Queda un mes para escuchar al menos una propuesta seria, concreta y racional sobre la realidad y el futuro del país. Foto Ilustrativa / pikist.

 

Dentro de un mes los guatemaltecos estarán convocados a emitir el sufragio en la elección general más enredada de los últimos tiempos y a estas alturas llama la atención la poca propuesta concreta que, de todos modos, se diluye en medio del circo en que los candidatos han convertido este proceso electoral.

El Estado llegó al máximo estado de cooptación durante este gobierno y el tema apenas si unos cuantos los señalan de pasada, pero sin una propuesta concreta y directa sobre la forma en que se le puede poner fin a la destrucción del Estado de derecho y el rescate de la institucionalidad del país.

El Presidente de la República no puede realizar esos cambios, pero a juzgar por lo que los aspirantes llevan como candidatos a diputados, todos están pensando en continuar con el mismo latrocinio que tiene en el Congreso la máxima representación porque es allí, por ejemplo, donde se tiene entrampada la elección e integración de las Cortes y no se abordan los cambios que el país necesita para tener sostenibilidad.

Indudablemente que el Presidente debe ser el líder nacional y, por lo tanto, puede contar con el respaldo del pueblo para promover cambios de fondo, aun enfrentando al Congreso de la República de ser necesario.

Hacer campaña y no hablar de lo que significa esa total captura del Estado es reconocer que se quiere continuar con la misma fiesta y seguir sacando provecho a los negocios que se pueden hacer cuando existe esa complicidad absoluta.

Guatemala necesita una profunda transformación, paso a paso pero con firmeza, para salir del atolladero en que lo tiene la corrupción que campea libremente y que, además, goza de la certeza de impunidad. Ahora se caen los casos y los nuevos inician para inclinar el péndulo, pero la corrupción real en el Estado ya no está siendo atacada.

En medio de canciones, dichos y payasadas no podemos aspirar a la transformación profunda que el país reclama y eso es deprimente porque genera la certeza de que nada va a cambiar en el futuro inmediato. Por supuesto que aquí juega, mejor que nunca, aquella expresión de que los políticos llegan hasta donde sus pueblos se los permiten y la mejor muestra estará en ese comportamiento de los electores dentro de un mes, cuando emitan un sufragio sobre propuestas tan vagas e inconsistentes.

Queda un mes para escuchar al menos una propuesta seria, concreta y racional sobre la realidad y el futuro del país. Quien tenga entereza de reconocer que estamos en un chiquero que debemos resolver y no en democracia, a lo mejor enciende a la gente.

Redacción La Hora

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