Max Araujo
Escritor y gestor cultural

Corría el año 2011 cuando la soberanía recibí una invitación de la Universidad Goethe, de Frankfurt de Maine, Alemania, para impartir una charla sobre mi participación, por cuatro años, en una comisión en la SEPAZ, representando al Ministerio de Cultura y Deportes, sobre el tema de lugares sagrados y práctica de la espiritualidad maya. Fue una comisión paritaria de las que se crearon para el cumplimiento de los acuerdos de paz, en este caso concretamente del de Identidad y Derecho de los Pueblos indígenas. Para la conferencia fui propuesto por Gerardo Strecker, presidente en ese entonces de la Asociación de Profesores de Español del Estado Federal de Hesse.

A este personaje, amigo entrañable de Guatemala,  lo conocí cuando el sacerdote católico Ramón Adan Stürtze nos invitó a varias personas, entre ellas Gerardo, Marco Vinicio Mejía, Marco Antonio Barahona,  y los poetas Luis Alfredo Arango y Amable Sánchez Torres, para colaborar con él en la creación de la asociación Módulos de Esperanza, para darle continuidad a su trabajo social en las colonias El Amparo y el Granizo, ubicadas en la Península de Bethania, en las zonas 7 de la ciudad de Guatemala y de Chinautla. Tanto el padre Ramón como Strecker coincidieron, años antes, como docentes en el Colegio Alemán de Guatemala. Ideas comunes los llevaron a fortalecer una amistad muy sólida; amistad que se trasladó a quienes fuimos parte de la Junta Directiva de Módulos de Esperanza.

La parroquia católica Cristo Rey de Frankfurt nos invitó con anterioridad a ese año, en dos ocasiones, a varias personas para celebrar los cumpleaños del Padre José Koenigg, párroco de la misma. Personas colaboradoras de la parroquia, hermanada con la de San Juan de la Cruz, del Amparo, a cargo del padre Ramón, gracias a Gerardo, viajaron en varias ocasiones a Guatemala. Algunas hicieron voluntariado en Módulos de Esperanza. Fundaron incluso un módulo de esperanza en Alemania. Su objetivo el apoyo económico a la obra de Stürtze, el padrecito de la moto, -como era conocido por sus vecinos–, catedrático universitario, y quien con el nombre de Victor Pabsch era columnista del diario El Gráfico.

Mi visita a la Universidad de Goethe fue el preludio de dos encuentros que se celebraron posteriormente con intelectuales guatemaltecos e intelectuales ligados a ese centro educativo, coordinados por el doctor Roland Spiller sobre la situación de nuestro país. De Guatemala viajaron a Alemania un grupo de destacadas personalidades y de Alemania a Guatemala otro grupo, cuyo segundo evento se realizó en la Universidad Rafael Landívar.  De las ponencias se hizo una publicación por parte de “FyG editores”, en 2015, cuyo costo fue asumido por los organizadores en Alemania, entre ellos el propio Spiller, Werner Mackembach, Elizabeth Rohr, Thomas Schreijäck y Gerhard Strecker. El título del libro es “Nunca más”, y contiene textos de Josef Sayer, Arturo Taracena Arriola, Gustavo Porras, Lucia Escobar, Carolina Escobar Sarti,  Werner Mackembach, Elizabeth Rohr, Dante Liano, Roland Spiller, Julia Marchio,  Valeria Grinberg Pla, Andrea Gremels y Alan Mills.

El Interés de Gerardo por Guatemala lo llevó a apoyar otros proyectos sociales o a involucrar a personas de origen alemán en los mismos, pero también organizó dos  viajes de miembros de la Asociación de Profesores de Español, antes indicada, para que conocieran Guatemala, geográficamente y culturalmente, por medio de charlas que expertos les impartieron en  diversos temas a los viajeros, en distintos lugares del país. Me involucré desde Guatemala en el apoyo a esas giras. De entre esas personas mantengo una amistad sólida con Raimund Allebrand, escritor, periodista y amante del tango, quien fue huésped en nuestra casa por mes y medio, a fines de 1993. Entre sus libros se encuentra el titulado, Die Erben Der Maya. Indianischer Aufbruch in Guatemala, por el que hace un análisis, con entrevistas, de la situación del pueblo maya en esos años.

