Ayer el Presidente que fue electo por la mayoría de los guatemaltecos en una jornada electoral sin precedentes, asumió el liderazgo que le encomendó el pueblo para advertir, con toda seriedad y seguridad, sobre la existencia de un Golpe de Estado que se viene realizando desde instancias judiciales y que, como hemos dicho muchas veces en La Hora, pretende abortar la voluntad popular. Con nombres y apellidos el Presidente Electo señaló a los responsables de esa tenebrosa conspiración que pretende perpetuar el sistema de la corrupción.
El mensaje de Bernardo Arévalo fue contundente en el sentido de que no está convocando a una parte de la sociedad sino a todos los sectores y fuerzas vivas de un país que ha sido colocado en la encrucijada luego de haber decidido libremente en las urnas ponerle fin a un sistema corrupto y de manipulación judicial. Nadie, ningún sector ciudadano, fue omitido en el mensaje del doctor Arévalo al anunciar acciones de tipo legal y de tipo político necesarias para defender la democracia que pretenden eliminar mediante maniobras pseudo legales quienes están decididos a dar la última batalla contra el pueblo, con tal de mantener su régimen de enriquecimiento ilícito.
Con una firmeza que no se le había visto anteriormente y una amplitud absoluta, el llamado es para que todos los guatemaltecos honestos que emitieron su sufragio con la clarísima intención de ponerle fin al sistema podrido que tenemos y que ahora deberemos actuar con la firmeza que las circunstancias demanden para defender nuestro voto. Enfáticamente Arévalo dijo que no se trata de un llamado a la violencia, pero sí un llamado a la firmeza de la ciudadanía.
Advirtió claramente que el plan pasa por infiltrar las manifestaciones ciudadanas para generar hechos de violencia que puedan justificar la represión de la fuerza pública y que por ello será importante evitar provocaciones y detectar infiltraciones perversas que tengan la finalidad de alterar el orden público con la intención de justificar una represión que trate de ahogar la protesta.
Pero indudablemente nos ha llegado la hora de entender que para alcanzar el propósito de sacar a los corruptos de los puestos que controlan hará falta algo más que el sufragio del 20 de agosto y tendremos que asumir compromisos para preservar el ejercicio de nuestros derechos.
Vienen días muy duros y complejos porque ya demostraron las fuerzas del mal que están dispuestas a todo, pero en la medida que la ciudadanía se comprometa en esta nueva etapa de la lucha contra la corrupción, se abre la esperanza de salir del atolladero.