Markus Gabriel
“Ética para tiempos oscuros. Valores universales para el siglo XXI” es una especie de libro-manual en el que el catedrático de epistemología y filosofía moderna y contemporánea explica en qué consiste la reflexión moral.
Por Berta Ares
Nuestra existencia sobre la Tierra es cada vez más compleja y peligrosa, sin embargo, contamos con una baza que los gobiernos suelen pasar por alto: a lo largo de la historia de la humanidad hemos ido acumulando una gran riqueza moral en términos de conocimiento. Por eso (y no solo por eso), los enormes retos humanos y planetarios no pueden quedar exclusivamente en manos de la técnica y la ciencia, sino que deben pasar el escrutinio de la filosofía moral en un contexto de nueva Ilustración, universal y radical. Este es uno de los principales argumentos del último trabajo de Markus Gabriel, Ética para tiempos oscuros. Valores universales para el siglo XXI (Pasado & Presente), una especie de libro-manual en el que este catedrático de epistemología y filosofía moderna y contemporánea en la Universidad de Bonn practica la reflexión moral como un físico: describe el fenómeno para luego resolver los problemas más complejos a través de abstracciones y fórmulas. Converso con él con motivo de su visita a Barcelona, donde participa en un debate en el CCCB dedicado a la ética global.
En Por qué el mundo no existe (Pasado & Presente) desarrolló la teoría del nuevo realismo que le hizo mundialmente célebre. Le llamaron entonces la estrella de la filosofía, el filósofo más joven, el más mediático. Me pregunto si con motivo de este nuevo libro en el que rompe una lanza a favor de una nueva Ilustración trata de emular a Kant, por más que su teoría del conocimiento y las condiciones sean muy diferentes.
Sí, las condiciones son ahora muy diferentes porque vivimos, desde el punto de vista filosófico e histórico, en una época de fuerte sentido ontológico. El sentido de realidad es muy fuerte por más que la actual propagación de mentiras parezca contradecir esta descripción. La gran paradoja de nuestro tiempo es que el fenómeno de la manipulación se produce desde dentro del propio saber, donde se ha puesto en marcha toda una maquinaria propia de los tiempos de oscuridad, aunque la ideología oficial lo niegue. Por tanto, y especialmente en este sentido, las condiciones son muy diferentes a las de la época de Kant.
¿Puede concretar la idea?
Podemos verlo con la gestión de la pandemia. En Europa todo el mundo habla de la ciencia como la única solución a la pandemia y, sin embargo, y a pesar de centrar toda la gestión en la ciencia, Europa ha sido el gran epicentro de la pandemia. La ideología y propaganda oficiales actuales no permiten ver con claridad lo que está sucediendo. Por eso hablo de tiempos oscuros. Mi proyecto, que denomino la nueva Ilustración, quiere romper con esa oscuridad y se apoya en una filosofía de la realidad.
Y en el conocimiento moral.
Efectivamente. Kant decía que no podemos conocer la cosa en sí, es decir, la realidad tal y como es independientemente del ser humano; decía que es inaccesible al pensamiento humano, que está más allá de su propio conocimiento. En el nuevo realismo y en la nueva Ilustración que yo planteo tanto la realidad como la acción ética son obvias para el ser humano. En cierto sentido es lo contrario de varias posiciones de Kant.
La Ilustración está muy conectada con la Revolución francesa. ¿Qué acontecimiento histórico acompaña esta nueva Ilustración?
El acontecimiento en el que estamos inmersos, es decir, la pandemia, que estalló cuando ya había comenzado a escribir el libro. Mi editora no comprendía que yo entonces ya hablara de tiempos oscuros. Ella decía ¡todo está bien! Y cuando se desencadenó la pandemia con toda la manipulación y oscuridad que ha hecho palpable me llamó el Nostradamus de la filosofía. Esta pandemia es una revolución profunda que lo va a cambiar todo. Para empezar, han llegado a Europa problemas de la globalización que los europeos conocían prácticamente solo como espectadores. Ahora esos problemas de la globalización ya están aquí. ¿Y cuál ha sido nuestra primera reacción?, ¡excluir al otro! Ahora que los problemas de la globalización han traspasado nuestras fronteras, nuestra primera reacción es la de continuar excluyendo al otro.
Afirmas que no pueden coexistir la política de la identidad y la ética.
La política de la identidad es contraria a la ética. La ética es radicalmente universal. El principio de la ética parte del hecho de que el otro puede tener razón. Exactamente lo contrario de lo que está pasando ahora en el campo de la ideología contemporánea. Yo creo que la política de la identidad es sobre todo una tentativa de evitar hacerlo bien. A veces se defienden esas políticas como aquellas que protegen a las minorías, pero en realidad no es así. De hecho, actúan como los tecnomonopolios, que utilizan a las minorías como medio para tener acceso a más mercados. Estas condiciones de explotación se están produciendo aquí en Europa.
