Augusto “Tito” Monterroso ha sido homenajeado de diferentes maneras en las últimas semanas. Foto Archiv

“Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí”. Es considerado por los entendidos como el cuento más corto; una obra maestra de la brevedad y del ingenio, que ha hecho célebre al escritor guatemalteco Augusto “Tito” Monterroso (1921-2003).

Este 21 de diciembre se conmemoran 100 años del natalicio al autor de obras estelares como “Obras Completas (y otros cuentos)” “La oveja negra y demás fábulas”, “Movimiento perpetuo”, “Lo demás es silencio”.

Varias personalidades participaron en el homenaje. Foto La Hora

Como parte del programa centenario, se han organizado múltiples homenajes a este genial y a la vez sencillo escritor, que aunque nació en Tegucigalpa, Honduras, siempre se hizo llamar guatemalteco, ganador del premio Príncipe de Asturias de las Letras en el 2000.

Uno de estos homenajes lo organizó Librería Sophos, que con tres conservatorios en igual número de días, en modalidad virtual con invitados nacionales y extranjeros, especializados en su trabajo literario, que permitieron dar conocer su obra incompleta, su lado íntimo, como también su vinculación con el poder.

 

MONTERROSO, EL LADO ÍNTIMO

En el “Monterroso íntimo”, se abordó su vida, la cual estuvo marcada por años de exilios, viajes, una juventud rica en hazañas y una madurez de envidiable sosiego, diría su presentador Phillipe Hunziker, director de Sophos.

Conducido por Álvaro Montenegro, participaron autores y amigos que intimaron con el escritor en distintos episodios de su vida, como José Antonio Móbil, gran amigo con quien se conocieron durante su exilio en Chile; el escritor Dante Liano, con quien compartió en Florencia, Italia.

También la escritora y su viuda, Bárbara Jacobs, quien con voz entrecortada recordó algunos momentos de compartir su vida y los múltiples viajes con el escritor con quien compartió 32 años de su vida. “Por su iniciativa nos la pasamos viajando, aunque desde pequeña nunca me atrajo ni me gustó viajar, siempre acepté, a pesar del miedo que rayaba en pánico”, comentó la autora, ahora de 74 años.

Además, participó la doctora Alexandra Ortiz Wallner, estudiosa de su obra. “No lo conocí, pero siento que lo conozco porque lo he leído durante muchos años, lo he enseñado como catedrática universitaria”, expresó, a quien calificó como un autor global. Más allá de reclamarlo como un autor nacional, es imposible; es el autor que nos da esa memoria colectiva del idioma español, es un autor global y revolucionario en muchos sentidos, comentó.

 

Liano se refirió a Monterroso como alguien que bromeaba con su pequeña estatura, muy guatemalteca. “Los conocí como la unión de dos artistas: Tito y Barbarita”, por un lado, Tito con su aspecto como de oso de peluche, muy tierno, afable, siempre muy hospitalario y a su lado, Barbarita que lo protegía y lo mimaba. Una relación envidiable, un paisaje amoroso”, expresó.

UN COMIENZO AUTODIDACTA

Una transcripción del video Monterroso en su jardín, editado por el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes de México, relata parte de la vida del escritor en sus propias palabras.

Hijo de padre guatemalteco y madre hondureña, su infancia transcurrió entre ambos países en los que se movían continuamente, que dio como resultado una infancia inestable, con estudios de primaria muy irregulares, razón por la que terminó siendo autodidacta. “Nunca terminaba los cursos en ninguna de las ciudades donde estábamos”, relata.

Su casa estaba rodeada de libros y por gente de libros. Tuvo un padre periodista “tirando a poeta”, aficionado a publicar revistas literarias.

Siendo muy joven, de 16 años, debió asumir el rol de sostener a su familia. Trabajó en una carnicería, pero no propiamente como carnicero, sino como ayudante de contaduría.

Sus primeros intentos como escritor los hizo en forma autodidacta. No asistió a la universidad, más bien, su universidad fue la Biblioteca Nacional de Guatemala, a donde acudía todas las tardes, después de salir de la carnicería, en donde permanecía hasta las 10 de la noche. Así lo hizo durante seis o siete años. “Siendo una biblioteca pobre, solo tenía libros buenos”, expresó.

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