Un partidario del entonces candidato presidencial Jair Bolsonaro lleva una cinta en la cabeza con su nombre mientras espera, junto a otros seguidores, los resultados del balotaje en el exterior de la Asamblea Nacional, en Brasilia, Brasil. FOTO LA HORA: ERALDO PERES/AP.

Por MAURICIO SAVARESE y DIANE JEANTET
SAO PAULO
Agencia (AP)

En el inicio de su segundo año como presidente de Brasil, Jair Bolsonaro se mantiene firme en sus combativas políticas mientras se enfrenta a sus críticos tanto dentro como fuera del país, una actitud que ha entusiasmado a muchos de sus partidarios, pero erosionó sus esfuerzos para lograr aliados y sacar a la novena mayor economía del mundo de su estancamiento.

Su toma de posesión el pasado 1 de enero supuso un cambio drástico con respecto a las cuatro últimas presidenciales, donde ganó la izquierda. Prometió a atacar la ideología socialista, frenar la corrupción y liberar a la policía en la lucha contra la delincuencia. Al hacerlo, muchos moderados se sintieron apartados.

En un discurso a la nación justo antes de Navidad, Bolsonaro dijo que «recibió un Brasil en una profunda crisis ética, moral y económica».

«El gobierno ha cambiado. Hoy tenemos un Presidente que aprecia a las familias, respeta la voluntad de su pueblo, honra a su Ejército y cree en Dios», dijo flanqueado por su esposa, Michelle Bolsonaro, quien vestía una camiseta con la palabra JESÚS en letras grandes.

Y mantuvo su posición en cuestiones como la retirada de algunas protecciones de derechos humanos al colectivo LGBT, el recorte de la financiación a proyectos artísticos que desafían los «valores cristianos», además de en declaraciones contra las extravagantes celebraciones de carnaval.

Marco Feliciano, un legislador conservador de la cámara baja y pastor evangélico, cree que Bolsonaro se mantiene fiel a valores que fueron ignorados por sus predecesores.

«Al principio del año, claramente sentíamos que sectores dentro del gobierno intentaban separar al presidente de los evangélicos, pero el presidente alejó a esa gente y se mantuvo leal a quienes lo eligieron. Los evangélicos nunca fueron tan honrados por un presidente», manifestó.

Bolsonaro, que durante años fue un legislador apartado del foco, llegó a la presidencia tras presentarse como un elemento ajeno a la clase política luego de una profunda crisis económica, de un amplio escándalo de corrupción política y de una ola de victorias populistas en todo el planeta.

Pero la atención prestada por el mandatario a su agenda de ultraderecha generó conflictos entre los militares y evangélicos de su gobierno, y redujo su apoyo en el Congreso.

Mientras el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, con quien se compara frecuentemente a Bolsonaro, ha cimentado su autoridad sobre el Partido Republicano, los enfrentamientos del brasileño con los líderes de su formación lo llevaron a renunciar en noviembre. Esto le deja aislado de facto hasta que pueda crear su nuevo partido, Aliança Pelo Brasil (Alianza por Brasil), si es que logra hacerlo.

«Bolsonaro empezó 2019, que se suponía que debía ser un año de luna de miel, en territorio positivo, pero empezará su segundo año en el negativo», apuntó Carlos Melo, profesor de ciencias políticas en la Universidad Insper de Sao Paulo. «Estará bajo mucha presión. Y eso lo pone en modo combativo».

Pero necesitará aliados para aprobar parte de su agenda cultural en el congreso y legisladores que respalden nuevas reformas para recortar costos en un esfuerzo por revivir la economía tras seis años consecutivos de crecimiento negativo o estancamiento.

La victoria legislativa más ambiciosa del Presidente una revisión del sistema de pensiones en la que fracasaron los gobiernos anteriores, salió adelante en una versión suavizada.

Las medidas que siguen pendientes incluyen reformas fiscales y límites al gasto, y algunas serán polémicas en un momento en que los partidos se alistan para probar fuerzas en una serie de elecciones a alcalde en octubre. Los legisladores participarán en votaciones entre junio y principios de noviembre.

El Congreso ya se sintió cómodo bloqueando decretos presidenciales para aliviar el control de armas, permitiendo que órdenes ejecutivas expirasen sin ratificación y suavizando sus proyectos de ley, como su propuesta estrella de una legislación antidelincuencia.

El presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, se lleva la mano al corazón y el comandante del ejército Edson Leal Pujol hace un saludo militar durante la interpretación del himno en una ceremonia, celebrada bajo un intenso aguacero, para conmemorar el Día del Ejército, en Brasilia, Brasil. FOTO LA HORA: ERALDO PERES/AP.

Bolsonaro también se enfrentó a otros mandatarios internacionales, especialmente a los de Francia, Alemania y al gobierno de Noruega por sus esfuerzos para proteger la Amazonía, una región que él considera clave para el futuro de la nación y donde la deforestación se aceleró en su primer año en el cargo.

Esto ha provocado inquietud incluso entre los líderes agroempresariales que votaron por él, como el «rey de la soya» Blairo Maggi, quien señaló que la gestión medioambiental del Presidente pone en peligro las exportaciones del país.

Los pobres resultados económicos y la agresiva retórica han desanimado a muchos votantes de Bolsonaro, y solo alrededor de un 30% valoran su gobierno como bueno o excelente, el desempeño más bajo en un primer año para un presidente electo desde la reinstauración de la democracia en 1985.

Pero ante la opción de aprobar o suspender a Bolsonaro, las encuestas muestran que su popularidad es más alta, casi a la par que la de Trump en Estados Unidos. «Este no es un presidente débil», dijo Christoper Garman, director gerente para América en Eurasia Group.

El gobierno obtuvo su mejor valoración en seguridad. El ministro de Seguridad, Sérgio Moro, cuyo trabajo como juez anticorrupción contribuyó al encarcelamiento del expresidente Luiz Inácio Lula da Silva, tiene mejor aceptación que Bolsonaro, según las encuestas.

Los datos policiales recopilados por el cibersitio G1 muestran que los homicidios cayeron un 22%, a 30.864 casos, en los nueve primeros meses del año frente al mismo periodo de 2018.

Además, Bolsonaro se ha visto salpicado por investigaciones a su familia que podrían alterar su imagen de incorruptible entre sus seguidores incondicionales.

Los fiscales estudian denuncias de que el personal que trabajaba para su hijo Flávio, entonces legislador del estado de Río, pagaron a su exconductor, un viejo amigo de la familia.

Los comicios locales de 2020 podrían ser reveladores de cara a la reelección de Bolsonaro en 2022, según Claudio Couto, profesor de ciencias políticas en la Fundación Getulio Vargas.

«Si Bolsonaro no logra formar su propio partido a tiempo, tendrá que forjar alianzas con políticos u otros partidos para que lleven su estandarte. Podría ser una tarea complicada para un político que ha tenido problemas tendiendo puentes», apuntó Couto.

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