Según el último reporte del Instituto de Sismología, Vulcanología, Meteorología e Hidrología (Insivumeh), hasta el 16 de agosto en Guatemala se registraron 1,690 eventos sísmicos, solo 18 en ese día. Por su localización geográfica el país siempre ha presenciado fenómenos de este tipo, que abarcan desde eventos leves hasta desastres como el terremoto del 4 de febrero de 1976.
Luis Arriola, del área de sismología del Insivumeh explicó a La Hora las características de Guatemala que la vuelven un país propenso a eventos sísmicos. Además, desmintió algunos mitos populares con relación a ellos y cómo se generan.
BOLETÍN SISMOLÓGICO
16 de agosto de 2021
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— INSIVUMEH Guatemala (@insivumehgt) August 16, 2021
GUATEMALA SE LOCALIZA ENTRE TRES PLACAS TECTÓNICAS
Arriola comentó que Guatemala está ubicada muy cerca a la conjunción de tres placas tectónicas: Cocos, Norteamérica y el Caribe. La de Cocos y el Caribe forman una subducción, es decir cuando una placa se introduce por debajo de la otra. Para Guatemala la placa de Cocos subyace la del Caribe. El sismólogo dijo que “el roce entre ambas placas es lo que produce casi entre el 85 a 90% de la sismicidad registrada en el país”.
Por otro lado, el contacto entre la placa del Caribe y Norteamérica está delimitado por las fallas de Motagua y Polochic. Una falla una fractura del terreno en las que dos bloques se mueven entre sí. El movimiento en las fallas se produce por el desplazamiento de las placas tectónicas, por ello los terremotos se concentran en sus bordes.
“La combinación de todos los esfuerzos a los que está sometido el territorio guatemalteco hace que se produzcan otras fallas de segundo, tercero, hasta un orden más pequeño que son las que producen sismicidad de mayor o menor magnitud”, formuló el experto.
¿CÓMO DETERMINAR UN TERREMOTO?
En la cultura guatemalteca actual es común asociar un terremoto con el evento sísmico del 4 de febrero de 1976. Más allá de la concepción del desastre Arriola explicó las formas en que se puede definir un terremoto.
Los eventos sísmicos se miden con dos escalas: intensidad y magnitud. “La escala de intensidad mide qué tan intenso pueden ser los efectos del evento en un área específica. Varía con relación a la distancia. Mientras más cerca se está del área del epicentro, la intensidad va a ser mayor. Si hablamos de intensidades quizá podamos tomar en cuenta que una intensidad de 4 grados o mayor podría producir estos daños”, dijo.
Mientras que la escala de magnitud, detalló, mide el tamaño del evento, “pero puede ser un evento de gran magnitud, muy lejano o muy profundo y no va a tener los mismos efectos”.
El terremoto de 1976 tuvo una magnitud de 7.5 grados Richter, con una profundidad de 5 kilómetros, lo cual permitió con “facilidad” la transferencia de energía a la superficie; no obstante, para Arriola también “la infraestructura de la época produjo los daños”.
Un terremoto, desde su traducción original del inglés al español es muy general según el profesional. “La definición original de un terremoto como tal, si alguien quiere tomarlo del inglés, todo es terremoto; no hay diferencia entre un sismo, temblor o terremoto en el que ya hay daños severos en infraestructura y pérdidas humanas”, mencionó.
Pues declarar un evento como terremoto implica para Luis Arriola otras consideraciones “Políticas”, como declarar Estados de Calamidad. “Básicamente un terremoto es un sismo de gran magnitud que produce daños en infraestructura y pérdida de vidas humanas”, resumió, lo cual a veces no solo depende de los números:
“No depende tanto de la magnitud porque podríamos tener un evento de magnitud 5 a poca profundidad de un área muy vulnerable y va a producir daños en infraestructura, va a producir pérdida de vidas humanas y no tiene que ser 20 mil fallecidos, pero sí son pérdidas ocasionadas por el evento”, formuló.
LOS TERREMOTOS NO PUEDEN SER CALCULADOS
Luis Arriola comentó que en Guatemala aún existen ideas erróneas sobre los sismos, incluyendo el mito de la posibilidad de calcularlos o predecirlos. “Hasta el momento no hay ningún método científico a través del cual se logre determinar un retorno. Cuando se hace un estudio de amenazas sísmicas para un parea muy particular se hacen cálculos para la probabilidad de ocurrencia de eventos de ciertas magnitudes”, explicó.
Estos cálculos, enfatizó, son solo posibilidades de retorno en periodos de tiempo: “no es un modelo el que nos dirá ‘bueno, ya dentro de 73 años va a ocurrir algo’; no hay manera de poder predecir”.
Del mismo modo no es posible determinar la relación entre los sismos; por ejemplo, el del 18 de abril de 1902 ocurrió cerca de las costas de Retalhuleu, mientras que el del 6 de agosto de 1942 más a las costas de Escuintla. “Ambos tienen en común la zona de subducción, sin embargo, esta es completamente activa, no hay manera de saber que dentro de unos años va a ocurrir un evento de mayor magnitud en un área específica”, refirió.
El terremoto de 1976 se produjo en la falla de Motagua; “no hay ninguna relación entre las dos fuentes, Motagua es una fuente independiente de movimiento lateral izquierdo, mientras que el otro es una subducción”, indicó.
Por tanto, Luis Arriola argumentó que “no hay manera de correlacionar esa parte, no es posible decir si cada cierto tiempo ocurrirá. Es falso, por más que se coloquen instrumentos de cualquier tipo para determinar posibilidades de retorno, aún no es posible definirlo”.
MÁS DE MIL SISMOS PUEDEN OCURRIR EN UN AÑO
Por último, el experto describió que el estrés entre las placas tectónicas se libera día a día en el territorio nacional, causando al año más de 2 mil eventos. “No hay una regla general y no hay un número diario que podamos decir. Al año pueden ocurrir desde 2,500 hasta 4 mil eventos y no lo podemos comparar”, compartió.
“Muchas veces hacen analogías con la temporada de huracanes; el fenómeno de los sismos es muchísimo más aleatorio, no hay una forma de poder medir lo que sucede en el interior de la tierra, solo sabemos cuando ya ocurre el evento”, agregó.
El profesional declaró que es poco común el desencadenamiento de sismos durante un periodo corto de tiempo en un área específica, conocido como “enjambres sísmicos”, este fenómeno a excepción de los sismos comunes no se considera “normal”.
“Cualquier sismicidad que se produzca cerca del territorio se considera normal; claro que cuando ocurre enjambres sísmicos es poco común, pero esas son áreas más propensas a que ocurran este tipo de fenómenos, por ejemplo, en el área de Santa Rosa recordemos que el último enjambre sísmico ocurrió en 2012 entre julio y diciembre con un total aproximado de al menos 4,500 a 4,800 sismos cercanos al área que se pudieron registrar”, apuntó el experto.