Personas pasan la tarde en el Malecón de La Habana, Cuba. Foto La Hora/AP/Ramon Espinosa.

Con el 90% de sus residentes vacunados y un registro a la baja de contagios del nuevo coronavirus en La Habana, la mayor de las ciudades de Cuba decidió abrir sus playas y centros recreativos, permitir las actividades físicas al aire libre y hasta las estancias en el Malecón, uno de los más añorados espacios de la población.

“El agua está muy sabrosa, pero la niña no se quiere bañar; le tiene miedo al mar”, dijo a The Associated Press Gladys González, una jubilada de 67 años que llevó a su nieta a disfrutar un poco de sol y arena en este primer día de acceso. “Psicológicamente esto beneficia a la juventud y a los niños. Ya más de la mitad del país está vacunado. Hay que confiar”.

González aseguró que a pesar de todo le tiene “mucho miedo a la apertura” y a un posible rebrote, como el que Cuba vivió luego de que el año pasado mantuviera controlada la pandemia de COVID-19 y tras una flexibilización a finales de 2020 que se salió de cause.

Respetando las distancias en las Playas del Este de la capital, la familia de Roberto García, un ayudante de cocina de 39 años, y su esposa Laura también aprovecharon el fuerte calor tropical de este día. “Cuando vimos la noticia decidimos venir a la playa porque tenemos niños y llevamos dos años sin disfrutar del verano”, expresó García. “Pensamos que no sea un problema, que cada quien ponga un pedacito (de cuidados)”.

Desde la noche del miércoles el Malecón de La Habana, la franja costera de la ciudad, se comenzó a llenar de personas, grupos de jóvenes con guitarras y hasta vendedores ambulantes por primera vez desde el cierre de los permisos de estancia en esa vía a comienzos de año.

La víspera el gobernador de La Habana, Reinaldo García Zapata, informó sobre las medidas de flexibilización como permisos para la operación de los gimnasios –incluso si son cerrados– y que se suman a otras ya anunciadas la semana pasada, como un acortamiento del toque de queda nocturno y la autorización de los servicios gastronómicos para que restaurantes, cafeterías y bares puedan recibir a sus clientes y no solo hacer entregas a domicilio.

Zapata consideró que la aplicación de al menos una dosis de la vacuna al 90% de los habaneros que se puede inmunizar y de todo el esquema previsto al 70% sostienen la decisión de la apertura.

“Tanto en las piscinas como en las zonas de playa es obligatorio el uso del nasobuco (barbijos), excepto cuando los bañistas se internen en el mar”, indicó el periódico oficial Tribuna de La Habana. Todavía no se pondrá transporte de refuerzo –tal como se usa en tiempos de calor– para llegar a los balnearios, ni se habilitarán espacios de alimentación popular en las costas, advirtieron las autoridades. Igualmente se especificó que las piscinas solo podrán admitir el 50% de su capacidad.

A nivel de país, desde el inicio de las vacunaciones masivas en mayo pasado, el 82.8% de la población había recibido al menos una dosis de las vacunas contra COVID-19, indicó en su perfil de Facebook el ministro de Salud, José Ángel Portal, y el 46% ya cuenta con el esquema completo, Más de 20 millones de dosis fueron administradas en todo el territorio nacional.

Cuba desarrolló sus propias vacunas Abdalá –por el Centro de Inmunología Genética y Biotecnología–, y las Soberana 02 y Soberana Plus –por parte del Instituto Finlay–. Todas se aplican con un plan de tres dosis y en el caso del segundo y tercer producto mencionado, se combinan.

Cuba también comenzó una campaña en niños arrancando desde los dos años y se espera que paulatinamente se retomen las clases y otros servicios en el país. Las autoridades informaron que las fronteras se abrirán el 15 de noviembre para los vuelos comerciales —y al turismo—, un alivio para la deteriorada economía del país que sufrió además de la pandemia desabasto de alimentos y medicinas.

El director de Epidemiología, Francisco Durán, informó que hay 877.428 casos acumulados y 7.436 fallecidos. Las cifras fueron cayendo en este mes luego de un pico sobre todo en las provincias de Matanzas y Ciego de Ávila, donde el sistema de salud estuvo a punto de colapsar, aunque siguen siendo una situación compleja la de Pinar del Río.

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