Mi nombre es Karla, no sé si llamarme escritora porque no escribo con el fin darme a conocer como alguien distinguido e ilustre, mi propósito único en la escritura siempre fue y ha sido el poder de liberar todo aquello que oprime mi ser, como humana y como mujer, debo guardarlo en el cajón de la habitación oscura dentro de lo profundo de mi alma. Provengo de una familia humilde que, apenas pudo abrir un solo ejemplar durante su largo legado. Escribí mi primer cuento a los 10 años, a los doce declamé mi primer poema, pero siempre me negué a reconocer que la literatura me llamaba a su morada. Hasta que un día abrí un libro y terminé atrapada en el universo de las letras.

 

 

Por eso y por más

Por eso he dejado de inhalar las pasiones del aire
y prefiero simplemente exhalar pesares.

He dejado de observar por la ventana
la calle sucia y a las personas estiradas,
me limito a contemplar mi reflejo
en el espejo viejo y olvidado como la telaraña,
desde que despierta el cielo
hasta que cierra sus ojos
asustado de ver a los amantes
besarse bajo la imagen de los santos.

He dejado de creer en Dios,
y prefiero vivir bajo el agua
que escuchar como la podrida madera de esta cruz
suspira mi sentencia.

Los niños hambrientos ya no lloran,
mueren lentamente
mientras todos comemos el dinero diariamente.

La mujer deja caer lágrimas de leche al infante,
que esperar a que la sombra llegue
y la muela en la piedra junto a la masa.

Por eso ya ni me río,
ya ni respiro,
ya olvidé cómo se piensa,
cómo se habla,
sólo ando porque la injusticia me lleva.

No espero una lluvia de estrellas fugaces
para pedirles que me arrastren por todas las faces.

Como mis antecesoras,
camino desnuda por las noches,
besando con los pies la madre tierra.

Mientras el frío me calienta los senos
y la luna me recorre el cuerpo con la mirada,
los seres de la oscuridad asechan en la montaña
para ver si en algún momento
se me caen los pensamientos.

Ya no puedo ni fantasear con tu recuerdo,
me limito a escuchar el silencio de tus palabras,
a llorar por dentro lo que por fuera no quiero que vean.

Por eso hablo escribiendo,
tomo un letra y le digo que nade con sus hermanas
en el eco que va dejando el viento,
así en algún momento
choquen con los cuerpos que llevan espíritus dentro,
los vean a los ojos,
les griten para que se despierten,
y asusten a los pobres
que llevan las bandas de presidentes.
Por eso y por más.

Sol de lluvia

Hay cosas
que a simple vista
parecen sencillas,
pero en realidad
entre las sombras
te arrebatan la vida.

¿Cómo decir…?
¡Cómo gritarle al mundo!
A la familia,
a mí misma:
“No más piernas cerradas.”

Las alas me brotan a mares
y las lágrimas de frustración
se convierten en plumaje.

Déjate sentir,
déjate amar,
mi amor
mío no,
sino de otro corazón.

Al vuelo

“Permítele salir al vuelo, deja a esa calandria
salir a su propio encuentro.”

Enséñale a volar,
deja al pichón
extender su libertad.

Déjalo escapar,
abre la reja de la vida,
enséñale a volar.

Aliméntalo,
dale del vómito
de tu sabiduría.

Nútrelo
con las mieles
de tu tierno amor.

Pero,
déjalo probar
las amarguras del mundo.

Empuja sin miedo
su frágil cuerpo
hacia el vacío.

Aprende calandria
a extender esas alas,
ábrete a las intrigas.

A las mentiras
sácales pecho,
desnúdalas.

Y al amor
encuéntralo
debajo de un alhelí.

Déjala volar sola.
No retengas su espíritu.
No la guardes de vivir.

El grito
¿Escuchaste eso?
Es el crujir de las entrañas
en el corazón de la madre tierra.
El rugido de un volcán en primavera.
El aleteo frenético del colibrí.
El sonido del vació
al son de una pena por amor.

¿Escuchaste eso?
Es el crujir de una ilusión
en la palma de la verdad.
El rugido de un amor quebrantado.
El absurdo aleteo de la esperanza.
El sonido de las mariposas
revoloteando a nuestro alrededor.

¿Si escuchaste eso?
Son los espejos de nuestras almas
desplomándose.

Selección de textos. Luis Alfredo Aguilar

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