Por Grecia Ortíz
gortiz@lahora.com.gt
El próximo 7 de agosto se cumplirá un año desde que se realizó una de las mayores redadas en Misisipi, Estados Unidos, en las que detuvieron a 680 migrantes, la mayoría de ellos de origen guatemalteco.
Angelina Pablo y Salomón Diego, son dos de los connacionales que fueron detenidos ese día y ahora a casi un año de ese incidente, aún luchan por su estadía en ese país.
En entrevista con La Hora, Angelina explicó que su esposo Salomón aún sigue detenido por el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE) en Richwood Correctional Center en Monroe, Luisiana; hace unos meses se contagió de COVID-19, pero finalmente logró superar la enfermedad.
Ahora, explica que están a la espera de que resuelvan una apelación que decidirá si finalmente puede quedarse en ese país o vuelve como deportado a Guatemala.
“Si él no gana la apelación pues se tiene que ir deportado, ya va a ser un año este 7 de agosto que está detenido”, relató.
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El guatemalteco, es uno de los 4 mil 038 detenidos que ha dado positivo mientras se encuentra en custodia de ICE, aunque ya se recuperó dice que aún se preocupa pues otras personas han resultado enfermas en los últimos días.
La hija de ambos siempre pregunta por su papá, según explica la guatemalteca, “se siente triste de no verlo” y por eso esperan que finalmente se puedan reunir.
TIENE PRESENTE EL DÍA EN QUE SUS VIDAS CAMBIARON
Angelina también fue detenida en la redada de agosto del año pasado, recuerda que estaba trabajando en la fábrica en donde preparaban pollo, en su caso no fue llevaba a un centro de detención como ocurrió con su esposo, pero sí le colocaron un grillete en un tobillo que aún tiene puesto.
Por lo anterior, ella no puede salir y trabajar como hacen muchas personas, así que para sobrevivir ha recibido el apoyo que le brindan personas del lugar por medio de la organización Misisipi Resiste, que trabaja a favor de los migrantes.
“No puedo salir a otro estado porque tengo el grillete en el pie, ese me lo pusieron el 7 de agosto cuando nos agarraron… voy a esperar la respuesta a ver si me aceptaron el trámite”, dice.
La guatemalteca originaria de San Mateo Ixtatán, Huehuetenango, cuenta que cuando fue detenida, tenía apenas tres días de haber llegado a esa empresa y tiene presente el momento en que llegaron los agentes de ICE y se llevaron a muchas personas.
¿CÓMO VIVIÓ LA REDADA?
El 7 de agosto, Angelina apenas tenía cuatro meses de haber llegado a EE. UU., y tres días de trabajar en la empresa a la que llego con el sueño de ayudar a su familia.
Ella dice que se enteró que necesitaban trabajadores en ese lugar, cuando vio un anuncio en la lavandería a la que llegaba, “decía que se necesitan trabajadores y decía la dirección y que era en producción y no sabía cómo pagaban porque acababa de llegar”.
La entrevistada aún recuerda que ese día vio entrar a muchas personas que portaban chalecos y que cuando los vieron les gritaron, algunos al ver a los agentes de ICE corrieron y se escondieron, pero a la mayoría los capturaron.
“Salimos corriendo íbamos a un basurero, pero nos dijeron que si lo hacíamos nos iban a disparar entonces ya no seguimos, de ahí me preguntaron por los papeles y nos pidieron fecha de nacimiento ya después nos llevaron a unos buses, pero nos pusieron esposas en las manos y pies para que no pudiéramos escapar, después me pusieron el grillete”, recordó.
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LOS MIGRANTES NO SON CRIMINALES
Ese día, contó que detuvieron a migrantes que trabajan en otros lugares y se dio cuenta que también su esposo estaba en el grupo.
Luego de eso, a él lo trasladaron a un centro de detención y ella se quedó con el grillete y ha visto a su esposo en pocas ocasiones, ahora eso no es posible por las restricciones del virus que no permiten las visitas en centros de detención.
Angelina sueña que les den otra oportunidad para quedarse, menciona que los migrantes solo llegan a trabajar y no a hacer nada malo.
“El trabajo que hacen los migrantes no lo hace nadie más, los inmigrantes luchan para hacer una labor dura… muchas personas buscan algo fácil, pero uno no”, dijo.
A la connacional le gustaría volver a Guatemala, pero de una manera regular y no deportados, ella menciona que no es justo que los migrantes que solo llegan a trabajar a ese país sean vistos como criminales.
“Dios sabe porque pasan estas cosas, yo cuido dos niños en el día para darle a mi esposo algo para que pueda comer y así le hablo”, comentó.
Si a su esposo lo enviaran deportado a Guatemala, menciona que tomará la decisión de seguirlo, aunque guardan la esperanza de que les permitan quedarse en EE. UU., lugar en el que solo esperan trabajar para superarse.
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