Partidarios del expresidente Donald Trump marchan por la Quinta Avenida de Nueva York. Foto La Hora/AP/John Minchillo.

Por JILL COLVIN
WASHINGTON
Agencia AP

Menos de tres meses después que Donald Trump dejó la Casa Blanca, ya comenzó la carrera hacia la elección del próximo candidato presidencial republicano.

Su exsecretario de Estado, Mike Pompeo, ha lanzado un programa enérgico visitando estados que jugarán un papel fundamental en las primarias republicanas de 2024 y ha firmado un contrato con Fox News Channel.

Mike Pence, el exvicepresidente de Trump, inició un grupo de defensa política, finalizó un contrato de libros y, a finales de este mes, dará un discurso en Carolina del Sur, el primero desde que dejó el cargo. El gobernador de Florida, Ron DeSantis, ha estado cortejando a donantes, incluso con un espacio destacado para hablar ante el expresidente en una cena de recaudación de fondos republicana este mes en Mar-a-Lago, el complejo de Florida donde ahora vive Trump.

Trump terminó su presidencia con un control tan firme sobre los votantes republicanos que a los líderes del partido les preocupaba que se congelara el campo de posibles candidatos para 2024. En cambio, muchos republicanos con ambiciones nacionales están sentando abiertamente las bases para campañas, mientras Trump continúa reflexionando sobre sus propios planes.

Los aspirantes están recaudando dinero, contratando personal y trabajando para reforzar el reconocimiento de sus nombres. Las medidas reflejan tanto el fervor del partido por reclamar la Casa Blanca como la realidad de que montar una campaña presidencial moderna es un esfuerzo de muchos años.

«Se construye el arca antes de que llueva», dijo Michael Steel, un estratega republicano que trabajó para la campaña presidencial de Jeb Bush en 2016, entre otros. «Van a hacer las cosas que deben hacer si él decide no postularse».

Trump, al menos por ahora, les está dando mucho margen de maniobra, convencido de que ellos representan una pequeña amenaza para sus propias ambiciones.

«Es un país libre. La gente puede hacer lo que quiera», dijo el asesor de Trump, Jason Miller, en respuesta a las acciones de los aspirantes. «Pero si Trump decide postularse en 2024, la nominación será suya si uno presta atención a los sondeos públicos entre los votantes republicanos».

La semana pasada, la exgobernadora de Carolina del Sur Nikki Haley, a quien muchos consideran una candidata de primer nivel para 2024, dijo a The Associated Press que no participará en la contienda si Trump vuelve a competir.

«No me postularía si el presidente Trump se postulara y hablaría con él al respecto», dijo ella en Orangeburg, Carolina del Sur.

La deferencia es, en parte, un reconocimiento del poder continuo de Trump. Incluso fuera de la oficina y sin su megáfono de Twitter, él sigue siendo muy popular entre la base republicana y está reforzado por un cofre de guerra de 85 millones de dólares que se puede compartir con candidatos respaldados, en publicidad, viajes, sondeos y consultores.

Trump está haciendo planes para aumentar pronto su visibilidad, con ayudantes analizando opciones para realizar mítines para fines de la primavera o el verano.

Muchos republicanos reconocen que Trump saltaría al frente de la manada si optara por convertirse en el único expresidente, además de Grover Cleveland, en cumplir dos mandatos no consecutivos. Aun así, hay un profundo escepticismo en muchos rincones del partido de que Trump se postule nuevamente.

Aunque las personas cercanas a él insisten en que habla en serio, muchos ven los continuos coqueteos de Trump como un medio para mantenerse relevante mientras se acomoda a su nueva vida fuera de la Casa Blanca. En Mar-a-Lago, los candidatos lo cortejan y lo reciben con ovaciones de pie cada vez que entra al comedor.

Mientras tanto, otros posibles candidatos están tomando medidas, incluso cuando muchos de sus asistentes insisten en que están concentrados en las elecciones del Congreso del año próximo y en ayudar a los republicanos a recuperar el control de ambas cámaras.

Independientemente de la decisión final de Trump, tanto críticos como acólitos consideran que el futuro del partido depende de mantener su atractivo para los votantes de Trump y al mismo tiempo recuperar a los electores que los abandonaron el otoño pasado.

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