Muchos guatemaltecos generan sus ingresos en la informalidad. Foto La Hora/Andrea Solórzano
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Para ver los testimonios en video descienda y los encontrará dentro de la nota

El 2021 fue el año de mayor crecimiento económico en más de 40 años, de acuerdo con el Banco de Guatemala, con un 7.5% del Producto Interno Bruto (PIB), luego de superar una contracción negativa en el 2020 (-1.5%) tras el severo golpe que la pandemia del COVID-19 significó para la economía de miles de guatemaltecos.

El mismo presidente de la República, Alejandro Giammattei enarbola ese incremento como un logro de su gobierno y de la recuperación económica del país, incluso por encima de otras naciones, y de un supuesto bienestar de la población. Pero… ¿Cómo se ve reflejado dicho crecimiento en los pequeños comerciantes y en la economía informal?

La realidad en general nos muestra una moderada o sin recuperación alguna y bajo una sombra de incertidumbre sobre el futuro, es como viven varios comerciantes de la microeconomía en Guatemala.

Sin embargo, la necesidad de llevar alimentos a casa y la esperanza de que algún día las ventas regresen a los niveles prepandemia, como parte del sueño de un mejor futuro, impulsa a seguir adelante a los siete comerciales que relataron su experiencia a LH Economía.

 

“HA BAJADO BASTANTE EL NEGOCIO”

Doña Lidia, dueña de una venta de frutas y verduras ubicada en el Mercado Central, zona 1, confesó que a partir de que la enfermedad del coronavirus fue en aumento en el país, comenzaron a bajar las ventas en general y por ende en su negocio.

“Está muy silencio, ha bajado bastante el negocio (…) no hay nada de compradores, años anteriores se vendía bastante, ahora ya no”

Doña Lidia

Además, agregó que actualmente hay ventas de frutas y verduras en muchos lugares, como en las colonias y por ello las personas ya no acuden al Mercado Central para realizar sus compras, cuestión que también ha repercutido en el decrecimiento de su negocio.

SIN EVENTOS NO HAY TRABAJO

Los negocios más afectados por las restricciones de movilidad para evitar contagios, son los que dependen directamente de eventos como bodas, cumpleaños, graduaciones o bautizos. Aura de Hernández, propietaria desde hace 38 años de una floristería ubicada en el Mercado Central, contó a LH Economía los diferentes escenarios que este sector ha vivido.

Debido a las restricciones por los contagios, los eventos para los que regularmente contrataban sus servicios ya no compran la misma cantidad de arreglos florales, puesto que la cantidad de personas permitidas era mucho menor a lo acostumbrado.

 

“A raíz de los eventos es como nosotros vendemos más”, explicó Aura, al destacar el 2020 como el más duro. Luego el año pasado, aunque se empezaron a permitir las reuniones, los aforos continuaron siendo pequeños.

Hernández explica que en el pasado, en las reuniones de 100 personas se lograba vender 50 arreglos florales, pero ahora, con reuniones de 25 personas, únicamente se venden 5.

La informalidad es ampliamente conocida en el país.. Foto: La Hora

SIN PRESENCIA DEL GOBIERNO

También afectada por la moderación en cuanto a eventos y celebraciones, Sofía Saloj, vendedora en un puesto de decoraciones, afirmó que desde el momento que llegó la pandemia, las ventas, no solamente en el Mercado Central han bajado considerablemente en comparación con años anteriores.

Entre las expectativas regulares, Saloj recuerda que en estas fechas, las personas ya empezaban a comprar el producto para el Día del Cariño, pero ahora no se muestran con ese propósito.

“El gobierno no ha venido aquí a ofrecer algo, una estabilidad para cada uno o cada negocio”

Sofía Saloj

SEÑALES DE RECUPERACIÓN

“Ya nos estamos recuperando de como estábamos”, recalcó doña Carolina, trabajadora de un comedor que ofrece refacciones y dos tiempos de comida a personas particulares y a trabajadores de otros sectores del Mercado Central.

Carolina contó que dicho negocio ya está empezando a recuperarse de la fuerte crisis derivada del COVID-19, no obstante, ahora se enfrentan a otro tipo de problemas que indirectamente impiden una recuperación completa como lo es la inflación.

