Vinicio Barrientos Carles
Guatemalteco de corazón, científico de profesión, humanista de vocación, navegante multirrumbos… viajero del espacio interior. Apasionado por los problemas de la educación y los retos que la juventud del siglo XXI deberá confrontar. Defensor inalienable de la paz y del desarrollo de los Pueblos. Amante de la Matemática.
La paradoja de la sociedad de la información es que las personas están atrapadas en la información. Ellas mismas se colocan los grilletes al comunicar y producir información.
Byung-Chul Han
«Infocracia» es un neologismo acuñado por el filósofo y ensayista alemán, de origen surcoreano, Byung-Chul Han (pronunciado «Piong-Chol-Jan»), nacido en Seúl en 1959. De hecho, tanto el titular como el contenido de este artículo responden a su más reciente obra: «Infocracia. La digitalización y la crisis de la democracia». En primera instancia, cabe señalar que la totalidad de la línea discursiva del pensador se ve reflejada de manera brillante en este magnífico texto, tildado de muchas maneras, como prodigioso o revelador. En cualquiera de los casos, los elogios no se han hecho esperar y desde ya recomendamos al lector y lectora un acercamiento a la obra y las ideas generadoras allí manifestadas.
Las excelentes ponderaciones no son para menos, pues las propuestas y las invitaciones que el filósofo germano-coreano realiza lo sitúan al frente de las reflexiones de cabecera, que todo ciudadano del mundo debería hoy en día realizar. Está generalizada la idea de que la filosofía es un asunto para el ocio, sin practicidad o utilidad alguna. En los ajetreos que el siglo XXI ha venido a imponer, pareciera que un filosofo de buena cepa no tiene mucho que agregar a la cotidianeidad de las personas de a pie, quienes, en el fondo, terminamos siendo los sujetos, y objetos, de este ajetreo que menciono.
Sin embardo, pensadores como el esloveno Slavoj Žižek, o el, mucho más joven, alemán Markus Gabriel, demuestran que es posible hacer llegar la filosofía a las grandes masas, pero, ante todo, hacerles participar del quehacer filosófico, como un cuestionamiento racional, serio, reflexivo y divergente, de aquellas cosas que aceptamos sin detenernos a pensar en ellas, planteando interrogantes que son necesarias para dotar a la vida humana de un sentido y una comprensión singular, tan deseable como necesaria. Empero, desde mis particulares puntos de vista, es el filósofo Han quien mejor realiza esta doble tarea, haciendo accesible la mejor filosofía contemporánea a todo tipo de público.
Ahora compartiremos un par de aspectos medulares de la citada obra, pero conviene dejar claro, desde un inicio, que cualquier resumen dejará de lado algunos puntos de crucial importancia, pues Infocracia representa un sobresaliente ensayo filosófico, por sintético, excelentemente bien estructurado y, como hemos dicho, tremendamente accesible. En este sentido, y siguiendo al mismo Han, habrá que ser fino en los análisis, pues en un mundo que se apega, desde hace muchas décadas, a los denominados best sellers, corre el riesgo de que todo aquello que está facilitado para todas y todos, degenere con gran celeridad, debido, cabalmente, a la popularidad que adquieren las obras.
El ensayo, filosófico, en el sentido más profundo de lo que esta palabra pueda significar, ha sido publicado este año en el idioma castellano, por la editorial Taurus, en una versión de muy buena calidad, en todos los aspectos físicos editoriales que se pudiera considerar. No obstante, todos los detalles favorables observados en la versión física, o en el mismo audiolibro, se encuentran en íntima conexión con las facilidades que hemos comentado tiene la obra, y que han venido caracterizando al autor, quien en pocas páginas, siempre rondando el centenar, pero en letra y formato agradable, traslada una lectura amena y directa a la vez. En breve: no hay una sola palabra que sobre o que falte.
Con lectores decrecientes, escasos, con mayorías que buscan imágenes y frases cortas, fáciles de diferir, es harto reconocido que un libro un poco más extenso de lo mínimo necesario terminará espantando al mejor intencionado público. Han soluciona esta dificultad recurriendo a una brevedad, fría y contundente, en cada una de sus frases, construyendo un hilamiento de una idea tras otra, como una cascada de proposiciones que derivan en una argumentación sólida y eficaz. Sumergiendo al lector y lectora en una indagación, más que necesaria para nuestra época, continúa trazando la honda crítica, la que ha venido realizando, en contra de la conformación y estructura de la sociedad contemporánea, del uso y abuso que los medios digitales representan.
