Foto La Hora: Fernando Urquizú
Foto La Hora: Fernando Urquizú

Fernando Urquizú


Antecedentes

La música tradicional de las procesiones de los Rezados y Posadas que son procesiones de gozo por la venida de Cristo a la tierra que se llevan a cabo en Guatemala tiene su origen desde la época prehispánica en cuanto instrumentos, como: tambores, sonajas, pitos, choque de huesos y caparazones de tortugas eran utilizados para acompañar desfiles externos prehispánicos.

Estos instrumentos fueron incorporados a los traídos por los españoles desde su llegada a este territorio donde se fueron fusionando conforme avanzó la cultura hispánica en el medio desde finales de 1523. 

El periodo de esplendor de la cultura hispánica en Guatemala

El desarrollo de la música fue estandarizado de acuerdo con la expansión de la cultura hispánica por medio del III Concilio Mexicano realizado en la ciudad de México en 1585, convocado por orden real dirigida al Papa, quien ordenó su realización al tercer arzobispo de México Pedro Moya de Contreras, al que asistió el obispo de Santiago de Guatemala, Gómez Fernández de Córdoba.

En dicho conclave se conocieron sus conclusiones y se sancionaron sus preceptos, recomendando flexibilidad en su aplicación a las costumbres de los pueblos ancestrales locales pero no por ello tolerancia a la continuación de sus creencias.

Esta tolerancia permitió la incorporación sincrética de las creencias y conmemoraciones festivas adaptadas en cristianismo y en plano de la música paso al exterior de los templos en el periodo de expansión de la cultura hispánica, quedando claro que dentro de las iglesias solo se permitían instrumentos nobles de origen europeo mientras. El culto se realizaba en latín acompañado de órgano mientras que las enseñanzas religiosas en español o idiomas indígenas que podían acompañarse de música coral e instrumental, quedando los rezados y las posadas en el plano externo de los templos en manos del pueblo integraron en el caso particular de Guatemala, las sonajas o chinchines, caparazones de tortugas y pitos de barro, ejecutados principalmente por infantes que participan en dichos desfiles sacros desde temprana edad con tonadas que se ejecutan de memoria y que corrientemente se identifican con el tucu, tacutu, tacutu, tacutu,   

Esta tonada se mantuvo después de la independencia política de España y México, y fundación de la República en 1847 sobreviviendo a los embates liberales anticlericales hasta establecerse de nuevo como parte de la identidad guatemalteca en formación fortalecida durante el gobierno del presidente Manuel Estrada Cabrera 1898-1920, secundada por los arzobispos Ricardo Casanova y Estrada y Julián Raymundo y Riveiro. 

En este contexto el compositor Salvador Iriarte recogió la tonada de las posadas y rezados componiendo el son de Pascua Noche Buena, creando los cimientos de una tradición musical que podemos llamar guatemalteca, que permitió conectar el imaginario religioso del siglo XIX y XX que sobrevivió en las posadas y rezados de Concepción, Guadalupe y las posadas, hasta transformarse en una pieza musical que identifica estas fiestas en nuestro país.

La pieza pasó a ser un medio de cohesión en el país ya que podía ser copiada y leída en las Bandas Marciales de las cabeceras departamentales por músicos profesionales egresados de la Escuela de Sustitutos, contribuyendo de esta manera esencial a la estandarización del imaginario católico guatemalteco, mientras otros sones de Pascua como: Los pastorcitos y el Pavo Real fueron ganando terreno al contar conversiones escritas por grandes maestros de la música nacional como Indalecio Castro. 

La banda marcial pronto llegó a los rezados donde este tipo de música comenzó a ganar terreno estando en un primer esplendor durante el gobierno de Manuel Estrada Cabrera y el arzobispo Jacinto y Riveiro, quienes fueron dejaron de sus cargos en 1920. Sin embargo, otra pieza musical: La granadera, compuesta por el director de la banda que llevaba el nombre del mandatario el maestro Ramón González, y que se ejecutaba anunciando la presencia de ambos personajes de la vida nacional en eventos civiles y religiosos públicos pasó a firmarse como anónima para evitarle problemas a su autor pero que es parte fundamental de la identidad de Rezados, posadas y demás procesiones que se realizan en el país.   

Una segunda generación de artistas llegó a la dirección de las bandas de las cabeceras municipales, que participaban en este tipo de procesiones por orden de los jefes ediles o se contrataban de manera privada por las hermandades y cofradías para acompáñalas pudiendo tipificar esta eventualidad con los casos del maestro Alberto Velásquez quien fungió como director de la Banda Militar de la Antigua Guatemala, autor de la pieza popular: La rancherita, la marcha fúnebre Cruz Pesada, entre otras composiciones propias para distintos tipos de procesiones, el maestro Efraín Lamadrid, director de la Banda Militar de San Marcos, autor de la pieza emblemática; Callecitas de San Marcos y la marcha fúnebre Divina Majestad, el maestro Julián Paniagua Martínez, director de la Banda de Quetzaltenango cuando compuso el vals, Tecún Umán y varias marchas fúnebres.

En el periodo revolucionario, se adhirió fuertemente a las procesiones triunfales la marcha: El Número Cinco del maestro Pedro Tánchez como un recuerdo del tiempo de esplendor de la Iglesia católica en la dictadura del general Jorge ubico. En la exposición del tema principal de la obra dedicada a dicho personaje, alterna partes de la marcha francesa: La Marsellesa como homenaje a la figura del arzobispo Luis Dorou y Suré, dicha pieza musical nos refiere explícitamente esa alianza Estado e Iglesia propia de este periodo rota por la revolución, que muchos añoraban al paso de rezados y procesiones por las grandes construcciones de aquellos tiempos y que triunfaba de nuevo en la coronación de la Virgen de Concepción el primer domingo de diciembre de 1954 en el estadio Revolución, que es el símbolo emblemático del gobierno del presidente Arévalo.

La lucha anticomunista en busca de la cohesión social producida por las procesiones triunfales y las posadas alcanzó una renovación en su repertorio musical en el son del maestro Cupertino Soberanis: Las tortugas, que actualizó el repertorio nacional en el periodo posrevolucionario y que sobrevivió en el conflicto armado interno hasta los acuerdos de Paz.  

En 2003 nuestro país cumpliendo con las recomendaciones de UNESCO, inició un proceso de identificación del patrimonio intangible del país, que incluye la música tradicional. Sin embargo, la historia formal no ha logrado aún identificar su evolución y mucho menos su mutación en los rezados y procesiones en las que se mezcla con un repertorio nacional y extranjero de música de salón bailable alejándose de los sones de pascua, sones tradicionales, piezas triunfales de la Iglesia, música militar triunfal para incursionar ya en la segunda década del siglo XXI con la música ligera de baile que fue introducida a las procesiones, razón que mueve estas líneas para identificar algunas piezas musicales claves para iniciar el ordenamiento de dicho patrimonio o bien analizar los distintos tipos de música que mueven actualmente el repertorio de estas manifestaciones de culto externo de fe.  

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