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Por Redacción La Hora
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Un artículo publicado por The New England Journal of Medicine, apunta a que mientras el COVID-19 sigue con su propagación mundial es posible que el uso de mascarilla facial universal sea uno de los pilares principales para el control de la pandemia y que ayudaría a reducir la gravedad de la enfermedad y garantizar que una mayor proporción de nuevas infecciones sean asintomáticas.

Si se confirma esta hipótesis, el artículo expresa que el uso de mascarilla podría convertirse en una forma de “variolación” (una técnica de profilaxis que quiere decir preservación de la enfermedad) que generaría inmunidad y, por lo tanto, ralentizaría la propagación del virus en Estados Unidos y en otros lugares, mientras se espera por una vacuna.

Una de las razones importantes para el uso general de la mascarilla en la población, mencionan que se hizo evidente en marzo, cuando comenzaron a circular informes que describían las altas tasas de diseminación viral del COVID-19 por la nariz y la boca de pacientes que era asintomáticos equivalentes a las de pacientes sintomáticos.

Entonces, señalan que el uso de la mascarilla, parecía ser una forma posible para prevenir la transmisión de personas infectadas asintomáticas.

Las mascarillas podrían continuar siendo fundamentales para enfrentar la pandemia del COVID-19. Foto La Hora

Así que teniendo eso en cuenta los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC por sus siglas en inglés) recomendaron que a partir del 3 de abril el público usara cubiertas faciales de tela en áreas con altas tasas de transmisión comunitaria, una sugerencia que se ha seguido aplicando en EE. UU.

“La evidencia anterior relacionada con otros virus respiratorios indica que el enmascaramiento facial también puede proteger al usuario de la infección, al bloquear la entrada de partículas virales en la nariz y la boca”, señala el documento elaborado por expertos.

EL USO GENERAL DE LA MASCARILLA Y EL CONTROL DE LA PANDEMIA

Las investigaciones epidemiológicas realizadas en todo el mundo, especialmente en los países asiáticos que se acostumbraron a la población enmascarada durante la pandemia de SARS de 2003, han sugerido que existe una fuerte relación entre el uso de mascarilla en público y el control de la pandemia.

Para sostener lo anterior, explican que datos recientes de Boston demuestran que las infecciones por SARS-CoV-2 disminuyeron entre los trabajadores de la salud después de que se implementó el enmascaramiento universal en los hospitales municipales a fines de marzo.

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“El SARS-CoV-2 tiene la capacidad proteica de causar innumerables manifestaciones clínicas, que van desde una ausencia total de síntomas hasta neumonía, síndrome de dificultad respiratoria aguda y muerte. Los datos virológicos, epidemiológicos y ecológicos recientes han llevado a la hipótesis de que el enmascaramiento facial también puede reducir la gravedad de la enfermedad entre las personas que se infectan”, anotaron.

Así que la posibilidad, apunta a que la gravedad de la enfermedad es proporcional al inóculo viral recibido y que desde 1938 investigadores han explorado, principalmente en modelos animales, el concepto de la dosis letal de un virus en la que muere la mitad de los huéspedes expuestos.

En las infecciones virales en las que las respuestas inmunitarias del huésped desempeñan un papel predominante en la patogénesis viral, como el SARS-CoV-2, las dosis altas de inóculo viral pueden abrumar y desregular las defensas inmunitarias innatas, aumentando la gravedad de la enfermedad.

“El inóculo viral es importante para determinar la gravedad de la infección por SARS-CoV-2, una razón hipotética adicional para usar máscaras faciales sería reducir el inóculo viral al que está expuesto el usuario y el impacto clínico posterior de la enfermedad. Dado que las mascarillas pueden filtrar algunas gotitas que contienen virus (con la capacidad de filtrado determinada por el tipo de mascarilla), la mascarilla podría reducir el inóculo que inhala una persona expuesta”, remarcaron.

Así que, de confirmarse la teoría, con el uso general de la mascarilla, aumenta la aceptabilidad y la adherencia, lo que podría contribuir a aumentar la proporción de infecciones por SARS-CoV-2 que son asintomáticas.

Una niña, que usa una mascarilla protectora como medida obligatoria para ayudar a frenar la propagación del nuevo coronavirus, va a cuestas de su padre por una concurrida zona del centro de Quito, Ecuador. Foto La Hora/AP/Dolores Ochoa.

EXPONEN CASOS PARA SOSTENER TEORÍA DE MASCARILLAS

A mediados de julio, los CDC estimaron que la tasa típica de infección asintomática con SARS-CoV-2 era del 40 por ciento y que las tasas de infección asintomática son superiores al 80 por ciento en entornos con enmascaramiento facial universal, lo que proporciona evidencia observacional de esta hipótesis.

“En un brote en un crucero argentino cerrado, por ejemplo, donde los pasajeros recibieron mascarillas quirúrgicas y el personal con mascarillas N95, la tasa de infección asintomática fue del 81% (en comparación con el 20% en brotes anteriores de cruceros sin enmascaramiento universal)”, explicaron.

Otro de los casos que exponen es el de dos brotes recientes en plantas procesadoras de alimentos, en donde todos los empleados recibieron mascarillas todos los días y la proporción de infecciones asintomáticas entre las más de 500 personas que se infectaron fue del 95 por ciento, con solo el 5% en cada caso, experimentó síntomas leves a moderados.

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Las tasas de letalidad en países con enmascaramiento obligatorio o forzado en toda la población se han mantenido bajas, incluso con resurgimientos de casos después de que se levantaron los cierres.

“La variolación era un proceso mediante el cual las personas susceptibles a la viruela eran inoculadas con material extraído de una vesícula de una persona con viruela, con la intención de provocar una infección leve y la consiguiente inmunidad. La variolación se practicó solo hasta la introducción de la vacuna, que finalmente erradicó la viruela”, dice el artículo.

SE PUEDE HACER QUE LA INFECCIÓN SEA MENOS MORTAL

El estudio destaca que mientras se esperan resultados sobre la vacuna, cualquier medida de salud pública que pueda aumentar la proporción de infecciones asintomáticas por SARS-CoV-2 puede hacer que la infección sea menos mortal e incrementar la inmunidad de toda la población sin enfermedades graves ni muertes.

La reinfección por SARS-CoV-2 parece ser poco común, a pesar de más de 8 meses de circulación en todo el mundo.

Maria Zet Vivas, de 68 años, usa una mascarilla para evitar el contagio del virus. Foto La Hora/ Moises Castillo/AP

Asimismo, mencionan que la comunidad científica ha estado aclarando durante algún tiempo los componentes humorales y mediados por células de la respuesta inmune adaptativa al nuevo coronavirus y la insuficiencia de los estudios de seroprevalencia basados en anticuerpos para estimar el nivel de células T y memoria B más duraderas, inmunidad celular al SARS-CoV-2.

“En las últimas semanas han surgido datos prometedores que sugieren que una fuerte inmunidad mediada por células es el resultado de una infección por SARS-CoV-2 incluso leve o asintomática, 5 por lo que cualquier estrategia de salud pública que pueda reducir la gravedad de la enfermedad debería aumentar también la inmunidad de toda la población”, aseguraron.

Los expertos, destacan que, en última instancia, combatir la pandemia implicará reducir tanto las tasas de transmisión como la gravedad de la enfermedad y que “la creciente evidencia sugiere que el enmascaramiento facial en toda la población podría beneficiar a ambos componentes de la respuesta”.

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