Antes de continuar con el par de aspectos que deseo compartir, regresemos al inicio. Un neologismo es una nueva palabra que empieza a circular de manera amplia, debido a lo útil que resulta, pues describe un fenómeno frecuente para el cual no existía un término previo. Es el caso del término «aporofobia», que fue introducido por la filósofa española Adela Cortina Orts, y del cual hemos conversado en el artículo «Ética y ciudadanía». https://www.plazapublica.com.gt/content/etica-y-ciudadania Con el tiempo, como en el ejemplo citado, la nueva palabra puede pasar a incorporarse al léxico oficial de la lengua de la que se trate. El caso de «infocracia» va rápidamente por el mismo camino.
Empero, el acuñar un término es algo que va más allá de la utilidad. Se trata de un acto altamente creativo, inherentemente crítico y reflexivo, que repara sobre un fenómeno relativamente nuevo, pues ello explica el por qué no se tenía anteriormente un término para identificarlo. Es el caso acaecido en la Antigua Grecia, durante ese especial período del esplendor del pensamiento filosófico racional, que hemos descrito lacónicamente en «Anaximandro y lo ápeiron». https://lahora.gt/lh-suplementos-culturales/la-hora/2022/10/07/anaximandro-y-lo-apeiron/ En estos renacimientos, suelen generarse nuevos términos para los profundos cambios que se realizan, en los cuales una supercultura se transforma, en forma relativamente más acelerada de lo usual, en otra. Los neologismos de Cortina y Han ponen en evidencia el renacimiento actualmente en curso.
Respecto de lo previo, en el artículo «Educación y transdisciplina» https://www.gazeta.gt/educacion-y-transdisciplina-i/ compartimos esta visión personal, de los renacimientos y la supercultura, que, como veremos, filosofos de talla como la de Han, comparten parcialmente. De manera especialmente relevante, el filósofo planteará la estructura de la sociedad occidental en los últimos tres siglos, y de cómo los cambios observados responden a las transcisiones de un determinado régimen a otro, con sus modos y prioridades políticas particulares. Como estudioso de la cultura que es, Byung-Chul Han, describe la crisis de la democracia, atribuyéndola al cambio estructural de la esfera pública en el mundo digital, nombrándola, precisamente, infocracia. En un resumen descriptivo de la obra, se lee:
La digitalización avanza inexorablemente. Aturdidos por el frenesí de la comunicación y la información, nos sentimos impotentes ante el tsunami de datos que despliega fuerzas destructivas y deformantes. Hoy la digitalización también afecta a la esfera política y provoca graves trastornos en el proceso democrático. Las campañas electorales son guerras de información que se libran con todos los medios técnicos y psicológicos imaginables. Los bots, las cuentas falsas automatizadas en las redes sociales, difunden noticias falsas y discursos de odio, influyendo en la formación de la opinión pública. Los ejércitos de trolls intervienen en las campañas apuntalando la desinformación. Las teorías de la conspiración y la propaganda dominan el debate político. Por medio de la psicometría y la psicopolítica digital, se intenta influir en el comportamiento electoral y evitar las decisiones conscientes.
Varias nociones, claves en la obra, como la de la psicopolítica y otras, no son nuevas. Lo medular de las mismas se ha venido construyendo previamente, para lo que, posiblemente, convendrá revisar los textos previos. Sin embargo, lo crucial, y lo fascinante a la vez, es que puede darse lectura al ensayo sin sufrir trabones de ningún tipo. Las ideas caen por su propio peso. De hecho, las imágenes acá incluidas y lo que sigue puede encontrarse, en su mayoría, en un vídeo de difusión de muy buena calidad, que recomendamos a quien nos lee: aquí el enlace. https://www.youtube.com/watch?v=vgsf2ZUVf4A Por otro lado, es relevante empaparse del contexto de la obra: el denominado dataísmo.
Sobre ello, pertinente es citar, en este momento, al historiador y escritor israelí Yuval Noah Harari, quien, en el último capítulo de su segunda obra, «Homo Deus: Breve historia del mañana», expresa: «La religión emergente más interesante es el dataísmo, que no venera ni a dioses ni al hombre: adora los datos». De hecho, este último capítulo se titula «La religión de los datos». Harari fue reconocido mundialmente por las ideas vertidas en la primera de sus obras: «Sapiens: De animales a dioses». En la Wikipedia, sobre las ideas dataístas, se lee:
Harari lleva la idea del dataísmo más lejos, ubicándola en su contexto histórico. Argumenta que todas las estructuras políticas o sociales competidoras pueden ser vistas como sistemas de procesamiento de datos: «El dataísmo declara que el universo consiste en flujos de datos y que el valor de cualquier fenómeno o entidad está determinado por su contribución al procesamiento de datos».
