SAO PAULO
AP

La asediada presidenta de Brasil Dilma Rousseff encabezó algo que su agenda describió como reunión de «coordinación política», un día después de que millones de manifestantes en todo el país salieran a las calles a exigir su salida.

Los principales diarios locales dijeron que las protestas de ayer fueron las más grandes en la historia del país. La respetada agencia de encuestas Datafolha calculó que unas 500 mil personas participaron en la movilización solo en Río de Janeiro.

Las protestas son vistas como un aumento a la presión a Rousseff, quien está luchando contra un posible juicio político en el Congreso.

Rousseff se ha visto acorralada por la peor recesión en décadas y una extensa investigación por corrupción que se ha centrado en figuras clave de su Partido de los Trabajadores.

Los observadores dicen que las manifestaciones podrían debilitar aún más la coalición gobernante y complicar a Rousseff llegar al final de su mandato.

Unas tres millones de personas, según estimaciones de la policía, salieron a la calle en 200 ciudades reclamando la dimisión de la mandataria en medio de un descontento generalizado por los casos de corrupción y la peor recesión que sufre el país en años.

Se espera que en algún momento de esta semana, el presidente de la cámara baja parlamentaria y rival de Rousseff Eduardo Cunha forme una comisión para iniciar el proceso de una moción de censura por las acusaciones de mala gestión fiscal.

Rousseff, que ha dicho que no dimitirá, también está presionada por miembros de su propio Partido de los Trabajadores, que quieren que su mentor y predecesor en el cargo, Luiz Inácio Lula da Silva, intervenga asumiendo un cargo en el gabinete e incorporando a otras personas a su elección, pero Lula está a la espera de que un juez de Sao Paulo determine si se le detiene por cargos de corrupción.

Las protestas de ayer agravan la ya difícil situación de Rousseff, que además de la campaña de impugnación afronta una creciente investigación de fiscales federales sobre corrupción en la gigante petrolera estatal Petrobras, una pesquisa que se ha acercado a su círculo más cercano en las últimas semanas.

«El carácter pacífico de las manifestaciones de este domingo demuestra la madurez de un país que sabe cómo coexistir con opiniones diferentes y sabe cómo garantizar el respeto a sus leyes e instituciones», afirmó la presidenta en un comunicado tras las protestas.

La marcha más multitudinaria se produjo en la capital económica del país, Sao Paulo, un bastión de descontento latente contra Rousseff y el Partido de los Trabajadores.

En torno a un millón de personas participaron en la manifestación contra Rousseff en Río de Janeiro, según sus organizadores.

La alta participación podría desencadenar la ruptura de la frágil coalición de gobierno, según analistas.

«Hay una situación de ingobernabilidad», comentó Francisco Fonseca, profesor de ciencias políticas en la Universidad Católica Pontificia de Sao Paulo. «La presidenta tiene pocas cartas».

Sin embargo, Fonseca informó que las protestas mostraron «un descontento generalizado con el sistema político» que no reforzaría necesariamente a ningún político o partido opositor en concreto.

La multitud, vestida de los tonos amarillo y verde de la bandera brasileña, mostraba carteles como «Fuera Partido de los Trabajadores», pero los manifestantes en todo Brasil dejaron claro que su malestar iba más allá de Rousseff y su partido, señalando que la investigación sobre corrupción en Petrobras ha comprometido a toda la clase política.

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