Por ALBERTO ARCE
MANAGUA / Agencia AP
Su esposo, Daniel Ortega, es el presidente, pero como jefa de Comunicaciones, Murillo es la voz y el otro rostro del gobierno. En los cruces fronterizos y en las vallas publicitarias en todo el país, «Daniel y Rosario» están juntos. En el portal de internet del gobierno, ella domina la página «El 19, por más victorias! Discursos de Daniel y Rosario».
Y aunque Ortega ocasionalmente aparece en público, Murillo habla de temas de actualidad todos los días entre semana en la televisión nacional, muchas veces acompañada de copartidarios. Murillo habla a nombre del gobierno de su esposo en una ola retórica que mezcla socialismo, espiritualidad New Age y catolicismo. Pero no admite críticas.
Este mes se conmemora el aniversario 35 del derrocamiento del dictador Anastasio Somoza por la revolución sandinista y, como siempre sucede en tales ocasiones, Murillo estuvo al lado de Ortega en el acto oficial, recibiendo a los dignatarios latinoamericanos con el puño, repleto de joyas, en alto y en señal de triunfo.
«La fe dentro de cada uno de nosotros, y en todos, ha hecho posible que Dios nos llene de milagros», dijo Murillo a la multitud. «Quién nos hubiese dicho que 35 años transcurrirían tan rápido, siempre en olor y fragor de combate», prosiguió. «Los pueblos en revolución, en los siglos pasados y en este siglo, nos inspiraron en el avance hacia el socialismo, que en para nosotros en Nicaragua está hecho de fe cristiana, valores de familia, espíritu y vida de comunidad, y en solidaridad».
La política siempre ha sido cosa de familia Nicaragua, y en América Latina hay una tradición de lideresas que surgen cuando sus esposos abandonan el escenario político. Sobre esa base, la alianza política entre Ortega y Murillo ha llevado a muchos a especular que Murillo aspira a suceder al presidente algún día.
Ortega mismo puede haber hecho eco a esos rumores en abril después de que un terremoto de magnitud 6.2 averió muchos edificios de la capital, Managua. El presidente habló por televisión y dijo que mientras él protegía a sus nietos, Murillo comenzó a dar instrucciones a los miembros del gabinete presidencial.
«El problema de la pareja presidencial es que tienen vocación de permanencia en el poder», dijo Rosa María Zelaya, ex presidenta del Consejo Supremo Electoral. «Cueste lo que cueste, están preparando la sucesión en la figura de Murillo para cuando sea necesario».
Sin tomar en cuenta una enfermedad o la muerte, es probable que Ortega, de 67 años, no abandone pronto el poder pues goza de respaldo en el Congreso y la Corte Suprema, que aprobó una modificación a la Constitución que permite la reelección ilimitada. Sus partidarios dicen que la imagen de una primera dama hambrienta de poder es una forma de sexismo que pasa por alto sus muchas contribuciones a Nicaragua.
«Los opositores querrían que Rosario no existiera», expresó Aldo Díaz Lacayo, exembajador de Nicaragua en la ONU. «Ella es eficiente, coordina muy bien… es el pivote de la aplicación de todas las políticas del gobierno».
SANDINISTA
Murillo, de 63 años, se unió al movimiento sandinista en los años sesenta, mientras trabajaba como secretaria de Pedro Joaquín Chamorro, director del diario La Prensa, quien fue asesinado posteriormente por su oposición al régimen de Somoza.
En una foto tomada el 19 de julio de 1979, el día que Somoza huyó de Nicaragua, se ve a Murillo de uniforme verde olivo, una boina negra sobre el cabello corto y un fusil colgado al hombro, junto a varios de los nueve comandantes sandinistas que lideraron la sublevación.
Pero hoy Murillo luce un pelo largo, negrísimo, y atuendos coloridos, muchos rosados y azules, aparentemente por los colores del divino propósito y armonía con la familia y el mundo, propios del movimiento New Age. Además de la referencias a Dios, los discursos de Murillo están llenos de alusiones a los misterios y milagros de la vida, y la Madre Tierra.
Muchos nicaragüenses la consideran su protectora.
«Nosotros somos los niños y ella es la madre que nos cuida», dijo Dennis Centeno, programador informático que asistió a un concierto en homenaje a Augusto César Sandino.
Amante de las joyas, Murillo usa collares, brazaletes y anillos de turquesa en cada dedo. Su estilo constituye un agudo contraste con el de Ortega, que ha perdido el cabello y tiene panza, y por lo general se viste de camisa blanca.
Murillo sigue siendo confidente, guardián y portavoz de Ortega cuando todos los líderes sandinistas iniciales, salvo uno, se han separado de él o han fallecido. Partidarios y detractores por igual dicen que para llegar a Ortega primero hay que pasar por Murillo.
«Ortega tiene el poder político, pero ella lo usa en su nombre», dijo Dora María Téllez, la militante sandinista que lideró el asalto al Palacio Nacional en 1978 y tomó como rehenes a los legisladores de Somoza.
Téllez rompió con Ortega y Murillo hace años por su estilo autoritario del gobierno, según indicó. «Antes era el somocismo, ahora es el orteguismo», agregó. «El modelo político somocista no ha sido derrotado en Nicaragua».
Ortega gobernó Nicaragua de 1979 a 1990, primero como coordinador de la Junta Nacional de Reconstrucción de Nicaragua y después como presidente, hasta que perdió las elecciones a manos de Violeta Chamorro, esposa del asesinado editor de La Prensa, para quien Murillo había trabajado.