Le he oído comparar la pandemia con el gran terremoto de Lisboa (1755). ¿Cree que solo estamos viendo la punta del iceberg?
Exacto. Porque la pandemia es la revolución. Aunque ya tengamos las vacunas, estamos hablando de una pandemia. Vacunar a los europeos no es el final. El fin de la pandemia está en un futuro muy lejano. Ahora solo estamos en el inicio y alguna vez nos daremos
cuenta de que la única manera de salir de toda la crisis que genera (de salud, económica, de fronteras…) es aceptar que lo que vemos es solo una pequeña muestra de la crisis real que es la climática. El único modo de salir de ella presupone crear un nuevo modelo de sociedad y una nueva visión del bien. Ahora vivimos inmersos en el capitalismo, en la fantasía de los mercados que en este momento no está ayudando nada. Tenemos también otras fantasías, un poco vacuas, como es la admiración por la alternativa china. Pero China no es otro sistema, ha entrado, y con mucha velocidad, en la era moderna; es de hecho la región que ha experimentado el proceso de modernización más rápido de toda la modernidad. Ni la china es una alternativa, ni hay competición entre ella, Europa y Estados Unidos; eso es también una fantasía. En este momento existe un único sistema y este no es sostenible, tiene que dejar de existir.
Vivimos en un sistema letal.
¿Qué propone?
Necesitamos algo radicalmente nuevo para este futuro, y la idea que expongo en mi libro es poner en práctica la existencia de valores realmente universales y por tanto transculturales. La primera Ilustración en Europa estuvo acompañada de condiciones coloniales, pero eso no implica que tengamos que dar por superada la Ilustración, implica la instauración de una Ilustración necesariamente universal. Europa podría haber aprendido de África o Asia en su gestión de la pandemia. Conviene más pensar desde un universalismo falible. Los universalismos clásicos tenían una cierta tendencia a reclamar una infalibilidad.
Así es el imperativo categórico de Kant.
El imperativo categórico de Kant es una fórmula con tendencia generalista que no hace posible derivar principios de acción. Por ejemplo, ¿son el confinamiento o el toque de queda morales? El imperativo categórico no nos dice nada. Necesitamos algo nuevo, este es el objetivo del libro. En él propongo tesis que nos ayuden a plantear estos problemas concretos ligados a los tiempos que vivimos. ¿Toque de queda sí o no? ¡Más concreto no hay! La nueva Ilustración responde a estas cuestiones porque no evita la realidad.
¿Son los confinamientos morales?
Yo creo que los confinamientos son inmorales porque producen daños colaterales, son malas soluciones al problema. La política pandémica de la Unión Europea es el fracaso más grande de toda la historia reciente de esta región del mundo. Es más inmoral la política pandémica europea que la política pandémica de la dictadura china, porque es una combinación de los peores factores. Confinarnos, cerrar los restaurantes, ¡no es una solución! Demuestra que Europa no tiene una política de la gestión de la pandemia más allá de la vacunación, que es una buena estrategia, pero no resuelve la crisis. Hace falta una solución realmente sostenible. Porque después de este virus viene el próximo y la crisis climática. La vacunación no pone punto final.
La pandemia ha hecho rodar la cabeza de Donald Trump. ¿Hay un poco más de luz?
Sí, efectivamente hay un poco más luz, pero también hay más riesgos. Cada progreso moral llega acompañado de nuevos riesgos y más graves. El próximo Donald Trump será más peligroso que el actual. La influencia de la extrema derecha aumenta en Europa. Pero ahora hay también más conciencia de que lo que hacemos tiene consecuencias éticas: el cuidado y protección, o no, de los ancianos; el uso, o no, de mascarillas, cada decisión que tomamos tiene un valor ético. Es una pandemia metafísica porque todo lo que hacemos, compramos, comemos, la manera en que hablamos y nos comunicamos incorpora una ética. La pandemia implica una revolución moral, una revelación del hecho de la realidad ética, Kant le llamó el reino de los fines, y es la capacidad del ser humano de discernir el mal y el bien.
En un análisis retrospectivo de Kant a la actualidad, ¿cómo es que cada vez somos menos soberanos, pero más narcisistas?
