Desplazados por la violencia en Diffa reciben asistencia de MSF. FOTO LA HORA/DPA/EUROPA PRESS/MSF.

MADRID
Agencia DPA/Europa Press

Níger, uno de los países más pobres del mundo, se enfrenta actualmente a una triple crisis humanitaria provocada por la acción de los grupos yihadistas en el oeste y en el este, como país de tránsito para los migrantes africanos que atraviesan el continente, y por los perpetuos altos niveles de desnutrición entre sus niños. Los pronósticos para este año, no son esperanzadores.

En la región de Diffa, en el norte, hace años que sufren la violencia del grupo terrorista Boko Haram -y también de su escisión, Estado Islámico en África Occidental-, pero en los últimos meses los ataques se han recrudecido y con ellos las cifras de desplazados.

Aquí, explica el coordinador general de Médicos Sin Frontera (MSF) en Níger, Francisco Otero, la situación «sigue siendo muy precaria y no ha habido mejoras». «Continúa habiendo movimientos de población importantes», subraya en declaraciones a Europa Press, incidiendo en las consecuencias psicológicas que la situación tiene en ellos.

MSF apoya en esta región fronteriza con Nigeria dos hospitales, incluido uno materno-infantil y respalda a varios centros de salud, algunos de los cuales se encuentran en los campos para desplazados. También ofrece ayuda psicológica ya que «la población está muy afectada, incluso los niños por los ataques y la violencia constante», indica Otero.

Lamentablemente, se aprecia «una fatiga de la comunidad internacional y del dinero» que se destina para atender esta emergencia y «por razones de seguridad otras organizaciones han disminuido su asistencia, con el consiguiente impacto para la población que ya es muy vulnerable», precisa.

LA SITUACIÓN, PEOR EN TILLABERI

En cuanto al oeste del país, la región de Tillaberi ha sido escenario de varios potentes ataques terroristas contra el Ejército en los últimos meses, en un trasvase de la situación que se vive en las vecinas Malí y Burkina Faso, donde operan las filiales de Estado Islámico y de Al Qaeda en la región.

«La situación es casi peor ya que los ataques constantes han provocado un vacío de fuerzas de seguridad del Estado lo que permite movilidad a los grupos terroristas», explica el responsable de MSF. Nuevamente, el resultado es más desplazamientos y que «las zonas fronterizas con Malí se están vaciando», precisa. En esta región, MSF apoya varios centros y puestos de salud y también ofrece asistencia a los desplazados.

«La previsión es que la situación se va a complicar más», principalmente en Tillaberi, donde a pesar de la presencia militar, tanto de las tropas nigerinas, como del G5-Sahel y de Francia, «los ataques de grupos armados no paran». En este sentido, Otero lamenta que «se habla mucho de los aspectos militares pero en ningún momento se habla de lo humanitario y del impacto que tiene en la población y esto nos preocupa», subraya.

MSF está haciendo múltiples esfuerzos para cubrir las necesidades en materia de salud, de salud mental, así como de agua y saneamiento, pero invita a otras ONG para que vayan a las zonas donde ellos ya están trabajando y complementen la asistencia, habida cuenta las enormes necesidades. Además, pide a las fuerzas de seguridad que «garanticen la seguridad» para que puedan llevar a cabo su labor allí donde se les necesita.

NÍGER, PAÍS DE TRÁNSITO PARA LAS MIGRACIONES

Por otra parte, Níger ha sido históricamente un país de tránsito para los migrantes en África y las leyes que se aprobaron en 2015 para intentar contener estos flujos no han impedido que sigan llegando, subraya Otero. Lo que ha provocado, añade, es que los migrantes se encuentren una situación de mayor vulnerabilidad puesto que «lo que antes se hacía abiertamente ahora se hace en la clandestinidad».

Agadez, que ha vivido siempre de las migraciones, sigue siendo un punto neurálgico en este viaje de quienes se dirigen hacia el norte del continente, en general con la vista puesta en dar el salto a Europa. Pero ahora «tienen que buscar rutas alternativas en el desierto más peligrosas, con más riesgo de perderse o de que los abandonen», indica. Además, las fuerzas de seguridad suelen llevar a cabo persecuciones, lo que en numerosas ocasiones provoca «accidentes y heridos».

Por otra parte, según Otero, también se ha producido un aumento en las expulsiones de migrantes por parte de Argelia, con unas 500 cada semana. Por ello, MSF se ha instalado en el «llamado punto cero, en el medio del desierto» en la frontera entre los dos países con el fin de poder ofrecer ayuda cuando se producen las expulsiones.

«Lo que estamos viendo es que llegan en una situación cada vez más precaria, les quitan sus bienes y pertenencias, los teléfonos, algunas veces hasta la ropa», resalta. Además, MSF les ofrece apoyo en salud mental dado las experiencias que han vivido en la ruta migratoria y trata de recabar toda la información posible sobre «las violaciones, torturas, retenciones y otros abusos que puedan haber sufrido».

«La migración no va a parar» a pesar de todas las medidas restrictivas adoptadas en los últimos años, augura Otero, que pone de relieve el «buen trato» que dan a los migrantes las autoridades de Níger en contraposición a las de otros países como Libia o Argelia.

DESNUTRICIÓN RECURRENTE

Por último, «la desnutrición es algo recurrente en Níger por problemas estructurales, la pobreza del país, los hábitos alimentarios y de cultivo», destaca Otero, que incide en que este problema, independientemente de que se produzcan determinadas «época de hambre» al cabo del año, hay que tratarlo a largo plazo, resolviendo los problemas estructurales.

En este sentido, sostiene que «las ONG deberían implicarse mucho más en lo que se refiere al desarrollo» de Níger y reconoce que el problema en el país no es la falta de organizaciones humanitarias, sino que «no todas tienen la capacidad de trabajar en contextos donde la seguridad es muy precaria» como puede ser Tillaberi o Diffa.

El otro gran problema es el de la financiación. En el caso de Diffa, donde la crisis se prolonga ya desde hace cuatro años, se constata un «cansancio de los donantes». Por ello, defiende la necesidad de que «se invierta más» en estas dos regiones y también que «se aseguren las zonas para que las ONG puedan ayudar y llegar a las zonas donde viven personas en situación precaria».

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