Autoridades estadounidenses abogaron por continuar con la vacunación pese no estar clara su efectividad contras las nuevas subvariantes de ómicron. Foto: La Hora/AP

BRUSELAS/AP

La localidad belga de Aarscot tiene una tasa de vacunación del 94% de los adultos, pero a su alcaldesa, Gwendolyn Rutten, le preocupa su cercanía con la capital del país, Bruselas, donde la tasa es del 63%. Sin embargo, no hay mucho que pueda hacer al respecto.

Su esperanza es que el gobierno convierta la vacunación en obligatoria. “De lo contrario, arrastras a todos los demás de vuelta al peligro”, dijo Rutten en una entrevista reciente.

Pero pocos países de la Unión Europea han impuesto la vacuna, y en lugar de eso requieren que la gente muestre pruebas de que está inmunizada, ha dado negativo en una prueba diagnóstica o se ha recuperado hace poco del COVID-19 para participar en cada vez más actividades o incluso, en ocasiones, para ir a trabajar.

Los requisitos generalizados están a la orden del día en Estados Unidos, que ha encontrado una resistencia considerable a las vacunas. El presidente, Joe Biden, anunció la semana pasada imposiciones que afectan a buena parte de la población, en ocasiones sin opción alternativa de hacer pruebas diagnósticas.

Pese a las estrategias aparentemente dispares, las autoridades tanto en Estados Unidos como en la Unión Europea lidian con el mismo problema: cómo llevar la tasa de vacunación al máximo y poner fin a una pandemia que se ha resistido varias veces a los esfuerzos por controlarla.

Y de hecho, la aparente diferencia podría estar reduciéndose. Aunque no han descrito sus restricciones como órdenes, algunos países europeos están complicando tanto la vida a los no vacunados que en la práctica podría ser una medida equivalente.

En una iniciativa quizá sorprendente para un país conocido por defender la libertad individual, Biden ha impuesto amplios requisitos de vacunas para hasta 100 millones de estadounidenses, incluidos muchos empleados del sector privado y trabajadores de salud. Los empleados en firmas con más de 100 trabajadores tendrán que vacunarse o hacerse pruebas semanales, y se exigirán las vacunaciones a empleados de la rama ejecutiva del gobierno y contratistas que trabajan con el gobierno federal, sin alternativa de pruebas diagnósticas. Hay algunas excepciones.

La estrategia estadounidense, aparentemente más agresiva, podría reflejar la presión mayor que enfrenta el país. La UE, que al principio se vio por detrás de Estados Unidos en cuanto a vacunaciones, lo superó a finales de julio. Para el jueves, el bloque de 27 países había vacunado al 60% de su población, respecto al 53% de Estados Unidos, según Our World In Data. En ambas regiones, las tasas de inmunización varían mucho de país a país o de estado a estado.

Las autoridades estadounidenses, con Biden a la cabeza, han descrito la fase actual de la crisis como una “pandemia de los no vacunados”, ya que los datos indican que casi todos los muertos por COVID-19 en el país eran personas sin vacunar. Los gobernantes en la UE han descrito igual la situación de los brotes en sus países.

Pero para la UE resulta más difícil introducir vacunas obligatorias, ya que la política de salud es competencia de sus 27 gobiernos nacionales, y los líderes de la UE tratan la cuestión con mucha prudencia. Cuando The Associated Press preguntó de forma específica si las vacunas obligatorias podrían ser parte de la solución, tres comisarios de la UE eludieron la cuestión, aunque ninguno se posicionó en contra.

“Eso no está dentro de nuestra jurisdicción. No forma parte de nuestro marco legal», dijo el vicepresidente de la Comisión Europea, Margaritis Schinas, antes de añadir. “Pero si hay un mensaje que querríamos repetir a los estados miembros y a través de los estados miembros a los ciudadanos europeos, es ‘vacúnense, vacúnense, vacúnense’».

