Raúl Hernández Chacón

El título de este breve análisis tiene como objetivo rendir un sincero homenaje a todos los educadores y educadoras, que celebran “su día” en Guatemala, como un vivo y permanente recordatorio del origen del 25 de junio, que marcó sin duda alguna, un momento histórico, “la década de la dignidad” en un país cuya trágica historia política y económica es analizada por respetables plumas de escritores como Severo Martínez Peláez,   Luis Cardoza y Aragón, Carlos Samayoa Ibarra, Manuel Galich, Alfonso Bauer Paiz, Edelberto Torres Rivas, Carlos Gonzalez Orellana y poetas como Otto René Castillo, Miguel Angel Asturias y tantos más que por espacio no es posible incluir.

Se resalta la figura de una mujer, una maestra, que ofrenda su vida: María Chinchilla, ante la violencia decretada por el general Jorge Ubico, el dictador de los 14 años por atreverse a manifestar pacíficamente y que llevó a la revolución frustrada, conocida como la revolución de octubre. Este mes de junio recuerda a las nuevas generaciones las luchas iniciadas para cambiar las estructuras socioeconómicas injustas de aquel entonces y que aún persisten hoy.

Los maestros organizados gestaron páginas de nuestra historia con un heroísmo incuestionable: enseñan y provocan el aprendizaje con el ejemplo, denuncian las injusticias y claman por una vida más digna para toda la población, constituyéndose en voz de los que no tienen voz, frente a una realidad inhumana y despiadada para la mayoría de los guatemaltecos que viven en pobreza y pobreza extrema, marginados de posibilidades ayer y hoy. De allí el fenómeno de la migración forzada que hoy vive nuestra querida Guatemala.

La tarea de educar así se agiganta y los educadores que continúan esa postura son admirables ayer, hoy y siempre. Además este análisis desea comentar algunas consideraciones en torno a la Educación, una tarea personal y comunitaria que compromete a instituciones como el Estado, la familia, la Iglesia y la comunidad internacional. Es decir, desde una concepción de educación liberadora, problematizadora, como apuntan los pedagogos, Paulo Freire, Iván Ilich, Juan José Arévalo, Olmedo España, Francisco Cabrera, Carlos Aldana, entre otros.

Aquellos educadores de las áreas marginales, de las aldeas, que llevan adelante su gran labor poco reconocida siempre. La conceptualización de esa educación, la verdadera, que no es sólo transmisión de conocimientos, es la concepción que promueve la Unesco como señala en su publicación La Educación encierra un tesoro, en 1996 bajo la dirección de Jaques Delors: “Frente a los numerosos desafíos del porvenir, la educación constituye un instrumento indispensable para que la humanidad pueda progresar hacia los ideales de paz, libertad y justicia social.” Y Más adelante apunta: “como una vía, ciertamente entre otras pero más que otras, al servicio de un desarrollo humano más armonioso, más genuino, para retroceder la pobreza, la exclusión, las incomprensiones, las opresiones las guerras etc.”

 

Realidad de la educación guatemalteca

En una síntesis muy apretada se puede constatar que la educación puede verse desde, en primer lugar, la vida misma, la familia, la escuela de la sociedad y, en segundo lugar, la sistemática, la que se desarrolla mediante el sistema educativo organizado por el Estado. Los y las docentes se encuentran con un reto y un gran desafío porque desde ambos aspectos, su tarea es contraria a los mismos.

La realidad es mucho más fuerte y tiene mucha más incidencia que su propuesta educativa, particularmente si está divorciada de esa realidad, si no responde a las necesidades de los niños y jóvenes. Aquí se puede fácilmente ilustrar la situación de esa realidad en el primer caso, el ambiente social es de características contrarias a la dignidad de la persona humana, en constante violación a la constitución política vigente y a los derechos humanos en general y en el segundo caso con un déficit en cobertura y calidad, es decir una educación ajena a la realidad de los estudiantes.

Los Acuerdos de Paz establecen compromisos que no se cumplen después de más de 25 años. Un ejemplo de ello lo ilustra la información que La Hora digital publicó el 31 de mayo de 2022, en un análisis muy objetivo de esa realidad educativa: Desde el punto de vista de la cobertura, la deserción es en el nivel básico de 8.9%, 63,407, y el nivel diversificado es de 8.1, 30,987, en el año 2021.