Han inicia su ensayo explicando lo que él denomina los regímenes de la sociedad. En la imagen siguiente, y en la copia del inicio del audiolibro, que coloco en lo que viene, se resumen las ideas básicas. El filósofo expone cómo en los siglos XIX y XX se pasa de un régimen antiguo, soberano, a un régimen disciplinario, capitalista, en donde los medios y una sociedad de la vigilancia son factores clave para su comprensión. Empero, concentra su discurso en el presente, en el denominado régimen de la información, explicando cómo en este nuevo dominio, la información prevalece sobre la verdad, en su sentido epistemológico tradicional.
De esta guisa, explica que este régimen de la información representa un cambio tajante y radical, uno que afecta todos los procesos humanos, tanto los sociales como los económicos y políticos. Desde esta priorización de la información y los datos, pasa a ilustrar un nuevo modo de capitalismo, que viene a sobreponerse sobre el capitalismo basado en la vigilancia, que trataba a las personas como ganado, como material proveedor de energía, en el que regía una biopolítica, centrada en los cuerpos. En esta, el poder se hacía visible, pero invisibilizando a los sometidos.
En contraposición, en la psicopolítica, imperativa en el régimen contemporáneo de la información, todo es transparente, menos el poder mismo, esto es, menos los algoritmos, la caja negra que encierra la dominación misma. Este trasfondo de opacidad será disfrazado y presentado de maneras muy engañosas. Sin existir prohibiciones ni coerciones, se pasa a un modelo fundamentado en motivaciones e incentivos, explotando libertades. Se construyen nuevas técnicas de poder capitalista, pasando de unas dinámicas de control y castigo, hacia otras, que abren puertas y ventanas a la motivación y la optimización. Presenta a los inductores y motivadores, los llamados influencers, como los salvadores, haciendo parodia de una eucaristía digital. Se instaura, a nivel de las creencias, una nueva macroreligión.
De una necesidad de aceleración, inherente a la información, se pasa a la represión de las prácticas cognitivas, como el saber, la experiencia y el conocimiento, pues estas consumen tiempo. En una de sus obras precedentes, Han escribe «La depresión es la enfermedad de una sociedad que sufre de excesiva positividad». En Infocracia explica como esto se desarrolla como una consecuencia natural del nuevo régimen de la información, señalando los puntos de quiebre sobre esta equivocada perspectiva de la realidad: «El fin de los grandes relatos, que da paso a la posmodernidad, se consuma en la sociedad de la información. Las narraciones se desintegran y acaban en informaciones. La información es lo contrario de la narración».
Así, el discurso se sustituye por los datos. El procesamiento algorítmico del big data https://lahora.gt/lh-suplementos-culturales/la-hora/2022/12/02/quetta-y-ronna-al-si/ incluye y absorve a la población. Los dataístas llegan incluso a afirmar que la inteligencia artificial escucha mejor que los humanos. Leemos:
La tecnología de la información digital hace de la comunicación un medio de vigilancia. Cuantos más datos generemos, cuanto más intensamente nos comuniquemos, más eficaz será la vigilancia. El teléfono móvil como instrumento de vigilancia y sometimiento explota la libertad y la comunicación. Además, en el régimen de la información, las personas no se sienten vigiladas, sino libres. De forma paradójica, es precisamente la sensación de libertad la que asegura la dominación. La prisión digital es transparente [pero] la transparencia en sí misma no es transparente [, y por ello] nos entregamos al poder cada vez mayor de la caja negra algorítmica.
Han explica que, en esta era de las fake news, la desinformación y la teoría de la conspiración, https://www.gazeta.gt/negacionismos-y-conspiraciones-ii/ la realidad y las verdades fácticas se han esfumado. La información circula ahora, completamente desconectada de la realidad, en un espacio hiperreal. Comparto ahora el inicio del audiolibro, tomado de este enlace: https://www.youtube.com/watch?v=KCyCpGuLPEQ
Llamamos régimen de la información a la forma de dominio en la que la información y su procesamiento mediante algoritmos e inteligencia artificial determinan de modo decisivo los procesos sociales, económicos y políticos. A diferencia del régimen de la disciplina, no se explotan cuerpos y energías, sino información y datos. El factor decisivo para obtener el poder, no es ahora la posesión de medios de producción, sino el acceso a la información que se utiliza para la vigilancia psicopolítica, y el control y pronóstico del comportamiento. El régimen de la información está acoplado al capitalismo de la información, que hoy deviene en un capitalismo de la vigilancia, y que degrada a las personas a la condición de datos y ganado consumidor.
El régimen de la disciplina es la forma de dominación del capitalismo industrial; este régimen adopta una forma maquinal, todo el mundo es un engranaje dentro de la maquinaria disciplinaria del poder. El poder disciplinario penetra en las vías nerviosas y en las fibras musculares y convierte una pasta informe, un cuerpo inepto, en una máquina, fabrica cuerpos dóciles. Es dócil un cuerpo que puede ser sometido, que puede ser utilizado, que puede ser transformado y perfeccionado. Los cuerpos dóciles, como máquinas de producción, no son portadores de datos, de información, sino portadores de energías. En el régimen de la disciplina, los seres humanos son entrenados para convertirse en ganado laboral.