El comisario de Mercado Interno, Thierry Breton, insistió en que el suministro de dosis no sería un problema y en que el bloque “estará listo para todo lo que sea necesario”. Eso subraya que estos debates sólo tienen lugar en los países ricos, mientras muchos países de bajos ingresos siguen sin poder ofrecer a todos sus ciudadanos ni siquiera una primera dosis.

Pero si bien las autoridades en Bruselas no pueden imponer una orden a los 450 millones de ciudadanos de la UE, muchos gobiernos nacionales están redoblando las restricciones para los no vacunados. De hecho, algunos países han exigido las vacunaciones a algunos grupos: Eslovenia la ha impuesto a los empleados del gobierno, sin alternativa de pruebas.

Sin embargo, en la UE es más habitual que se requieran pruebas periódicas a los que no están inmunizados.

¿Quiere ver “El juicio final” del pintor primitivo flamenco Rogier van der Weyden en un museo de Borgoña? Debe mostrar el llamado pase COVID -que certifica un resultado negativo en una prueba, la vacunación o la recuperación reciente del COVID-19- para que se le permita admirar la obra renacentista. Las restricciones en Francia incluyen desde entrar en restaurantes a visitar la Torre Eiffel.

Francia, que se vio en problemas para impulsar las tasas de vacunación a principios del verano, fue el primer país grande de la UE que empezó a emplear esos pases. El presidente, Emmanuel Macron, anunció más tarde en julio que todos los trabajadores de salud debían vacunarse.

El sistema dio resultado. En las ocho semanas desde el anuncio, la sanidad pública francesa dijo que la tasa de vacunación había pasado de un 40% de población con la pauta completa a un 69%.

Como resultado, el sistema se ha adoptado en otros países del bloque. Italia, que ya requería el pase para muchas actividades, subió la apuesta el jueves. El gobierno del primer ministro, Mario Draghi, dijo que los trabajadores en los sectores público o privado pronto se verían obligados a mostrar el pase para ir a trabajar. Eslovenia y Grecia han adoptado medidas similares, pero Italia es la primera gran economía europea que requiere el pase COVID para acceder a espacios de trabajo en todos los sectores.

El pase de salud “no es una invitación a vacunarse, es una presión no muy suave», dijo el experto legal italiano Vitalba Azzollini.

A ambos lados del Atlántico, en ocasiones la gente se ha sentido más empujada que presionada.

En Estados Unidos eso ha derivado en mensajes agresivos y algunas manifestaciones.

“Todo el mundo debería tener derecho a decir ‘no’ a algo, sin perderlo todo”, dijo Candace Ganjavi, enfermera en el Memorial Herman Healthcare de Houston, Texas, que asesora a otras personas sobre cómo obtener una exención de la orden de vacunarse emitida por su empleador.

Mientras tanto, los gobernadores republicanos en todo EEUU han condenado abiertamente la orden de Biden y prometido acciones legales. El gobernador de Carolina del Sur, Henry McMaster, prometió combatir al presidente “hasta las puertas del infierno”.

Biden ha defendido sus órdenes y afirmado que “mi trabajo como presidente es proteger a todos los estadounidenses”.

Miles de personas han tomado las calles en Italia y Francia en protestas contra los pases COVID. Algunas de las concentraciones en París terminaron en choques con la policía. En Eslovenia, cientos de manifestantes antivacunas lanzaron bengalas el miércoles al edificio del parlamento para protestar por las nuevas medidas que requieren un pase COVID para entrar casi en cualquier comercio, así como restaurantes y espacios privados de trabajo.

El gobierno mantuvo su posición y el viernes anunció que aumentaría la medida a los empleados del gobierno.

Las tasas de vacunación se han disparado desde el anuncio.

“Estaría más satisfecha si la gente comprendiera por qué tiene que vacunarse”, dijo Bojana Beović, responsable del grupo asesor sobre COVID-19 del Ministerio de Salud. “Pero lo principal es que la proporción de población vacunada está creciendo”.

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