Por: Nhat Esteban Marcus
A su breve edad -una edad narcisa como todo lo breve-, la docente y ensayista mexicana Laura Sofía Rivero lo tiene claro: si fuimos fabricados en serie y “a imagen y semejanza” del Señor, entonces Él también está a merced de urgidas carreritas apenadas y ayes compungidos.
(Una conclusión veloz a la cual también arribó el sobrevalorado Milan Kundera, con la diferencia de que a este bostezante mecanógrafo checo le llevó casi un siglo darse cuenta y a Laura sólo un par de décadas.)
Los ¡2 mil ejemplares! de “Dios tiene tripas. Meditaciones sobre nuestros desechos” son un recorrido terso por las cañerías del cuerpo.
Entre sus grandes lecciones, no aptas para remilgados, ahí van algunas:
-La diarrea se volvió histórica gracias a Thomas Jefferson (gabacho tenía que ser), pues él la padeció a diario toda la vida excepto cuando… ¡montaba a caballo! (Ahora resulta que la próxima vez que vayas a la farmacia, estarás en todo tu derecho de exigir que te vendan… ¡un caballo en vez de un frasco de Pepto-Bismol!).
-En los desechos hay un lenguaje (sí, Laura, al grado de que personajes del magno autor brasileño Rubem Fonseca encontraron oráculos en ellos y se dieron a la aletargada tarea de descifrarlos… ¡lo que es no tener nada que hacer!).
-Los alcaldes prohíben orinar en las calles, pero saturan sus inmundos ámbitos urbanitas con niños de piedra que ponen el mal ejemplo al estar orinando de a mentiras todo el tiempo.
-Es aterrador llegar a la casa de los amigos, saludar, dirigirse de inmediato al baño, reptando humildemente, y con un horror del tamaño del palacio nacional percatarte de que A) sólo queda un cuadrito de papel y el cartoncito ese donde se supone que ¡hubo, ya no hay! 350 hojas. B) Sólo queda una toalla para secarse las manos. C) Sólo te quedan los calcetines y la camisa para proceder a la asepsia de rigor. Pero, tranquilo: ya se sabe que millones de mutantes duermen, se despiertan y “obran” con el teléfono celular frente a los ojos y tú no eres la excepción: así que con la mayor naturalidad marca el número de los dueños de la casa o del departamento y solicítales que te traigan un rollo de papel al que no le falte ni una sola de sus 350 hojas… ¡de preferencia, dobles!
-Los cuerpos están llenos de ruidos al masticar/deglutir/saborear/expulsar y todos son impresentables. Que no te dé pena el ruidero: ¡tú no estuviste a cargo del diseño!
-La próxima vez que vayas a un restaurante o a una cantina disfrazada de bar, recuerda que mundialmente sólo el 20% de semovientes sabe lavarse las manos: el resto (¡el 80%!) no sabe cómo y si acaban de cocinarte lo que sea… lo más seguro es que cada mordida te lleve directamente a otra intoxicación que te mantendrá sentado en un retrete por lo menos tres días con sus noches, pletóricas de incontinencia.
-El colmo de lo asqueante colectivo son, hoy, quienes se sientan en los baños públicos, empiezan a pujar a la vez que chachalaquean desde sus teléfonos celulares y desbordan la taza entre cacofonías inenarrables.
-A riesgo de incendiar el entorno, en todos los sanitarios es recomendable tener a la mano una caja de cerillos “fósforos” decían los niños chapines de antes” para neutralizar los alevosos efluvios que se suscitan en un WC.
-En los jabones hay bondad, pero también la traición de lo resbaladizo.
-Compartir un baño con “el amor de tu vida” -ya no se diga con una docena de runmeits (sic)- requiere de pactos y de otras negociaciones al más alto nivel, aunque se trate de emergencias surgidas de la parte baja de las cañerías propias y ajenas.
-Se necesita ser James Joyce o su reencarnación para erotizarse con los aromas escatológicos del ser amado y proceder a pergeñar loas (en décimas o en verso libre).
-Quienes padecen de colitis son temibles: si bien te va, a diario tendrás que lidiar con su mendicidad involuntaria de enclaustrarse por lo menos 40 minutos en la letrina.
-En los saldos de un mundo al que ya no le alcanza ningún calendario para celebrar a Algo o a Alguien, el Día Mundial del Retrete se conmemora cada 19 de noviembre (desde el año 2013), aunque el 60% de la población planetaria no ha visto uno ni siquiera en una fotografía. (Pero eso sí: el WC que Ben Affleck regaló a su hoy esposa Jennifer tiene incrustaciones de “zafiros, rubíes y diamantes”, ¡gabachos tenían que ser!).
Tales son algunas de las muchas enseñanzas que florecen en las 139 páginas del libro de Laura Sofía Rivero. Si se te quedaron algunas páginas en el tintero, Laura, y deseas estirarlas hasta darles la extensión de una enciclopedia… date, Laura, una vuelta por el así llamado “Centro Histórico” de la capital chapina: aquí encontrarás en cada milímetro de acera o de pavimento y en cada poste y en cada sufrido arbolito… charcos de orines y océanos de otros detritus con calidad de exportación.
Aunque algunos aún se nieguen a creerlo, por “Dios tiene tripas.
Meditaciones sobre nuestros desechos” Laura Sofía Rivero obtuvo en México el Premio Nacional de Ensayo Joven “José Luis Martínez”, otorgado en el pandémico año de 2020.
Sobre el libro
Dios tiene tripas. Meditaciones sobre nuestros desechos, Premio Nacional de Ensayo Joven José Luis Martínez 2020. Cuenta con once textos a caballo entre el ensayo y la crónica: «Corre que te alcanza», «Prohibido orinar en la calle», «No hay papel», «Al fondo, a la derecha: las fiestas y los baños», «Sobre los rumores del cuerpo», «Guía para el uso del baño público», «Mitos y rituales de la espuma», «Viviendas: estampas del drenaje compartido», «Puto el que lo lea», «Baby alive: los niños y las excreciones», «Asclepio y hermes: la salud, la riqueza». El tema central es los desechos humanos y su rol cultural y social.
Las islas del tesoro, de Nicholas Shaxson
Nicholas Shaxson sostiene que nunca entenderemos la historia de la economía moderna si no comprendemos qué son y cómo funcionan los paraísos fiscales. Ésta es la historia jamás contada de las grandes finanzas y el arma supremamente poderosa que éstas han empleado en su batalla para cooptar el poder político en todo el planeta.
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Transformación del psicoanálisis, de César Merea
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