Por ELIAS MESERET
ADÍS ABEBA, Etiopía
Agencia AP

El primer ministro de Etiopía ordenó hoy que el Ejército hiciera frente al gobierno de una de las regiones del país, que dijo dijera haber realizado un ataque con varios muertos contra una base militar.

El ataque siguió a meses de «provocación e incitación», afirmó el mandatario, declarando que «se ha cruzado una línea roja».

La declaración de la oficina del primer ministro, Abiy Ahmed, y el supuesto ataque del bien armado Frente Popular de Liberación de Tigray (TPLF, por sus siglas en inglés) agravaron el temor a que uno de los países más populosos e influyentes de África pudiera volver a sumirse en una guerra. Eso tendría consecuencias en todo el Cuerno de África y más allá.

Abiy dijo en una comparecencia televisada que había «varios mártires» del ataque en Mekele, la capital de la región norteña de Tigray, y en la localidad de Dansha. El mandatario anunció que «el fin está cerca» para el grupo armado, que tiene su base en la región más inestable del país, cerca de Eritrea. Los dos países firmaron la paz en 2018 tras una larga guerra fronteriza.

El TPLF era la parte dominante de la coalición de gobierno de Etiopía hasta que Abiy asumió el cargo en 2018 y anunció profundas reformas políticas por las que recibió el Nobel de la paz el año pasado. Esas reformas, sin embargo, han dado espacio a viejas rencillas étnicas y de otra clase. El TPLF, que se sentía marginado, abandonó la coalición el año pasado. Los expertos señalan que sigue siendo una importante fuerza militar.

Etiopía declaró el miércoles seis meses de estado de emergencia en la región de Tigray, afirmando que «las actividades ilegales y violentas en el Estado Nacional Regional de Tigray ponen en peligro la constitución y el orden constitucional, la paz pública y la seguridad, amenazando especialmente la soberanía del país».

En un primer momento no había declaraciones del TPLF, y todas las comunicaciones de telefonía fija e internet con la región de Tigray se cortaron tras el anuncio.

El país ya estaba inmerso en una disputa con Egipto por un enorme proyecto etíope para construir una presa, que ha atraído una inusual atención por África del presidente de Estados Unidos, Donald Trump. También sufría una crisis a varios niveles agravada por la pandemia del COVID-19, la violencia étnica y una plaga de langostas.

«Esta guerra podría ser el peor resultado posible de las tensiones que se han ido acumulando», explicó el miércoles William Davison, analista del International Crisis Group para Etiopía. «Dada la posición de seguridad relativamente fuerte de Tigray, el conflicto bien podría ser largo y desastroso».

Hace meses que los observadores expresan su preocupación por las tensiones y sus implicaciones en la región del Cuerno de África, donde Abiy se presentó como un mediador de paz poco después de asumir el cargo.

Según un reporte del Instituto Estadounidense de la Paz, la fragmentación de Etiopía «sería el mayor colapso de un estado en la historia moderna, que probablemente llevaría a un conflicto étnico y religioso masivo (…) y una crisis humanitaria y de seguridad en la zona donde se encuentran África y Oriente Medio, a una escala que haría sombra a los conflictos existentes en Sudán del Sur, Sudán, Somalia y Yemen».

La comunidad internacional debe apoyar un diálogo nacional en Etiopía, según advirtió la semana pasada el International Crisis Group.

«La alternativa, dadas las múltiples y profundas divisiones en el país, es una posible marcha hacia la guerra que sería catastrófica para el segundo país más poblado de África y tendría consecuencias, además de enviar refugiados, en otros países del Cuerno de África, al igual que al otro lado del Mediterráneo», escribió el grupo.

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