La Agencia de los Estados Unidos para el desarrollo internacional, USAID, publicó un informe sobre Equidad de la educación en Guatemala en el año 2007 y señala que “al aplicar la Curva de Lorenz y coeficiente Gini educativo, indicadores de las desigualdades educativas, de los cuatro países centroamericanos, Guatemala es el país más desigual en la distribución de escolaridad.  Además datos recientes para el caso de Guatemala, muestran que la brecha étnica entre las poblaciones más jóvenes continúa evidenciando grandes inequidades. Así, para la población de 10 a 19 años la taza de alfabetismo de los jóvenes mayas es del 74% en tanto que la de los ladinos es del 90%”.

Además reconoce lo siguiente la misma fuente: “La falta de acceso a la educación se manifiesta en el analfabetismo adulto, es decir, personas mayores de 15 años de edad que no saben leer ni escribir. Al respecto, conviene señalar que, debido a la baja cobertura de la educación primaria que experimentó en el pasado, Guatemala posee las mayores tasas de analfabetismo adulto de la región centroamericana”.

En cuanto a la calidad, las pruebas estandarizadas del mismo ministerio establecen que solo un 17% alcanza el mínimo en matemáticas y un 32.5 en comunicación y lenguaje. El problema de salud, la pandemia del covid-19 aún presente en Guatemala y la economía son factores que afectaron irreparablemente, pero no es sólo ahora este déficit. La poca gestión de siempre es notoria. A ello debe agregarse los límites impuestos por un presupuesto deficitario del MINEDUC, sólo cuenta con un 2.00% del presupuesto, cuando ya hace más de 20 años que la UNESCO, recomienda el 7.00% mínimo. Aquí se puede observar la política de los gobiernos de turno al respecto.

Todo lo anterior debe explicarse además dentro de un marco de la política neoliberal, que favorece a los grupos minoritarios, con exclusión de la mayoría que sobrevive en pobreza y sin posibilidades de una vida digna. Esta es la situación a vuelo de pájaro que marca el trabajo fecundo de los y las educadoras, a quienes se les reconoce poco su esfuerzo y dedicación muchas veces limitada desde todo punto de vista. En el caso específico de la educación intercultural bilingüe, como parte de la calidad de la educación, no se reconoce y no se valora lo suficiente la conceptualización y la práctica pedagógica de los pueblos mayas, xincas y garífunas, de la riqueza multicultural guatemalteca.

Para ilustrar mejor la situación que enfrentan los educadores diariamente, el documento Centroamérica Análisis Regional de la Inversión en Niñez y Adolescencia. (2016). Instituto Centroamericano de Estudios Fiscales, ICEFI, señala que “solamente de octubre de 2015 a septiembre la patrulla fronteriza de Estados Unidos encontró 46,893 niños y adolescentes migrantes no acompañados. Esos vejámenes son producto de un gasto público insuficiente y desigual. Por ejemplo en 2013 un niño o niña costarricense recibió diariamente del Estado un promedio de USD4.91 para el cumplimiento de sus derechos, mientras que en Guatemala recibió USD0.69 diarios”.

Pero aún más, la misma fuente registra: “En buena medida, la baja inversión en educación pública ha condicionado que muchos no gocen de la oportunidad de asistir a la escuela. Cifras de 2015 permiten establecer que poco más de la mitad de la población estudiantil se encuentra excluida del sistema, lo que en términos humanos representa la menos 3.6 millones de niños, niñas y adolescentes del país”.

Conceptuación de la educación y del educador y educadora

Anteriormente se menciona que hoy la educación se considera como un espacio que permite el crecimiento personal y social, comunitario. Quedó atrás, en teoría aquellos paradigmas de carácter memorístico, libresco, academicista, en los cuales el profesor era el que enseñaba y el alumno el que de manera pasiva “memorizaba” los conocimientos que repetía el profesor y a su vez reproducía el alumno. Hoy se habla del énfasis en el aprendizaje, en la actuación del alumno en su proceso de aprender, de conocer, de investigar, no copiar del texto, de escribir con sus propias palabras, de trabajar en equipo, de hacer del acto de educar, un acto de amor.

Nadie educa a nadie, todos nos educamos juntos, mediante esa relación amistosa, cariñosa, amorosa entre el educador y la educadora y sus estudiantes. El conocimiento es el resultado de una búsqueda permanente, constante, que, al seguir el pensamiento freiriano, se trata de una educación liberadora, se libera el espíritu, se toma conciencia de la realidad para transformarla, se acentúan las capacidades de inteligencia, voluntad, las habilidades, las destrezas, en un acto de aprender juntos.

