Dennis Orlando Escobar Galicia

En junio de 1958 –hace nada menos que 64 años- se publicó por primera vez El coronel no tiene quien le escriba. Fue la revista Mito, una de las publicaciones culturales colombianas más destacadas de Latinoamérica de esa época, dirigida por los ilustres Jorge Gaitán Durán y Hernando Valencia, que entintó sus páginas con la que poco tiempo después sería una de las más populares y excelsas obras literarias de Gabriel José de la Concordia García Márquez. Tres años después, en 1961, el librero y editor antioqueño Alberto Aguirre la divulgó en forma de libro; fueron entonces mil quinientos ejemplares.

La novela El coronel…     fue escrita en París y otros países europeos en 1956 y finalizada un año después (Paris, enero de 1957 escribió GGM), cuando Gabriel tenía 29 años y era uno de los más cotizados corresponsales de El Espectador y aún no casado con Mercedes Barcha. Es una obra concisa que no sobrepasa en promedio las cien páginas de letra grande, escrita de manera lineal con lenguaje sencillo y figuras literarias asequibles hasta para primeros lectores de mente ágil.

“La novela –escribe el Premio Nobel de Literatura en Gabriel García Márquez habla de García Márquez- tiene una estructura completamente cinematográfica y su estilo narrativo es similar al del montaje cinematográfico; los personajes no hablan apenas, hay una gran economía de palabras y la novela se desarrolla con la descripción de los movimientos de los personajes como si los estuviera siguiendo una cámara.”

La obra trata de un coronel -bastante honesto e ingenuo- que espera durante quince años junto a su esposa –asmática pero de fuerte carácter y respuestas descarnadas- una pensión que nunca llegará; para subsistir y no vender un gallo de pelea, herencia del hijo asesinado  por repartir propaganda clandestina,  comercia  los pocos objetos de valor de su propiedad (unos botines de charol, unos anillos de matrimonio, un cuadro común y desteñido,    y un viejo reloj de pared).

La obra maestra aludida describe la trágica escasez económica –la miseria- con prosa poética, desde sus primeras líneas:

“El coronel destapó el tarro del café y comprobó que no había más de una cucharadita. (…), y con un cuchillo raspó el interior del tarro sobre la olla hasta cuando se desprendieron las últimas raspaduras del polvo revueltas con óxido de lata.”

“-Mira en lo que ha quedado nuestro paraguas de payaso de circo –dijo el coronel con una antigua frase suya. (…). Ahora solo sirve para contar las estrellas.”

Y el final es uno de los más singulares y geniales de la literatura universal:

“-Dime, que comemos.”

“El coronel necesitó setenta y cinco años –los setenta y cinco años de su vida, minuto a minuto- para llegar a ese instante. Se sintió puro, explícito, invencible en el momento de responder:”

“-Mierda.”

Muy acertadamente Mario Vargas Llosa, en Historia de un deicidio, anota: “En el Coronel no tiene quien le escriba (…) el hambre, la miseria, la injusticia aparecen en esta ficción en toda su crudeza, son el nervio de la historia (…)”.

Evoco que a un jubilado, para motivarlo a que dedicara su ocio a la lectura, le presté El coronel…  Ya me había olvidado del asunto cuando, años después, se apareció por mi casa muy feliz y con el libro en la mano, diciéndome: “Muchas gracias por facilitarme el libro. Con su lectura llegué a creer que nunca me iba a salir mi pensión del IGSS, afortunadamente me salió aunque esperé casi dos años.”

La novela El coronel… está considerada por muchos expertos y asiduos lectores como una de las mejores de García Márquez; además está catalogada entre las clásicas de la novelística latinoamericana. Germán Vargas Contillo ha expresado “(…) para mi gusto personal, entre las novelas de Gabriel García Márquez, la que prefiero, la que quiero más es El coronel no tiene quien le escriba. Y la quiero más, a pesar de que La Hojarasca me fue dedicada en sus primeras ediciones por el autor.”

Y es que la novela del Nobel de Literatura nacido en Aracataca, Colombia (1927) y fallecido en Ciudad de México (2014),   se ofrece para ser leída por muchísimos lectores –hasta por tirios y troyanos, diría más de alguno-, en virtud de su cantidad de páginas, costo, argumento, protagonistas y otras características coyunturales.  Esas razones hacen que en foros, mesas de discusión, análisis de lectura y más se utilice a El coronel… Curiosamente lo mismo ocurre con la obra de otro Nobel de Literatura; pienso en El viejo y el mar, de Ernest Hemingway.

La obra en mención ha sido llevada al teatro, a dibujos animados y al cine. En 1999, México-España-Francia y Cuba, coprodujeron la obra literaria; la dirección estuvo a cargo del destacado cineasta mexicano Arturo Ripstein. Para la adaptación del guión, la autora Paz Alicia Garciadiego (esposa de Ripstein) se vio en la necesidad comercial de crear el personaje Julia, incrustado a la fuerza para que se luciera Salma Hayek. En lo personal no me gustó la película y para “terminar de joder” tarda 118 minutos, más que la lectura del libro.  Pero…según el propio García Márquez, “El coronel no tiene quien le escriba es un gran filme”.

Tengo la impresión de que en Guatemala el Coronel… es la obra más leída y más conocida del Nobel colombiano. La he visto en vitrinas de varias librerías, en diferentes editoriales e incluso pirateada.  Su tamaño y costo se presta para ser leída donde no hay hábito de lectura y cultura de análisis literario.  El nombre de la obra hasta se ha prestado para que años atrás la prensa lo remedara en titulares.  Recordemos cuando el general Ríos Montt quería que lo inscribieran, después de ser golpista, como candidato a la presidencia de Guatemala: “El general no tiene quien lo inscriba” o “El general sí tiene quien lo inscriba”, eran algunos titulares periodísticos.

Ahora, 64 años después de la publicación de la novela de Gabriel García Márquez, y a un año de las elecciones presidenciales en Guatemala, parece que nuevamente la prensa parodiará el título de la novela: “La hija del general no tiene quien la inscriba” o “La hija del general sí tiene quien la inscriba”.  De ocurrir esto último parece que se repetirá la última pregunta y la última respuesta de la novela.

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