Hablar de Gerardo Streker es hacerlo de otro de esos personajes extraordinarios, con una vida que merece una novela, trotamundos, de una generosidad inmensa, que he tenido la oportunidad de conocer y que me han enriquecido con su amistad.  No son pocas las veces que hemos coincidido sea en Guatemala, en Alemania y en Francia. Estuvimos a punto de hacerlo en Paraguay, en donde pasa temporadas, ya que se casó con una oriunda de ese país, pero no se encontraba en el mismo, cuando yo viajaría al mismo para atender una reunión de la Comisión de Construcción de Cuentas Satélites de Cultura de la OEA, de la que fui miembro por varios años. Hoy día nos mantenemos en contacto por correos electrónicos.

El caso es que recibí la invitación de la Universidad alemana como lo indiqué al principio de este texto. Viajé y me alojé en la casa de Gerardo, situada en un barrio, declarado patrimonio cultural, en la ciudad de Frankfurt, que nuestro amigo heredó de sus padres. Fui atendido por él y por su esposa Adriana, de una manera cariñosa y entrañable, en la que no faltó una reunión con amigos y amigas que por su medio había conocido antes y un almuerzo con las cervecitas de ley, como decimos en nuestro país. Incluso mi amiga Sibyl, residente en Suiza, su país, viajó para la ocasión.

Para la charla en la Universidad tuve el privilegio que mi sobrina Maria José Azurdia Araujo, hiciera un viaje expresó desde Suecia; país en el que contrajo matrimonio. En esa época ya se encontraba de embarazo. En diciembre de ese año nació mi sobrino nieto Daniel, hijo de ella y de Gustav Anderson. Tuve el privilegio de estar con ellos en su país días después de la mencionada charla.

Entre las atenciones que recibí de Gerardo estuvo una visita a los principales lugares de Frankfurt de Maine. Uno de estos el Instituto Cervantes. Estando ahí, la directora de esa sede me dio una publicación, escrita en alemán y en español, y me preguntó ¿la conoces? No sabía nada de lo que contenía. Fue así como, por casualidad me enteré de la existencia de la Carta Cultural Iberoamericana, aprobada en una cumbre de presidentes y jefes de estado de Iberoamérica que se realizó en Montevideo, Uruguay, en 2006. La publicación contenía el texto completo de dicha Carta.

De mi regreso de Suecia estuve, de paso, unos dias en la sede del Movimiento Cuarto Mundo, en Mery Sur Oise, Francia. Aproveché en esa estadía para compartir con aliados de la institución, entre ellos los esposos Dimas y Rosa Perez, guatemaltecos, y para ir nuevamene a Auver Sur Oise, muy cerca de la sede indicada,  para visitar la tumba de Vicent Van Gogh,  y el templo católico de ese lugar, así como para recorrer algunas calles de Pointose, recordando así los meses del 2006 que estuve residiendo en el complejo arquitectónico del mencionado movimiento social. Tuve en esa ocasión un tiempo para leer con detenimiento la mencionada Carta. Intuí que sería un instrumento importante para el desarrollo cultural de la región iberoamericana, como se puede comprobar hoy día con los conocidos programas IBER;  que no quedaría como una declaración más, en el área de cultura, que las reuniones de gobernantes habían emitido con anterioridad, aunque debo reconocer que el “Plan Ilimita” fue el que nos sirvió para la creación de las Políticas Nacionales del Libro, la Lectura y Bibliotecas, en el 2005,  mediante un congreso final, después de reuniones regionales,  que  celebramos en la Universidad Rafael Landívar, gracias a la generosidad de su ex  rectora, Guillermina Herrera Peña, destacada filóloga guatemalteca. De este evento fui el presidente del Comité organizador, formado por representantes de diversas entidades, encabezado por el Consejo Nacional del Libro, que presidía el editor Rodolfo Bolaños; un joven entusiasta y lleno de energía. Tasso Hadjidodou fue presidente honorario del Congreso.

