Los candidatos a la presidencia, Bernardo Arévalo del partido Semilla y Sandra Torrres del partido UNE. Diseño La Hora

En todo proceso electoral las horas previas a la votación y el cómputo de los sufragios son inciertas, situación que en el que culminará mañana en Guatemala es mucho más marcada porque, aunque haya un sentimiento generalizado de lo que será el resultado, está cantada oficialmente la intención de autoridades del Ministerio Público por emprender acciones penales. No se guardaron siquiera las apariencias y con premeditación se hicieron los anuncios de los pasos que darán en contra de quien figura en las encuestas como el más probable ganador de la contienda.

Cierto es que esos anuncios realizados por la Fiscalía Especial Contra la Impunidad tendrán un efecto directo en la mayor participación de una ciudadanía que ha demostrado su hartazgo por la existencia de un sistema corrupto. Precisamente los abusos de poder, que se traducen tanto en corrupción como impunidad para los corruptos y persecución contra los críticos del aparato que controla todas las instituciones, son lo que ha causado este extraordinario despertar de una ciudadanía que parecía resignada a tener que seguir soportando ese modelo perverso.

Pero el escenario está definido y eso significa que los electores, además de expresar su voluntad en las urnas, tendrán que cerrar filas ante los desmanes que han sido ya formalmente anunciados, si realmente se desea que la decisión de la ciudadanía sea debidamente respetada, como debe ser en el marco de la democracia.

Nadie puede pensar que el camino para erradicar el sistema de las garras de corrupción se logrará simplemente marcando un símbolo en las papeletas porque todas las instituciones del Estado, sin absolutamente ninguna excepción, se encuentran controladas por los actores de ese modelo que, al fin, hizo que los guatemaltecos despertaran, tomando conciencia del poder de su voto para iniciar el cambio. Pero, desde luego, el primer paso es el de investir con la voluntad popular a quien por lo menos se ha definido como crítico de la corrupción y de la forma en que se controla todo el aparato del Estado, tras lo cual se debe empezar la articulación de grandes acuerdos que tengan como objetivo esencial el rescate de la institucionalidad y el fin de esa burda impunidad existente.

Es momento de reflexionar y pensar seriamente sobre lo que se viene para el país en los próximos días, mucho antes de que se llegue al 14 de enero, cuando deberá producirse la transmisión del mando. El evidente contubernio de fiscales con una de las opciones políticas, compartiendo hasta el mismo discurso, es la muestra más clara de que la verdadera lucha apenas está por empezar.

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