El mundo que somos lo explica el fracaso mismo de la Ilustración y el hecho de que hemos desdoblado el saber científico-tecnológico del saber ético. Ese es el gran fracaso: la ciencia ha permitido que se mate más masivamente y más rápidamente, la ciencia acumula más muertes que la religión. Resulta agresiva la idea misma según la cual la política tiene que hacer lo que dice la ciencia y ya está. ¡No!, la que resuelve la crisis es la ética, la autonomía de las personas. Necesitamos el saber científico- tecnológico, pero es precondición el hacer las cosas justas. Ciencia y tecnología no son el fin de una visión del bien sostenible. Esto es precisamente lo que nos lleva al llamado Antropoceno, la destrucción del planeta.
La ciencia y la tecnología mandan más que la ética.
La idea más estúpida de todas, por decirlo de forma clara, es que el progreso científico y tecnológico puede reemplazar el progreso ético. Es la idea más estúpida de todos los tiempos y de toda la historia de la humanidad, porque sustituir el progreso ético por el científico-tecnológico solo nos lleva a la autodestrucción. La ideología tecnoliberal es extremadamente peligrosa y sus fantasías están creando las ideologías más agresivas de nuestro tiempo. La crisis climática es precisamente resultado del puro progreso científico y tecnológico, por más que son disciplinas del saber.
La pandemia es una llamada de atención.
El virus ha refutado de pleno la metafísica del Antropoceno. Lo que nos dice la pandemia es que no somos para nada importantes. Y luego viene otra cosa, el hecho de nuestro «Ser animal».
Antes de la pandemia el “Antropoceno” y el “Posthumanismo” centraban buena parte del debate ontológico.
Los dos son debates falsos y peligrosos. Somos y continuaremos siendo animales. El virus nos ha demostrado que estamos en la misma situación que los neandertales, pero todavía no hemos aceptado esta lección con la modestia que requiere, y continuamos en el modelo tecnológico científico. Esta metafísica del cientificismo tiene un punto
Planteas una ética de la alteridad. ¿Se ha inspirado en los pensadores judíos de la modernidad?
Desde luego, mucho. Para mí Spinoza es un pensador imprescindible: sin Spinoza no hay Ilustración. Pero, además, sin Moses Mendelssohn no hay Kant, sin Salomón Maimon no hay Idealismo alemán, sin Hans Jonas –que fue el primer pensador que se dio cuenta de que tenemos deberes respecto a personas que todavía no existen, es decir, generaciones futuras–, no hay partido verde tal y como lo conocemos; sin Lévinas no hay política del otro, sin Hannah Arendt no hay una buena descripción del totalitarismo. Toda la tradición semítica es fundamental.
La tradición cosmopolita.
Por eso es importante también la musulmana; especialmente en el momento de deconstrucción de nuestros propios orígenes. Siendo cosmopolita, no puedo ser solo alemán-cristiano; es incompatible con esta idea de conocerse a uno mismo a través del otro.
Para usted la “ética” está íntimamente ligada al concepto de “acogida”.
Exacto. Y acoger la diferencia radical presupone evitar los estereotipos. Sin embargo, vivimos en una época de estereotipos que ahora ya produce la inteligencia artificial, máquinas de desinformación que polarizan y dividen a la gente en estereotipos. Éticamente hablando es mucho peor Twitter que Donald Trump. Las redes sociales van al corazón de nuestro pensamiento y lo afectan. Son muy peligrosas.
Son máquinas de crear odio.
De ahí mi insistencia de que necesitamos introducir ética y filosofía ya desde la escuela, para que, entre otras cosas, sepan acoger la diferencia. Pero no por autoridad, como es el “deber” kantiano, sino inspirado en un modelo democrático y compartido. Y no antropogénico, pues la ética debe también dirigirse hacia otros animales, no solo el humano.
Conviene señalar que comprendes la democracia no como un gobierno de mayoría sino como un gobierno eminentemente moral.
La mayoría no significa democracia, esto a la larga es un modelo oligárquico porque la mayoría no representa a todos. La moral sí. No es fácil y es un proceso falible; pero si no se da una cierta orientación moral, ¿para qué queremos la democracia? En Alemania se ha desatado una gran polémica entre los que quieren más confinamiento o menos. Una mayoría quiere más confinamiento y ni siquiera permite que los vacunados puedan ir al restaurante. Eso es inmoral y malo. En Europa debemos tener claro si queremos ser una democracia o una dictadura de la mayoría. Claro que hay una dictadura en China, pero es mejor que la dictadura de las mayorías porque al menos es efectiva, mientras que la dictadura de la mayoría es inefectiva y estúpida, y desde luego puede ser
En su libro señala que la posmodernidad ha traído el relativismo moral.
La postmodernidad y una falsa concepción de la democracia vienen juntas. La democracia real es la que acepta que hay algo por encima de la política, y ese algo es la dignidad humana.