En cuanto me reintegré a mi trabajo como asesor en el Ministerio de Cultura y Deportes comencé a preguntar si alguien conocía de la Carta Cultural Iberoamericana, y pude comprobar que era un misterio, por lo que me di a la tarea de explicar sobre la misma y de enviar correos electrónicos a funcionarios, empleados y amigos.

En el 2012 llegó una invitación al Ministerio, en la que se indicó que en la sede de la Cancillería de Colombia, ubicada en Bogotá, se realizaría una reunión para analizar la propuesta de un plan de acción de la Carta Cultural Iberoamericana, que presentaría la SEGIB a los Estados parte.  Y dado que el único que conocía de la mencionada carta las autoridades decidieron que fuera yo quien asistiera por Guatemala.

En Bogotá, en la reunión mencionada, en un hermoso edificio, situado en el corazón del Centro Histórico de Bogotá, muy cerca centros culturales como  el museo dedicado a Fernando Botero, de la Biblioteca Luis Angel Arango y de la sede del Fondo de Cultura económico  (Centro Cultural Gabriel Garcia Márquez), previas discusiones,  no se aprobó la propuesta, puesto que los representantes por Bolivia y Ecuador expresaron que era una versión colonialista, impulsada por  España, por lo que se recomendó que se hicieran algunas modificaciones. Cuando recibimos en su momento en Guatemala la nueva versión, ya aprobada, comprobamos que la su génesis de la Carta están las Convenciones de Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial y la de Fomento y Promoción de la Diversidad Cultural, emitidas por la Asamblea General de la UNESCO en 20023 y 2005 respectivamente. De la primera tuve el privilegio de emitir el voto favorable de Guatemala, y de haber participado en reuniones previas para la emisión de las dos convenciones, por comisiones que se integraron en el Ministerio de Cultura y Deportes de Guatemala. Un porcentaje alto del plan de acción está dedicado al fomento y respeto de la diversidad cultural y a la importancia de la cultura en la economía.

De mi presencia en la reunión de Bogotá recuerdo, entre varios hechos,  que un exministro de cultura de Colombia, que fue ponente, indicó que el Derecho Constitucional de la Cultura de Guatemala era un modelo a seguir, y que entre los documentos que me obsequiaron me dieron uno relacionado con  un memorable encuentro de los países del cono sur para definir una política cultural exterior, común a esa región; en el que fue fundamental la presencia de Edgar Montiel como representante en esa ocasión de UNESCO.  Por sugerencia de Edgar, cuando era el encargado de la oficina de ese organismo internacional en Guatemala iniciamos posteriormente el proceso de construcción de la Política Cultural de Guatemala en el Marco de la Política Exterior. Él tiene experiencia sobre políticas culturales.

Un resumen de la Carta Cultural Iberoamericana, tomado de uno de los correos que envié en su oportunidad sobre la misma, en mis afanes para que se conociera, lo incluí como anexo en  el libro “El régimen jurídico del Patrimonio Cultural de Guatemala. Breviario de legislación cultural” publicado por la Dirección General de Desarrollo Cultural y Fortalecimiento de las Culturas” que se publicó en el año 2017.

Para terminar con este texto, en el 2016, en la Reunión de Ministros y encargados de Cultura de los países de Iberoamérica, a la que asistí como viceministro de Cultura, que se celebró en Cartagena de Indias, Colombia, uno de los puntos resolutivos fue de conmemorar con distintos actos los diez años de la emisión de la Carta Cultural Iberoamericana, por la importancia que tiene para el desarrollo cultural de la región.

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