“Todo está caro, ahora subió, la carne subió, las verduras, todo”, aseveró, además relató que en el 2020 contrajo COVID-19, situación que agregó más preocupaciones a su vida, ya que durante ese tiempo no pudo asistir a trabajar y por ende no obtuvo los mismos ingresos que utiliza para mantener a flote su hogar.

SERVICIOS DE LUSTRE POR Q3.00

Resignado a trabajar como lustrador de zapatos por su edad, un señor de 74 años confesó su constante lucha y preocupación por juntar un poco de dinero para comprar comida. Su promedio de ingresos diarios ronda entre los Q15 a Q25, y si es un buen día o los clientes desean ofrecer más logra llegar a Q45.

“Para mí está un poco duro, a veces se gana para la comida a veces no, pero va comprando uno panitos por ahí para pasar el día porque no hay de otra”, lamentó el lustrador.

En particular, recalcó que no volvió a saber nada de la ayuda que el Gobierno de Alejandro Giammattei ofreció por medio del Bono Familiar de Q250.

Una mujer traslada productos dentro de un mercado en Guatemala. La informalidad puede observarse en varios lugares del país. Foto La Hora/Johan Ordoñez/ AFP

“Nos hizo un bajo el gobierno cuando empezaron a dar un bono familiar… se empezó a dar dos veces, pero ya la última como que se robaron ese dinero porque solo Q250 nos dieron y ahí quedó todo, no se supo nada”, manifestó.

Debido a que sus clientes regulares “desaparecieron” por la pandemia, aunado al aumento en el precio del lustre en otras áreas, el lustrador de 74 años, de los cuales los últimos 4 se ha dedicado a dicha labor, debe ofrecer sus servicios a Q3 para que los peatones accedan a pagar.

“No paga la gente, allá arriba en el parque si lo suben, ahí está más caro el lustre, cobran de cinco a diez quetzales, en cambio yo cobró tres quetzales, entonces ya la gente a veces me viene a buscar para lustrar va… sin embargo no nos alcanza el pisto”, explicó.

Varios de los entrevistados explicaron las dificultades a las que se enfrentan. Foto La Hora/Andrea Solórzano

PRECIOS SUJETOS AL CAMBIO DE GOBIERNO

Por su parte, Doña María, junto con sus hijos pequeños, se ubica todos los días con una pequeña mesa en el Parque Central para vender maicillos a Q1 y Q2 para alimentar a las características palomas del área.

Desde su realidad, contó que actualmente está viviendo en una situación de pobreza, ya que según ella, el precio de las cosas en general y la renta ha sido más bajo en años anteriores en comparación con el gobierno actual.

En relación con el precio de su producto, sostuvo que ha aumentado a raíz de la pandemia y por ello ya no obtiene el mismo margen de ganancia que antes y a veces, ni siquiera logra obtener dicha ganancia.

 

SIN RECUPERACIÓN ECONÓMICA

Finalmente, en el último testimonio recopilado por LH Economía, se vuelve a evidenciar el sentimiento de frustración e indignación por parte del sector de heladeros.

Don Simón, mejor conocido como “San Simón” entre sus colegas de la Plaza de la Constitución, comentó con firmeza los daños colaterales que vivió él y el gremio con la pandemia del COVID-19.

 

«Perdimos mucho, se nos venció el producto y ese dinero no lo hemos recuperado (…) la pandemia nos ha afectado, no estamos vendiendo nada casi», se lamentó.

Asimismo, explicó a detalle que al día venden entre tres a cinco helados, con lo que apenas logran cubrir la inversión del producto y obtener unos recursos para alimentarse.

“Q30 multiplicados por treinta días que tiene el mes, son Q900 solo en comidas, solo para mí… ¿y mi familia?”

Don Simón

También recordó que al inicio de la pandemia las autoridades dijeron que a todos los vendedores les iban a “pasar dejando una ayuda”, pero a la fecha no les han dado lo prometido.

“Vendiendo solo como Q25 al día no vamos a poder salir adelante, no hemos sentido ninguna recuperación económica, ningún vendedor informal, ni yo, ni los demás compañeros”, concluyó Don Simón.

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