Manuel Estrada Cabrera, presidente de Guatemala 1898-1920. FOTO LA HORA CORTESÍA.

Por: Dr. Rodrigo Montúfar R. (*)
montlaw@gmail.com

Hace diez años escribí en estas mismas páginas de La Hora, Tribuna no mostrador, lo siguiente:

“El 11 de marzo de 1920 es una de las grandes efemérides de Guatemala, al lado de 1871 y 1944, pero continúa siendo una fecha desconocida en muchos establecimientos educativos y en muchos otros ámbitos de la vida nacional.

Guatemala, Templo de Minerva 1920. FOTO LA HORA: CORTESÍA

El 11 de marzo de 1920 el pueblo de Guatemala logró unirse y demostrar al Presidente de la República, licenciado Manuel Estrada Cabrera, que ya no lo quería como presidente. Algunos días después, el 8 de abril del mismo año, el dictador renunció y el pueblo triunfó.

Esa fecha es un símbolo del triunfo de todo un pueblo sobre el miedo. Estrada Cabrera había gobernado durante 22 largos años y el pueblo había permanecido sumido en el silencio del terror. El Señor Presidente, como se le decía, logró someter a toda la nación en un régimen tiránico en el que el menor movimiento por la libertad era reprimido con la cárcel y hasta con la muerte.

En la ciudad de Guatemala hubo una plazuela llamada “11 de Marzo”, en la 7ª. avenida de la zona 4, frente a lo que hoy es el centro financiero. Dicha plaza ha sido remodelada, pero desconozco si se le sigue llamando así. Sería muy bueno que se le siguiera llamando 11 de Marzo para que la juventud y todo el que pase por allí sepa de lo que un pueblo logra cuando se une.

El licenciado Manuel Estrada Cabrera era oriundo de Quetzaltenango; se graduó de Abogado y logró subir a la Presidencia de la República. Poco a poco fue concentrando el poder, primero en el Ejecutivo, luego en el Legislativo y finalmente en el Judicial; sometió al Ejército en lo que es uno de los raros casos en Guatemala en los que un civil domina por completo a la institución militar. Estrada Cabrera tenía una personalidad compleja, pues mientras codiciaba el poder absoluto, exaltaba el estudio y la ciencia, a tal grado que él mismo llegó a declararse Benemérito de la Patria y Protector de la Juventud Estudiosa. Construyó templos en honor a Minerva en la capital y en otras ciudades del interior de la república; dio becas para que jóvenes de escasos recursos pudieran estudiar. Nuestro gran literato Miguel Ángel Asturias, testigo de aquella época, se inspiró en Estrada Cabrera para crear el personaje de su famosa novela El Señor Presidente. También otro grande de las letras guatemaltecas, Rafael Arévalo Martínez, evocó a Estrada Cabrera con Ecce Pericles. La abundante información que yo recibí de aquella larga dictadura me llegó por mis abuelos y también por los valiosos relatos que nos dejó don Clemente Marroquín Rojas, ilustre y valiente ciudadano de aquellos tiempos.

El siglo XX amaneció con profundos cambios en el mundo, revoluciones y guerras en todas partes que llevarían hasta la Primera Guerra Mundial de 1914 a 1918; en 1910 la Revolución mexicana; en 1917 la revolución bolchevique en Rusia; en 1918 el colapso del imperio otomano; las rivalidades de las grandes potencias europeas; etc., y sin embargo Estrada Cabrera mantuvo a Guatemala sumida en un aislamiento que le separó en el tiempo y en el espacio de lo que ocurría a su alrededor y allende las fronteras.

Estrada Cabrera disgustaba a las grandes potencias, pero contradictoriamente entregó importantes concesiones a intereses extranjeros.

Pero no todo fue paz de cementerio, pues entre 1917 y 1918 ocurrieron los terremotos que destruyeron la ciudad de Guatemala. Estrada Cabrera demostró preocupación por los damnificados, pero su preocupación no fue suficiente. La ciudad de Guatemala no fue reconstruida con la prontitud que el pueblo esperaba, y quizás allí comenzó a germinar el hastío de los guatemaltecos hacia su presidente, el cual se mantuvo todavía por dos años más.

Eso no significa que no hubiera habido intentos por asesinarlo. Hubo varios complots e intentos de magnicidio, pero todos fallaron. Es de mencionar que el dictador no reparaba en quién era su enemigo, así perteneciera a familias de la aristocracia de entonces. En la larga lista de fusilados y encarcelados podemos encontrar apellidos de la alta sociedad de entonces. Estrada Cabrera contaba no sólo con buena suerte sino con policías e infinidad de espías que le mantenían plenamente informado de lo que ocurría en prácticamente todos los rincones del territorio nacional.

Las lecciones que el 11 de marzo de 1920 nos dejó son válidas hoy en día, y quizás siempre. El pueblo aguanta toda clase de iniquidades, pero llega el momento en que se cansa, se une y pierde el miedo. Y deseo reparar en el valor de la juventud, pues no pocas veces los adultos cuidan su posición y sus privilegios y no están dispuestos a arriesgarlos, mientras que los jóvenes son tal cuales y no tienen nada que perder. Esa lección nos la volvieron a dar los jóvenes en 1944 y seguramente nos la seguirán dando.”

Aun cuando confirmo todo lo que escribí hace diez años, hoy en día pienso que el pueblo de Guatemala no tiene miedo sino indiferencia. La indiferencia es peor que el miedo, la gente con miedo está despierta, la gente indiferente duerme y no le importa lo que sucede. La historia nos enseña la triste lección que tuvo que haber dictadores para que el pueblo se levantara (1871, 1920 y 1944). No queremos más dictadores, necesitamos líderes. Ya no queremos burocracia, deseamos verdaderos servidores públicos, verdaderos legisladores, verdaderos jueces. Que este centenario nos motive a despertar y lograr fortalecer a nuestro país como democracia y empujarla hacia el progreso.

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(*) Catedrático universitario.

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