Así lo propone UNESCO, con sus cuatro pilares: aprender a aprender, aprender a conocer, aprender a ser y aprender a convivir. Estas ideas reconocidas hacen más de 30 años, que son los temas transversales de todo sistema educativo aún están muy débiles en Guatemala. Además los teóricos de la educación hoy vuelven los ojos, a los grandes pensadores-educadores de siglos atrás que con visión futurista consideraban muchas de las ideas que sobre educación hoy hablamos.

En Guatemala, desde una pedagogía maya, hay interesantes respuestas a la pregunta del qué de la educación, contrariamente a la importancia que hoy se le da a la educación como técnica, es decir se enfatiza el cómo, en detrimento del qué y el para qué de la educación. Se orienta mucho a una educación que “sirva para”, que la utilidad y los criterios de rentabilidad, la ganancia, el consumo son los actuales paradigmas. Así la pedagogía maya, según la obra Forjando educación para el nuevo milenio: “tiene su fortaleza en las formas propias de transmitir y practicar valores y conocimientos útiles para la vida” .

Pero desde una concepción integral de la persona en toda su dimensión. No sólo la mera preparación para el trabajo útil que sostiene el sistema capitalista imperante que vuelve a la persona objeto, cosa. Así se encuentran: la formación para la vida, valores, creencias y conducta, el respeto a los mayores, el valor comunitario, el valor del sentido del trabajo, el respeto a la naturaleza y el universo, la espiritualidad y los cambios religiosos, saberes vinculados con la tierra: la producción agrícola y la caza, saberes vinculados con el agua: la pesca, saberes domésticos, salud y los dones curativos, aprender aconsejando, la participación guiada, medidas correctivas. Estos valores y prácticas propios se expresan en el idioma y la cultura en general. Sin embargo, desde la conquista y colonización europea, se impone una educación que parte de la cultura occidental y los criterios y valores se imponen y prevalecen a la fecha, son los criterios valorativos que sustentan los sistemas educativos en Latinoamérica incluyendo a Guatemala.

De esa suerte las concepciones de educación que se orientaban en las normales de maestros que ya no existen, sólo la formación de preprimaria bilingüe intercultural, enfatizan en los pensadores europeos, que sin ser rechazados, ahora constituyen una fuente para la reflexión y la acción de la educación en nuestro medio. Al consultar el Manual de la Historia de la Educación, se encuentran los aportes de Pestalozzi, un pedagogo de finales del siglo XIX y principios del XX, cuya influencia de su pensamiento aún está presente pero deformada, según Héctor Campillo Cuauhtli. Según sus biógrafos propuso, a partir de los aportes pedagógicos de Rousseau, la actitud optimista ante el niño y la naturaleza: “el niño es bueno, la naturaleza es sabia”. Idea hoy superada porque se enfatiza en lo individual, aunque Pestalozzi posteriormente lo reconoce. Pero su gran aporte es “su método pedagógico de la intuición”.

 

No es un método hoy, además no hay un solo método pedagógico, porque las circunstancias varían en lugar y tiempo, pero sí tiene una base pedagógica que se resume, según otros estudiosos de la pedagogía, Larroyo y Hernández Ruiz, en tres postulados: “1. Partir siempre de una vivencia intuitiva y comprensible para el educando, dado su nivel cultural, 2. Elevarse a la comprensión general de ella mediante una natural asociación con otros elementos. (conceptos). 3. Reunir en el todo orgánico de cada conciencia humana los puntos de vista alcanzados.

Trata de ordenar una seriación en todo arte del conocimiento en la que cada nuevo concepto sea solo una adición pequeña apenas perceptible a conocimientos anteriores profundamente impresos y hechos para ti casi indelebles. Esto es, el proceso de la cultura debe ser constante sin solución de continuidad. La claridad con la concibió la idea de la intuición, de la cual no se reduce en él a tosca apreciación sensible porque se venía suspirando desde hacía más de dos siglos, sino un acto intelectual perfecto en su especie y, como tal, dotado de una fuerza de penetración extraordinaria”. Págs. 252, 253.

De las diversas obras escritas por Pestalozzi, sobresale “Cómo Gertrudis enseña a sus hijos”, en donde se expresa el desarrollo de sus ideas con amplitud. Su pensamiento pedagógico sigue vigente hoy. La intuición es el aporte pedagógico de Pestalozzi de principios del siglo XX, ahora se encuentra el educador y la educadora, después de la pandemia terriblemente experimentada a nivel mundial, con nuevas situaciones, nuevos contextos y las posibilidades tecnológicas colocan al educador y educadora frente a nuevos desafíos y nuevas perspectivas, sin embargo vale la pena considerar situaciones y reflexiones que ya se han hechos los hombres y mujeres de tiempos atrás, no es para retroceder, sino que, al mirar atrás con visión de futuro, se puede construir mejores posibilidades. Por ello se invita a la última reflexión en un viaje al interior de la persona humana, a su yo y a su compromiso como educadora.

