El país entró en una etapa crítica en la que nos estamos jugando el todo por el todo y el momento de que impere la sensatez a la misma altura que el amor por la patria y el deseo ferviente de vivir y defender la democracia. Las fuerzas del mal están activas y tratando de utilizar cualquier resquicio para deslegitimar la expresión ciudadana, lo que demanda que se tenga la máxima prudencia y madurez para no facilitar a los que quieren desbocar la protesta hacia la violencia. En ese sentido se deben replantear los bloqueos porque no nos llevarán a nada sostenible y se generará un conflicto entre quienes desean vivir en democracia.
Se debe entender que la postura del guatemalteco tiene fundamento y sustento en los abusos contra la democracia y el intento de revertir el proceso electoral, pero es momento de que la serenidad impere y se imponga para que se puedan concretar los fines que persigue la población. La locomoción y la libertad de comercio es clave porque empezamos a ver que al guatemalteco le preocupa que empezamos a ver anarquía.
Nunca hemos vivido un momento de tanta efervescencia y participación ciudadana a lo largo de nuestra historia y no debemos dejar que la situación escape de control para darle armas a quienes desean que haya represión para preservar sus posiciones. Por el otro lado, llaman la atención de ciertos actos que parecieran tener tintes de lo que se vivió en la campaña con los aparatos que apoyaron la estructura oficialista y sus partidos satélite.
No hace falta derramamiento de sangre ni enfrentamiento, sobre todo porque es visible que la inmensa mayoría de los guatemaltecos están, por vez primera en nuestra historia, dando un paso al frente para buscar el imperio de la ley y que se respete la voluntad popular.
Las tentaciones son muy fuertes y nos pueden terminar enfrentando y eso es, cabalmente, lo que buscan algunos para justificar el uso de la fuerza para reprimir a una ciudadanía que ha mostrado madurez pero que, a estas alturas de la crisis, tiene que redoblar sus esfuerzos para apartar a cualquiera que pretenda incurrir en abusos, limitaciones a terceros y/o actos de violencia. Así como el ciudadano deseoso de democracia tiene el derecho de manifestar, se tienen que respetar las opiniones en contra de gente que, por la razón que sea, no comparte ese mayoritario punto de vista
No debe haber cabida para los bloqueos de vías y rutas que de prolongarse van a afectar más a los millones que quieren democracia.
Imposible esperar que todos los guatemaltecos pensemos igual ni que todos acepten un único punto de vista. Pero sí se puede dar un ejemplo de madurez, de civismo y responsabilidad, que sea apreciado por propios y extraños. Mucha de la gente que se ha sumado a la protesta lo hace pensando en el bien de Guatemala y seguramente que eso pasa por el comportamiento que todos tengamos en estas horas tan cruciales.
Firmeza en el reclamo no significa fuerza, ni violencia ni coartar los derechos de otros. Simplemente es de demostrar que los pacíficos somos más que los violentos y que estamos unidos por un sueño que no nos pueden arrebatar quienes, infiltrándose y/o con violencia, puedan provocar situaciones de fuerza.