En la foto, Miguel Martínez, Shirley Rivera y Consuelo Porras. Diseño: Alejandro Ramírez
En la foto, Miguel Martínez, Shirley Rivera y Consuelo Porras.

Para quienes tenían alguna duda respecto a las intenciones de romper el proceso electoral e impedir la investidura de quienes fueron electos por el pueblo, los hechos de ayer y hoy, tanto  en el Congreso como la Corte Suprema de Justicia (CSJ) y el Ministerio Público (MP), dejaron más que clara la intención que hay para romper lo poco que queda del Estado de Derecho en el país. Se confirma plenamente lo que fue expuesto en el seno de la Organización de Estados Americanos (OEA), en el sentido de que los golpes de Estado ya no salen de los cuarteles sino de los tribunales y hay que entender que no dejar que unas autoridades electas tomen sus cargos, es una alteración del orden constitucional. 

Hoy temprano nuevos allanamientos en contra de sancarlistas además de personas vinculadas a Semilla apuntan a que la meta son los antejuicios contra Bernardo Arévalo y Karin Herrera para despojarlos no solo de su inmunidad, sino de los cargos que obtuvieron en las urnas. Y es que la forma bien coordinada en que funcionó la aplanadora en el Congreso para la elección de magistrados y la integración de la comisión pesquisidora contra los magistrados del TSE, evidencia que ya no queda ninguna tranca que saltar y que el plan que se viene fraguando desde el 25 de junio entró ya en su etapa decisiva.

En esas condiciones el ciudadano tiene que tomar sus decisiones respecto a si se defiende o no el sufragio y la democracia en el país. Internacionalmente existe absoluta claridad sobre los acontecimientos que se vienen dando de manera muy hilvanada en Guatemala y el repudio ha sido total, pero corresponde ahora a los guatemaltecos definir su rol en esta extrema situación. No hay ya espacio para medias tintas: o se está con los que quieren alterar los resultados y la destrucción de la democracia o se está con quienes, hartos de la corrupción, decidieron con su voto dar un golpe de timón para cambiar el rumbo del país.

Ya no es cuestión de semanas, o siquiera de días, porque los esfuerzos para revertir lo decidido en las urnas ya está en marcha y es evidente que van con todo, disponiendo de todas las instituciones nacionales que están bajo el control de esa misma aplanadora oficialista que ayer mostró en el Congreso no solo su cohesión sino su fuerza para asegurarse la continuidad del modelo actual. Dispuestos a jugarse el todo por el todo, con el fin de garantizarse las facilidades para el saqueo de los fondos públicos y la impunidad absoluta de la que ahora gozan, avanzan presurosos para acabar con la posibilidad de un cambio.

Es un momento decisivo en la historia del país, quizá como pocos que se hayan vivido, y la evidencia muestra que van con todo en el desesperado esfuerzo.

 

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