Mario Alfredo Ubico Calderón
Escuela de Historia, Universidad de San Carlos de Guatemala
A través del tiempo se le ha prestado suma atención a las cofradías y hermandades de los templos de la actual capital o La Antigua Guatemala, esto no significa que solo allí las personas conformaran estas instituciones y se dedicasen a sus actividades piadosas; en efecto, en todos los pueblos coloniales de Guatemala hubo personas que amalgamadas en cofradías y hermandades tuvieron a su cargo sentidas actividades penitenciales, una de ellas fue la hermandad de N.S., de Soledad del cercano pueblo de Santa Catarina Pinula, cuyas ordenanzas fueron aprobadas por la superioridad eclesiástica el 1 de septiembre de 1785. Esta población tenía por aquellos años alrededor de 2000 personas.
En las ordenanzas de esta institución, resguardadas en el Archivo Histórico Arquidiocesano “Francisco de Paula García Peláez”, se menciona que tendría tres actividades devocionales fundamentales, la primera es una procesión el Viernes Santo en la noche llevando la imagen de la Soledad, de la sede parroquial al templo del Calvario del pueblo, para que los piadosos hermanos y hermanas la acompañasen en su dolor y soledad durante todo el Sábado Santo, así mismo dos celebraciones, una en Septiembre por celebrarse a N.S. de Dolores y otra por los difuntos de la hermandad en Noviembre de cada año.
El libro de cofradía de N.S. de Soledad permite conocer para la década de 1780 parte de sus celebraciones de Semana Santa; el documento en mención inicia con las ordenanzas de la hermandad y prosigue con los gastos que ocasionaba la celebración de los oficios, sermón y procesión, así mismo el pago a los músicos “de Guatemala”, es decir aquellos que llegaban de la capital, así como músicos locales quienes aportaban su virtuosismo musical a estas ceremonias; era posible comprar cera de Castilla y otra local llamada “tepesonte”, así como era necesario alquilar túnicas de manta y otras de sándalo, estas últimas para las personas que regían la procesión; mientras que para el Domingo de Resurrección había compra obligada de cohetes para quemarlos en la madrugada en señal de júbilo por el triunfo de Jesucristo sobre la muerte.
En relación a N.S. de Soledad destaca por aquellos años que la imagen estaba ricamente vestida y colocada en “unas andas regulares con faldones negros”, la escultura iba: “…con una peaña dorada, esmaltada de verde con algunos espejos embutidos y ocho cartones dorados que la guarnecen cuya pieza costeo el mayordomo…”, así mismo se menciona que el mismo mayordomo había dado: “…las cuatro orquillas que son de madera fuerte y con sus recibideras de fierro…”, siendo este uno de los ejemplos del siglo XVIII donde se menciona este tipo de elementos para ayudar a los penitentes en su esfuerzo de cargar las andas, agregando también cuatro insignias de madera plateadas que eran un copón, una columna, un pichel y un cáliz, aunque posteriores mayordomos habían incrementado el número de las mismas.
Aparte de la imagen de N.S. de Soledad, la cofradía contaba con un San Juan Evangelista y una Santa María Magdalena, su estandarte morado guarnecido con hilo dorado, así como una notable cantidad de insignias, aparte de las ya mencionadas, que recordaban el sacrificio de Jesucristo en el Monte Calvario y la víspera de Getsemaní como eran las siguientes: cruz, martillo, 3 rostros, 3 clavos, azote, escalera, tenazas, moneda, caña, esponja, lanza, manopla, alfanje, farol, gallo y un corazón. De las anteriores ofrece duda en su significado las insignias de los tres rostros, y la manopla, sin embargo esta última podría aludir lejanamente a la bofetada del siervo de Caifás, sin embargo, eran parte de la procesión de esta cofradía en aquel entonces.
Como se pudo observar, en los pequeños pueblos de la periferia de la Nueva Guatemala que ya existían desde muchos años antes del traslado tenían cimentadas sus devociones cuaresmales y de Semana Santa, en esta ocasión se habló de N.S. de Soledad en su devota procesión que la noche del Viernes Santo iba del templo parroquial al Calvario para colocarla en dicho sacro recinto y llegasen por la mañana del sábado Santo las hermanas a rendirle la veneración correspondiente, y aunque se había consignado en las ordenanzas que los hermanos fueran por la noche, esta costumbre no fue admitida por las autoridades eclesiásticas para evitar inconvenientes, siendo natural pensar que sería en la tarde del sábado cuando los hermanos se hiciesen presentes.
Hoy en día esta organización religiosa sigue activa llevando a cabo sus sentidas actividades penitenciales.