Murillo lideró la campaña de reelección que devolvió a Ortega al poder en 2006 y de nuevo en 2011. El gobierno de Ortega se identifica con líderes izquierdistas de la región, como el cubano Raúl Castro y el venezolano Nicolás Maduro, y se autocalifica de socialista por las prestaciones que da a los pobres.
Gracias al apoyo anual venezolano de 500 millones de dólares, miles de familias nicaragüenses reciben todos los meses arroz, frijoles y otros alimentos básicos, además de frutas secas y sardinas cuando es Navidad o Día de las Madres. Y los médicos atienden gratis a los pobres.
A los ojos del vendedor de helados Leonel López, ese es un buen gobierno. Sus hijos reciben útiles escolares y almuerzo gratis en la escuela.
«Ellos nos ayudan porque somos pobres», afirmó López.
Pero el principal apoyo del gobierno viene de la comunidad empresarial a la que antes se opuso. José Adán Aguerri, presidente del Consejo Superior de la Empresa Privada de Nicaragua, explica que su organización ha apoyado la abrumadora mayoría de las leyes aprobadas por el Congreso, controlado por los sandinistas, que por lo general saldan sus diferencias con Ortega y Murillo antes de presentar un proyecto de ley a votación.
«No vamos a derrotar a los sandinistas en las elecciones», dijo Aguerri. «Tenemos que negociar».
La licitación más grande del gobierno no se adelanta con empresarios locales. La concesión para construir el Gran Canal Interoceánico de Nicaragua, que es tres veces más grande que el canal de Panamá, fue adjudicado a la compañía de telecomunicaciones con sede en Beijing CEO Wang Jing, junto con otros proyectos de infraestructura asociados al canal, libres de impuestos, incluyendo la construcción de puertos en el Pacífico y el Atlántico nicaragüense, un oleoducto que bifurca del país, un ferrocarril de carga, dos zonas de libre comercio y un aeropuerto internacional.
La propuesta para el canal no está exenta de detractores. Algunos se preguntan por qué el gobierno no ha sido más abierto en cuanto a temas de financiación, plazos y las normas que regularán un proyecto de construcción de esa envergadura.
Pero Ortega y Murillo han dicho que se trata de un nuevo y próspero comienzo de lo que será el futuro de Nicaragua. El gobierno recibirá diez millones de dólares al año una vez el canal se haya construido y, poco a poco, va a adquirir la plena propiedad a lo largo de un siglo.
Cuando la ruta propuesta para el Canal fue anunciada este mes, Murillo dijo que era casi una realidad y agradeció a Dios.
«Estamos en el mes de julio, mes de las transformaciones, mes de la evolución, para nosotros», dijo «Un día histórico para nuestro país, un día de gran trascendencia en las rutas de evolución, de transformación de la vida, material, social, cultural, en nuestro país».
ACUSACIÓN
En la década de los 80, Murillo fue líder de la Asociación Sandinista de Trabajadores de la Cultura y en los años 90 fue miembro del Congreso y portavoz del Frente Sandinista, que entonces era un partido opositor.
Para muchos de sus antiguos aliados, la ruptura con Murillo ocurrió en 1998 cuando su hija, que entonces tenía 30 años, Zoilamérica Ortega Murillo, acusó públicamente a su padrastro, Daniel Ortega, de haber abusado de ella sexualmente y de manera repetida cuando era una niña. La mujer interpuso una denuncia contra su padrastro pero luego desistió de ella y se fue a vivir a Costa Rica.
Zolilamérica rechazó una solicitud de entrevista para comentar sobre esta historia. Ortega negó las acusaciones y Murillo lo defendió públicamente.
«Ortega se queda callado, paralizado. Y ella asume la estrategia de defensa», dijo Azalia Solís, una feminista y activista y ex guerrillera sandinista.
Desde entonces, Ortega y Murillo han mantenido un estrecho contacto con el resto de su familia. La mayor parte de su familia vive en una comunidad cerrada en el centro de Managua, rodeada de altos muros. Viajan en convoyes acompañados de guardaespaldas y severas medidas de seguridad. El gobierno, la familia Ortega y amigos controlan a la mayoría de los medios de comunicación, entre ellos siete de las ocho estaciones de televisión que tiene el país y todos los periódicos, a excepción del de la familia Chamorro, La Prensa.
Murillo es un jefe de comunicaciones que no acepta preguntas difíciles y que tampoco es blanco de críticas. Los funcionarios gubernamentales sólo se reúnen con los periodistas sandinistas de su entera confianza. Incluso, quienes son leales a Murillo se niegan a hablar de sus logros públicamente por temor a represalias. Reiteradas solicitudes de entrevistas con Murillo, cuatro ministros del gobierno, el alcalde de Managua y funcionarios del Frente Sandinista, realizadas por la AP, se quedaron sin respuesta.
«Ortega y Murillo son desde hace años un tándem político», afirmó Carlos Fernando Chamorro, editor de Confidencial, una publicación online.
Chamorro es el hijo de la ex presidente Violeta Chamorro y su último esposo, Pedro Joaquín Chamorro. Fue sandinista y ahora es un fuerte opositor del dúo Ortega-Murillo. Él y su publicación han sido el blanco de ataques políticos de parte del gobierno, que ha incluido investigaciones penales por presunto lavado de dinero que se remontan a 2008 y que continúan abiertas.
«Él toma decisiones, ella hace el ‘delivery’ del mensaje del gobierno… Apela a los valores más conservadores de la sociedad nicaragüense», dijo Chamorro. «Hay dos valores: la familia tradicional y la decisión de Dios, plasmada e interpretada por la voluntad de su representante en materia de comunicación para Nicaragua, que es Rosario Murillo».