Un guatemalteco observa desde una pasarela el caos tras los bloqueos.
Un guatemalteco observa desde una pasarela el caos tras los bloqueos. Foto: José Orozco/La Hora

La crisis provocada por el intento de burlarse de la voluntad popular ha caído en un punto muerto que se vuelve peligroso por la evidente infiltración, con fines de crear violencia, en las filas de una protesta que durante una semana fue pacífica y sin ningún enfrentamiento. Punto aparte son los bloqueos que han causado tantos efectos adversos entre quienes desean democracia y nos ponen en una peligrosa ruta de conflicto entre aquellos que desean vivir en democracia.

Este impasse nos está, literalmente, colocando en un callejón sin salida porque ni los que reclaman la renuncia de los principales personajes del atentado contra la democracia, ni Porras, Curruchiche u Orellana, están dispuestos a ceder y cada hora que pasa crece el riesgo de que el asunto pueda salirse de control.

Es un hecho que el movimiento que iniciaron los 48 Cantones con una demanda que es legítima fue una coherente expresión de una parte de la ciudadanía que demostró el respaldo a esa iniciativa, al punto que sin violencia, pero con bloqueos, el país fue paralizado por el deseo de vivir en democracia y el masivo apoyo a la misma. Pero también es evidente que la paralización y menos si es prolongada por bloqueos o cierres forzados no es la vía y además que la otra parte que no quiere democracia no se quedó de brazos cruzados y ya esta semana vimos el papel violento que han jugado personas que se infiltraron en las protestas con el objetivo de generar caos y recurrir al recurso del miedo.

De la manifestación pacífica, de los bloqueos que limitan libertades, pasamos a la tenencia de bombas Molotov preparadas por maras y otros elementos que fueron debidamente preparados para incorporarse a ese movimiento para incitar y ejercitar la violencia. Esas varas de las autoridades ancestrales que sirvieron de protección al Procurador de los Derechos Humanos porque los organizadores decidieron cuidarlo ante el repudio generalizado cuando llegó a las instalaciones del Ministerio Público (MP), eran el más claro testimonio de la voluntad pacífica de la manifestación en el MP para demandar la salida de Porras.

Pero todo cambió esta semana y el panorama ahora es muy incierto porque en la medida en que se prolongue el punto muerto en que nos encontramos, se irá haciendo más férrea la presencia y actividad de quienes fueron infiltrados para desnaturalizar el ejercicio ciudadano en reclamo de respeto a la voluntad popular. Por eso es necesario levantar los bloqueos no solo para marcar diferencia con los infiltrados, sino para demostrar que sabemos enfocar las baterías en contra de los que no quieren democracia. Tenemos que evitar a toda costa que esto se vuelva un conflicto entre ciudadanos y menos entre los que desean vivir en democracia.

No hay que hilar muy fino para entender quién ordenó esa infiltración y tampoco para saber cuál es el propósito de la implementación de esa nueva hoja de ruta.

Siempre hemos creído indispensable, para avanzar como sociedad, salir de la polarización y buscar acuerdos con visión de país, sentido de nación y de respeto al Derecho. Nunca como ahora ello ha sido tan necesario y tenemos que buscar, a toda costa, esos acuerdos para evitar derramamiento de sangre.

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