¿Podría calificarse su voz de alarma sobre lo que internet está supuestamente haciendo con nuestras mentes como una derivación de la pugna que señaló Umberto Eco entre apocalípticos (los que denostaban la cultura de masas) e integrados (los que la celebraban)?

Espero que cumpla esa función. Mi libro ofrece una visión idealizada de lo que era la vida intelectual en el mundo occidental. Un pensamiento profundo y solitario. Las nuevas tecnologías nos están alejando de ese ideal, de una forma de pensar completamente distinta de la tradicional. Ahora es mucho más utilitaria. Era un pensamiento más profundo.

¿Estamos despreciando las viejas humanidades, la filosofía, la filología… como algo que no tiene una rentabilidad inmediata?

Sin duda. Como sociedad estamos devaluando lo que solía ser central al pensamiento intelectual, que era el pensamiento profundo y creativo de los científicos y pensadores, que iba mucho más allá de solucionar problemas concretos. Nos estamos cada vez más de la imagen que esculpió Rodin en «El pensador», la imagen de alguien entregado a la tarea de pensar.

Esa imagen parece completamente pasada de moda. Nuestro ideal de pensamiento humano ha cambiado.

Mentes más superficiales, incapaces de pensar profundamente, de analizar y concentrarse… ¿Las consecuencias sociales de todo esto son para preocuparse?

Sí. Creo que lo que sabemos acerca de la mente es que buena parte de las más profundas, conceptuales, críticas y creativas vías de pensamiento son solo posibles cuando nos aislamos, nos alejamos de todo tipo de distracciones. Ahora somos inducidos a participar en esa distracción permanente, a asumir más y más distracciones. Sacrificamos algunas de las bases del pensamiento profundo por algo más banal, más superficial.

Por su formación y su estilo de escritura no parece amigo de las teorías de la conspiración, pero de su libro podría deducirse que los cambios que está provocando en la biología del cerebro y en nuestra forma de pensar está creado ciudadanos más propensos a la manipulación política

Hay dos fuerzas operando. Por una parte hay más información, más gente logra obtener información que antes era mucho más difícil de conseguir, pero al mismo tiempo, al estar más informados, es mucho más difícil que se dejen manipular. Al mismo tiempo internet también tiende a propiciar más manipulación por parte de las grandes corporaciones, centrándose sobre todo en la parte comercial y publicitaria. Hay esta tensión constante en internet, entre liberación y pretensiones de control por parte de poderes centralizados o corporaciones.

Tenemos mucha información pero perdemos capacidad para hacer deducciones complejas

No creo que teniendo más información seamos capaces de desarrollar pensamientos complejos. Solía asumirse que el pensamiento tenía dos etapas: la de búsqueda de información, y pensar de forma profunda y creativa a partir de la información recopilada, aportando tus propias visiones, tus propias deducciones. Hoy parece que estamos perdiendo la segunda parte, nos quedamos en la primera, como si no fuera necesario extraer deducciones o conclusiones originales. Las nuevas tecnologías nos instan a buscar, pero no a reflexionar.

¿Estamos más cerca del mundo feliz de Huxley que del Gran hermano de Orwell?

Creo que sí. Lo que ves en internet es gente que disfruta de la distracción, el entretenimiento, la diversión. No se trata de un Gran Hermano imponiendo algo, somos nosotros, quizá disfrutando de ser superficiales. Internet desincentiva el pensamiento profundo. Internet consigue que nos desentendamos del pensamiento crítico acerca de lo que está haciendo internet, porque dedicamos todo el tiempo a los placeres, a picotear informaciones o interactuar socialmente.

¿Es el triunfo del marketing sobre la substancia?

De manera creciente -como vemos en Facebook y otras redes sociales-, el marketing y la publicidad se han incrustado en nuestra vida social, e incorporado a nuestra vida íntima. Y eso al margen de que haya también componentes de marketing en el constante envío de mensajes. Lo curioso es que lo estemos haciendo de forma voluntaria. Hemos dejado de resistirnos, nos estamos abriendo constantemente.

¿Podrían haber triunfado las revoluciones árabes sin las redes sociales?

