Si alguna vez hubo una historia inspiradora sobre cómo alcanzar las estrellas, es “A Million Miles Away”, el viaje de la vida real de cómo un niño que creció siendo trabajador agrícola migrante se convirtió en astronauta de la NASA.
Comienza en los campos de maíz de Michoacán, México, mientras José Hernández mira maravillado hacia el cielo, y termina dos horas más tarde con él a 200 millas sobre la Tierra en la Estación Espacial Internacional.
“Dime una cosa”, le dice su primo cuando Hernández duda si es la persona indicada para ir al espacio. “¿Quién mejor que un migrante? Alguien que sepa lo que es sumergirse en lo desconocido. ¿Quién mejor que eso?”
Las películas biográficas con grandes héroes pueden resultar complicadas, pero “A Million Miles Away” logra mantener los pies de su protagonista firmemente en la tierra antes de su viaje espacial, en gran parte gracias al astro Michael Peña como Hernández y Rosa Salazar como su esposa. Mantienen la humanidad de sus personajes incluso cuando la banda sonora y las imágenes van volando. Puede que sea un astronauta, pero todavía es necesario que alguien saque la basura.
Los guionistas Bettina Gilois, Hernán Jiménez y Alejandra Márquez Abella, que basan su historia en las memorias de Hernández, cuentan la historia lineal de un joven talentoso que en el camino recibe ayuda de una maestra, sus padres y su familia extendida. La NASA lo rechaza tantas veces que guarda todas sus cartas de negativa en una carpeta.
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Todos se sacrifican para que Hernández eventualmente se convierta en un especialista de misión espacial: Sus padres dejan de mudarse de campo en campo y pierden su hogar, su esposa retrasa sus sueños de abrir un restaurante y el propio Hernández se pierde el nacimiento de un hijo y pasa horas interminables preparándose. Como ingeniero, lo confunden con un conserje en su primer día en el Laboratorio Nacional Lawrence Livermore.
“A Million Miles Away” trata agudamente la obsesión de un hombre por lograr sus sueños y toca muy bien temas como el racismo, la asimilación en una nueva cultura, la culpa familiar y la dedicación. “La tenacidad es un superpoder”, le dicen y esa es una gran lección en medio de todas estas películas de superhéroes.
En muchos sentidos, el filme es un enorme gemelo de otra película biográfica estrenada este año: “Flamin’ Hot” (“Flamin’ Hot: la historia de los Cheetos picantes”), sobre cómo un conserje mexico-estadounidense con dificultades, pero tenaz, ideó el exitoso bocadillo Flamin’ Hot Cheetos. “A Million Miles Away” incluso tiene una escena con un plato de Doritos.
La mexicana Alejandra Márquez Abella dirige con seguridad y hay algunos toques realmente elegantes, como cuando una caja de papeles se disuelve para convertirse en una caja de cultivos o cuando la cámara captura a Hernández de niño en el auto familiar y luego lo muestra adulto en otro auto.
Pero la directora también podría quedar cerca de la exageración, como cuando agrega la imagen de una mariposa monarca, un símbolo del estado de donde son originarios los padres de Hernández, flotando en el transbordador espacial. La mariposa aparece en los primeros fotogramas de la película, pero que se siente forzada cuando se alcanza la gravedad cero. Ya tenemos una foto de los trabajadores agrícolas mirando hacia el cielo cuando la nave se eleva.
Son mejores las escenas en las que Hernández intenta convertirse en material típico de la NASA, como cambiar su Impala por algo más suburbano, comer sándwiches en el trabajo (en vez de enchiladas) y dejar de poner música mexicana a todo volumen por Rick Astley. “Creo que estás tratando de olvidar quién eres”, le dicen.
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Pero después de que hemos visto a Hernández persistir durante tanto tiempo, verlo conducir por la puerta principal de la sede de la NASA con una canción de Los Tigres del Norte a todo volumen en su camioneta y una sonrisa en los labios, se siente reconfortante.
Peña casi minimiza a su héroe (un movimiento inteligente y bien hecho) y Salazar amenaza con robarse la película por completo como una madre y esposa fuerte, amorosa y estresada. “Crecimos viendo a nuestra gente hacer sacrificios. Depende de nosotros ahora”, le dice Adela a Hernández.
Hacia el final, Hernández llega al restaurante de su familia con uno de esos codiciados monos azules de astronauta, luciéndolo por primera vez después de haber sido elegido para volar al espacio y rápidamente lo envían a la cocina. El lavaplatos no llegó a trabajar y él necesita cubrir su turno, sea de la NASA o no. Eso captura perfectamente este retrato dulce, amoroso y valioso del valor de una familia.
“A Million Miles Away”, un estreno de Amazon Prime Video, tiene una clasificación PG (que sugiere cierta orientación de los padres) de la Asociación Cinematográfica de Estados Unidos (MPAA, según sus siglas en inglés) por elementos temáticos y ciertos diálogos. Duración: 120 minutos. Tres estrellas de cuatro.