la escuela, los más pequeños no superan los 6 años y están cursando Preprimaria, a ellos les siguen quienes están en Primaria y que se encargan de ayudar a los menores con las guías escolares.
Aunque el municipio se encuentra actualmente en alerta naranja, los hijos de Azucena continúan aprendiendo en casa, esto pese a que el Ministerio de Salud Pública y Asistencia Social (MSPAS) publicó el Acuerdo Ministerial 79-2021, que faculta a las autoridades del Ministerio de Educación (Mineduc) para permitir clases presenciales en municipios con alerta naranja, bajo la autorización de Salud y los padres de familia.
Mientras tanto, sin importar el día, Azucena, “Chico” y sus hijos aprenden juntos en una nueva realidad, en la que han logrado sobrevivir en un contexto diferente al que se vive en otras regiones del país.
Según datos del Mineduc, se han presentado al menos 301 requerimientos de establecimientos públicos para operar bajo la modalidad híbrida, en donde se incluyen 559,240 alumnos matriculados. Sin embargo, aunque se consultó a la Dirección de Comunicación Social de la cartera de Educación, cuántas de estas solicitudes corresponden al área rural, no se obtuvo respuesta al cierre de esta nota.