Es difícil de saber. Está claro que redes como Twitter y Facebook han jugado un importante papel, y que han ayudado a organizarse y a luchar. Pero ha habido también revoluciones en el pasado sin disponer de este tipo de tecnologías, por lo que es difícil determinar el grado de importancia que han tenido. Pero está claro que internet tiene un lado liberador y otro controlador, y lo que hemos visto en Egipto y Libia es el lado liberador, orillando al poder central y el control estatal. Internet tiene dos lados, en cuanto a sus implicaciones sociales, políticas e intelectuales.

¿Cómo lleva su matrimonio con la tecnología? ¿Sigue ajeno a Twitter, Facebook entre paréntesis, el correo electrónico racionado…?

Todavía uso mucho internet. Lucho con ello. Cancelé mis cuentas en Facebook y Twitter porque aunque entiendo el valor que la gente obtiene de ello me parece que esas tecnologías son las más activas a la hora de distraernos, de interrumpirnos constantemente, extrayendo bits de información. Pero todavía uso internet para búsquedas, investigación y entretenimiento. Es una lucha. Aunque sientes que eres un esclavo de la tecnología es muy difícil pararlo.

¿Con su mensaje se siente como una especie de misionero predicando en tierra hostil?

Sí, creo que es extraño, porque soy alguien que ha sido un gran utilizador de internet.

¿Cómo un adicto?

De alguna manera. Mi experiencia personal me ha llevado a una cierta desilusión. Alguien que lo ha utilizado mucho y ha llegado a darse cuenta de que lo que estaba perdiendo era más importante que lo que ganaba. En los veinte años que llevamos desde que se inventó la World Wide Web ha habido una suerte de triunfalismo, de utopía, y no hemos pensado críticamente sobre los efectos que puede tener en nosotros. Espero que ahora surja un nuevo pensamiento crítico.

Desde el punto de vista neurológico y cerebral ¿es lo mismo leer un libro de papel que un e-book o un periódico en papel que en internet?

No, creo que es muy diferente. Creo que leer en una pantalla, aunque sea la misma cosa, es una experiencia muy diferente que leer un libro. Un libro es una tecnología, del mismo modo que internet es una tecnología. Cuando abres un libro la característica esencial es que te aíslas del entorno y de todo tipo de distracciones. Enfocas tu atención en una historia o en un argumento por un período de tiempo, lo que para los seres humanos es una forma innatural de pensar. El libro nos enseña a prestar atención. En el momento en que lo pones en la pantalla ya no aíslas al lector de otras distracciones, con todos los mensajes, vídeos, audios, email, Facebook… Pierdes el tipo de concentración en el texto y recibes muchos más estímulos y distracciones. Es evidente que resulta mucho más difícil leer en una pantalla y sumergirse de forma profunda que en una página de papel.

¿La absorción y el alimento para el cerebro son muy diferentes?

Sí.

En su libro utiliza una palabra que parece obsoleta en el discurso actual, alienación. ¿Piensa que algunas de las intuiciones o deducciones de Marx siguen siendo útiles para analizar la beneficiosa alianza entre capitalismo, mercantilismo y tecnología?

Utilizo la palabra más en un sentido social que desde un punto de vista político tradicional. A medida que adoptamos una nueva tecnología que amplía algún aspecto de nuestro cuerpo o de nuestra mente al mismo tiempo nos distanciamos de nuestra capacidad natural. Cuando alguien va en un coche en vez de andar va más rápido, pero se aliena del paisaje. Del mismo modo, vemos esto al usar la tecnología para ampliar nuestra mente o nuestro sistema nervioso. Nos parecemos más a máquinas. Si pensamos como máquinas perdemos la conexión entre nuestra mente y nuestro proceso biológico natural.

Memoria y disco duro se han convertido en el lenguaje coloquial casi en sinónimos. ¿En el lenguaje comienzan todas las perversiones?

Así es. Una de las maneras más profundas en que la nueva tecnología nos cambia es introduciendo nuevas metáforas para entendernos a nosotros mismos, y esas tienen que ver con nuestra parte física o nuestra identidad intelectual. Cuando se introdujo el reloj mecánico empezamos a hablar de cómo trabajamos bajo esa pauta. Lo que vemos hoy es que la metáfora dominante para la mente es el ordenador y la gente no puede distinguir su propia memoria de una base de datos. A medida que la metáfora se hace más sólida la gente empieza a pensar de la misma manera y cuando la metáfora se hace literal no ves ninguna necesidad de ejercitar tu memoria porque piensas que internet es tu propia memoria, lo cual es una completa distorsión de lo que ocurre, de la parte de experiencia.