El capitalismo de la información, que se basa en la comunicación y la creación de redes, hace que técnicas de disciplina como el aislamiento espacial, la estricta reglamentación del trabajo o el adiestramiento físico, queden obsoletas. La docilidad, «docilité», que también significa sumisión u obediencia, no es el ideal del régimen de la información. El sujeto del régimen de la información no es dócil y obediente, más bien se cree libre, auténtico y creativo; se produce y se realiza a sí mismo.
El régimen de la disciplina, que describe [Paul Michel] Foucault, utiliza el aislamiento como medio de dominación. La soledad es la primera condición de la sumisión total. El panóptico con celdas aisladas unas con otras es la imagen ideal y simbólica del régimen de la disciplina. Sin embargo, el aislamiento ya no puede aplicarse al régimen de la información, que explota especialmente la comunicación. La vigilancia en el régimen de la información tiene lugar a través de los datos. Los internos del panóptico disciplinario, aislados de sí mismos, no generan datos, no dejan rastros de datos, porque no se comunican.
El objetivo del poder disciplinario, biopolítico, es el cuerpo. Para la sociedad capitalista lo más importante era lo biopolítico: lo biológico, lo somático, lo corporal. En el régimen biopolítico el cuerpo se sujeta a una maquinaria de producción y vigilancia que él optimiza mediante la ortopedia disciplinaria. El régimen de la información, en cambio, cuyo advenimiento Foucault, obviamente no reconoció, no persigue ninguna biopolítica; su interés no está en el cuerpo, se apodera de la psique mediante la psicopolítica. Hoy el cuerpo es, ante todo, objeto de estética y «fitness». Al menos, en el capitalismo informativo occidental, está, en gran medida, liberado del poder disciplinario, que lo convierte en una máquina de trabajo.
Toda dominación tiene su propia política de visibilización. En el régimen de los soberanos las escenificaciones ostentosas del poder son esenciales para la dominación: el espectáculo es su medio. La dominación se presenta con un esplendor teatral; sí, es el esplendor lo que lo legitima. Las ceremonias y los símbolos de poder estabilizan la dominación. Las coreografías para impresionar al público y el atrezo de la violencia, los ritos sombríos y el ceremonial del castigo forman parte de la dominación, como teatro y espectáculo. Los tormentos físicos se exponen al público; los verdugos y los condenados obran como actores; el ámbito público es un escenario; el poder del soberano funciona por medio de la visibilidad teatral. Es un poder que se deja ver, se da a conocer, se vanagloria y brilla.
Sin embargo, los sometidos sobre los que se ejerce y despliega, permanecen en gran media invisibles. A diferencia del régimen premoderno del soberano, el régimen moderno de la disciplina no es una sociedad del espectáculo, sino una sociedad de la vigilancia. Las ostentosas celebraciones de los soberanos y las espectaculares exhibiciones de poder dejan paso a las poco espectaculares burocracias de la vida…
En suma, en medio del torbellino digital de ceros y unos, de la revolución telemática y de la inteligencia artificial, https://www.gazeta.gt/quinta-generacion-aeronautica-y-automatizacion-i/ Han, retorna al pensamiento. Queremos cerrar con un extracto de frases que nos parecen especialmente válidas y trascendentes, como la que hemos colocado, al inicio, como epígrafe. Seguro, tendremos que regresar a todas ellas en posterior ocasión. Sin embargo, sobre la crisis, ontológica primero, política después, las dos primeras frases nos arrojan luces, respectivamente. La última, a manera de síntesis, le da un especial sentido al subtitular que hemos utilizado:
La información es aditiva y acumulativa. La verdad, en cambio, es narrativa y exclusiva. Existen cúmulos de información o basura informativa. La verdad, en cambio, no forma ningún cúmulo. La verdad no es frecuente. En muchos sentidos se opone a la información. Elimina la contingencia y la ambivalencia. […] Hoy estamos bien informados, pero desorientados.
Desde la perspectiva dataísta, la democracia de partidos dejará de existir en un futuro próximo. Dará paso a la infocracia como posdemocracia digital. Los políticos serán entonces sustituidos por expertos e informáticos que administrarán la sociedad más allá de los principios ideológicos e independientemente de los intereses del poder.
Hoy vivimos presos en una caverna digital, aunque creamos que estamos en libertad. Nos encontramos encadenados a la pantalla digital. Los prisioneros de la caverna platónica se hallan intoxicados por imágenes narrativas míticas. La caverna digital, en cambio, nos mantiene atrapados en la información. La luz de la verdad se apaga por completo.
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