En la foto al centro el exjefe del extinto centro de gobierno, Miguel Martínez, alrededor los diputados Allan Rodríguez, Boris España, Aníbal Rojas y Javier Hernández.
En la foto al centro el exjefe del extinto centro de gobierno, Miguel Martínez, alrededor los diputados Allan Rodríguez, Boris España, Aníbal Rojas y Javier Hernández. Diseño: Roberto Altán/La Hora

El deterioro de la institucionalidad, cuando todo el aparato público fue puesto al servicio de la corrupción, se traduce en deterioro de las condiciones de vida para los guatemaltecos, generando una ola de migración de personas deseosas de cambiar su realidad que buscan en otro lado, especialmente Estados Unidos, aumentar ingresos para el sustento de sus familias. En otras palabras, la corrupción afecta tanto a los guatemaltecos como a otros países que tienen que recibir y acoger a millones de migrantes, la mayoría en condición irregular, que no encuentran aquí soluciones integrales a sus anhelos.

No podemos, en ese contexto, pretender que el mundo no se meta con los actores de esa corrupción de aquí porque con sus acciones, su saqueo persistente del erario público, lo que genera es esa tremenda migración; hoy en día Guatemala es el segundo país de América, después de México, en la cantidad de divisas que recibe por el envío de remesas familiares. La migración es un problema social, económico y político en Estados Unidos, donde se entiende perfectamente la relación estrecha que hay entre ese flujo constante de guatemaltecos cruzando la frontera con la corrupción que no permite al Estado invertir en el desarrollo humano y el bienestar del guatemalteco.

En otras palabras, si uno de los principales productos de exportación es la gente, no podemos pretender que los países que reciben a los nuestros se hagan los sordos y mudos ante las acciones que suceden aquí. 

Ayer se supo de la sanción de Estados Unidos a unas 300 personas, incluyendo más de 100 diputados, a quienes les removieron la visa, castigo que se extiende al núcleo familiar. Por supuesto que todos dirán, públicamente, que Disney hay en Europa, como dijo ya cínicamente uno de los que antes perdieron su visa, pero en el fondo entienden que se trata de un duro castigo que, de continuar con sus acciones, puede llegar a extremos como el de la aplicación de la ley Magnitsky.

Sanciones ha habido y seguirán existiendo y por ello es que siempre hemos dicho que los guatemaltecos debemos aprovechar los espacios que generan las mismas para emprender acciones que resuelvan los vicios del sistema, esos mismos males que usaron los sancionados para su propio beneficio.

La democracia es una preocupación universal y así se contempla tanto en la Carta de Naciones Unidas como en la Carta de la Organización de Estados Americanos, pero si a ello se agrega el impacto internacional que tiene el que un grupo de mafiosos que ha destruido la capacidad del Estado para atender las necesidades de su gente, debemos comprender la razón por la que hay tanto interés en el mundo sobre lo que está pasando en Guatemala. Los actores de la corrupción apostaron siempre a la secular indiferencia de los guatemaltecos, pero se abusó tanto que en las urnas recibieron su castigo.

Las acciones de quienes quieren democracia han cerrado los caminos para los que quieren vivir aislados y viviendo de un Golpe.

El Golpe de Estado contra la democracia no se detendrá ni con las sanciones actuales y las que vengan de la Unión Europea y la OEA, lo que ya afecta nuestra macroeconomía. Por ello el pueblo debe entender que la presión externa es apenas un elemento y que, solo junto a la decisión ciudadana, tendrá el efecto deseado.

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