¿El desprestigio de la memoria es una catástrofe?

Todo lo que biológicamente sabemos de la memoria es que solo a través de una rica memoria personal obtendrás riqueza intelectual, conocimientos, porque establece conexiones entre lo que conoces, has vivido, has experimentado. Cuando solo te basas en conexiones externas pierdes tu propia identidad, y acabas teniendo una personalidad más plana.

¿Es el algoritmo de Google la nueva piedra de Roseta, el genoma de nuestro cerebro adaptado a las necesidades tecnológicas y productivas de la nueva sociedad?

Creo uno de los grandes problemas de la gente utilizando buscadores para descubrir información es que pierden de vista el hecho de que los buscadores están determinados por la popularidad. Si crees que internet va a abrir un nuevo mundo en todas direcciones y que uno puede explorarlas de forma personal, en la medida en que usamos los mismos buscadores llegaremos a los mismos sitios. Y esa será la búsqueda que obtenga más popularidad, algo que la tecnología no hace sino retroalimentar.

¿Tiene el mismo efecto para la mente ver muchas horas el canal de televisión Fox que leer el «New Yorker»?

Creo que tienen efectos diferentes. Sabemos que nuestra mente se adapta a diferentes ambientes, y cada medio crea ambientes diferentes.

Desde el punto de vista de un periodista, ¿es mejor proporcionar informaciones profundas, ecuánimes y documentadas para crear buenos ciudadanos que mensajes claros y directos que provocan emociones inmediatas?

Eso es una tendencia mucho más antigua que la de internet, lo que hacen los medios al alejarnos del pensamiento crítico y convertir todo en mensajes simples. Eso ha estado ocurriendo desde hace mucho tiempo. Pensamos que internet iba a contrarrestar esa tendencia proporcionando a la gente más información, pero lo que hemos visto es simplemente una continuación de esa tendencia, con el picoteo rápido y superficial de información.

¿Internet es un espejo de una sociedad que busca la satisfacción inmediata de deseos sin esfuerzo, y eso propicia nuevas frustraciones?

Una cosa que hace internet es encoger el tiempo entre acto y respuesta. En todo. Responder a una pregunta, encontrar algo… Y esa tendencia hace que el cerebro espere siempre una satisfacción inmediata. Los medios corrigen nuestra percepción del tiempo. Internet hace que deseemos respuestas instantáneas, lo que hace mucho más difícil un pensamiento lento, contemplativo y profundo, porque nos están entrenando para lo contrario, para surfear.

¿Está asustado de los peligros de internet, de su lado oscuro?

Estoy preocupado. Siempre hay un peligro de ser un alarmista ante las nuevas tecnologías. Pero una de las características del ser humano es nuestra capacidad de adaptación, y nos adaptaremos. Para mí, decir que nos adaptamos debe dar a paso a otra pregunta: si adaptarse es un proceso de cambio, ¿entonces en qué nos convertimos? Mucha gente dice no te preocupes, nos adaptaremos, a lo que yo respondo: ¿En qué nos vamos a convertir?

¿Qué hacer? ¿Leer libros?

Creo que como individuos necesitamos asegurarnos de que tenemos oportunidades para implicarnos en formas más concentradas de pensamiento: leyendo un libro, mediante una conversación intensa con otra persona, sin consultar tu i-phone o lo que sea, caminar, volver a entrar en contacto con la naturaleza… Cualquier cosa que nos pueda dar un descanso, un corte frente al permanente bombardeo informativo, tecnológico. Es importante para mantener un balance de la forma en que pensamos. Si perdemos formas más contemplativas de pensamiento vamos a perder algo verdaderamente importante.

¿Quién es Nicholas Carr?

No soy un cruzado. Soy un escritor interesado en explicar cosas complicadas que ocurren hoy día sobre las que a veces no pensamos con la suficiente profundidad.

Alfonso Armada / Madrid  ABC

 

 

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