Guatemala está ahora viviendo momentos especiales en los que se abre una ventana de oportunidad para enderezar lo que sistemática y maliciosamente se ha venido torciendo desde las esferas de poder para construir una peculiar forma de dictadura que gira alrededor de la corrupción y de la certeza de impunidad para todos los que viven de la corrupción. Cada día se definen más los campos y en el seno del Congreso se puede ver cómo quiénes nunca dijeron nada porque el Ministerio Público apañó abiertamente la corrupción, enterrando casos como el de la Alfombra Mágica o el financiamiento de Benito a la campaña de Giammattei, ahora aplauden a la fiscal Consuelo Porras por “sus principios”.

Creemos que una circunstancia como la actual, con tanta gente y tantos sectores empeñados en cambiar al país y librarse de la peculiar forma de dictadura que se consolidó en este gobierno, no se vivía en el país desde aquellos días previos a la Revolución de Octubre, cuando un pueblo que estaba sometido a una cruel tiranía supo reaccionar, pasando del pánico al ataque, como bien lo dijo Manuel Galich en su maravillosa obra.

Por supuesto que si no vemos el panorama completo y nos centramos de manera obtusa en detalles, pasando por alto el conjunto de factores favorables e incitantes para la realización de ese gran pacto político nacional que, aunque parezca paradoja, mande al chorizo a la clase política actual, esa que ve en las acciones del MP su última esperanza de mantener los privilegios. Por ello resulta crucial que entendamos que diferencias, tanto de simple visión como ideológicas, siempre van a existir, pero si no disponemos de un modelo de auténtica democracia, esas diferencias simplemente sirven para que los polarizadores aprovechen esas fracturas para seguir avanzando en el saqueo de la cosa pública.

Hay ahora, por ejemplo, cuestionamientos a las manifestaciones que interrumpen la actividad cotidiana, pero los mismos tendrían que ir acompañados de propuesta para que la expresión ciudadana no se limite a que cada quien en su casa exprese su malestar y deseo de cambio. Busquemos las fórmulas adecuadas para que ese manifiesto deseo de participar para forzar a un cambio haga viable y posibilite la necesaria transformación que pasa por acabar con la dictadura.

Este es el momento de revertir la perversión de un sistema totalmente controlado y que dejó en completo abandono la obligación esencial del Estado en la búsqueda del bien común y la efectiva aplicación del principio de que la ley es pareja para todos, sin enterrar maliciosamente algunos casos.

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