La concepción de la persona en el hacer pedagógico cotidiano

Como educadores y educadoras transmiten de manera verbal y no verbal, con su presencia y con su actuar, respuestas a las inquietudes que los niños y jóvenes se plantean hoy. Este es quizá el reto y el aporte de la persona humana que como educadores proponen a los otros a quienes la sociedad les confía: los hombres y mujeres del futuro. Cuáles son sus respuestas a las preguntas trascendentales y naturales del ser humano. Para ello Fernando Sebastián y Olegario Gonzalez de Cardedal responden en su obra Iglesia y Enseñanza. “El gran reto de la situación contemporánea al hombre es la ineludible opción entre el reconocimiento de un ser y un mundo con sentido, que hay que descubrir, acoger, recrear desde un misterio fundamentalmente dado en el Amor y en la Libertad que nos llegan desde Otro con don y gracia; o de un mundo sin sentido más allá de nuestras limitaciones y de nuestras creaciones. Superado un optimismo fácil y asustado por las posibilidades punitivas y destructivas que poseen para sí y para sus hermanos, los hombres están sintiendo el vértigo de la responsabilidad sobre el propio destino de los demás; sintiendo a la vez una elemental necesidad de retornar a lo vital primario, a lo auténtico, a una reconciliación con el origen, a una fidelidad a lo que nos desborda y en lo que nos logramos en nuestro mejor ser”.

En la coyuntura del día del maestro, los educadores y educadoras significan el mayor compromiso de la sociedad en su construcción a futuro, no sólo porque se promueven las capacidades del ser humano confiado a ellos, sus alumnos y alumnas para el desarrollo pleno de sus facultades, que es una tarea de las más difíciles pero de los mayores alcances y de enorme trascendencia, sino que al despertar ilusiones, proyectos, la conciencia de su propia existencia, se asegura el futuro de la humanidad. Pero ¿de qué humanidad hablamos?  ¿Qué hombre y mujer se construye? Estas son interrogantes cuyas respuestas se espera establecer en esta reflexión.

Apuntan nuestros autores: “El hombre es aquel ser que en el hondón de su ser se hace todas las preguntas, y formula todos “los qués”, pero en última verdad sólo tiene una pregunta: la pregunta por “el quién”, el quién de sí mismo, que abarca una duplicidad al ser definido como persona en tensión de absoluto”. Pero más en profundidad puntualizan: “El silencio del hombre sólo se ilumina en la palabra, en la palabra que pronuncia el mismo y sobre todo en la palabra que le es pronunciada cuando alguien le llama. Su soledad solo es redimida si torna comunión desde el otro tú que en la palabra nos humaniza y nos despierta a la autenticidad de nosotros mismos, permitiéndonos percatarnos de nuestro yo. ¡Qué bien expresada la verdadera vocación del docente!

Conclusión

El educador y la educadora tiene en su ambiente educativo, en su relación humana y en ese diálogo permanente que responder a las interrogantes que hoy y siempre nacen en forma espontánea de su reflexión que él o ella propician, en su laboratorio intelectual constante. ¿Quién soy? ¿A dónde voy? ¿para qué vivo? ¿Qué es la vida y la muerte? ¿qué es la existencia? Si en su quehacer diario florecen en ese maravilloso espacio de diálogo profesor-alumno, quiere decir que sí educa, quiere decir que los grandes problemas de la existencia humana se plantean, “se ponen en la mesa”.

Los alumnos preguntan. Hay un verdadero aprendizaje. Los y las educadoras deben estar preparados académica y espiritualmente para responder con la verdad, con autenticidad y con Amor, con mayúscula, para orientar, conducir y llevar a buen lugar a sus alumnos. He allí la verdadera educación, porque problematiza, para hacer pensar y provocar la discusión, el debate. Hay análisis, hay formación de la conciencia crítica, de acuerdo con Joao B. Libanio, S.J. Se va a las causas, no sólo a los efectos. La justicia, la solidaridad, el amor, así como la violencia y esa terrible realidad descrita, tendrá nuevos abordajes, según la capacidad y profundidad de los educadores y educadoras. ¡Feliz día del maestro!

 

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