Esopo fue el primero en hablar de cómo las moscas cubren los panales que tienen rica miel y mueren atrapadas por el pegajoso producto, pero fue Samaniego en el Siglo XVIII quien redactó la fábula que describe cómo se alborotan las moscas ante la miel que producen las abejas. Ambos autores dicen que las voraces moscas, luego de hartarse de miel, no pueden alzar nuevamente vuelo y terminan muriendo, con lo que pretendían enviar un mensaje a los que solo buscan cómo satisfacer sus gustos o necesidades sobre el riesgo que ello implica para sus propias vidas.
En Guatemala el presupuesto del Estado y de todas las instituciones, especialmente las Municipalidades de todo el país, se han convertido en un panal de rica miel al que acuden, literalmente, miles de moscas que aparecerán en las papeletas electorales este año pensando en cómo hartarse con ese abundante recurso que cada año crece. En el caso de las municipalidades, los constituyentes asignaron un fondo especial para ellos, atendiendo el clamor de la ANAM, conformada por alcaldes que debían ir ajustando con cascaritas de huevo el recurso para atender a las necesidades de la población.
Lejos estaban de imaginar que esa decisión, que pretendía fortalecer al poder local para la promoción de obras y servicios en todos los municipios, terminaría siendo un panal de rica miel que atrae a tantas moscas. Nuestros propios fabulistas encontraron otro término, como el de aquel alcalde que dijo que “baboso el que no se pega a la teta que tiene más leche”, refiriéndose al Presidente y al oficialismo que manejan los fondos a discreción.
El caso es que nuestros candidatos proliferan como las moscas y son, en su inmensa mayoría, como ellas que únicamente van tras la miel que producen las abejas, es decir, ese pueblo de contribuyentes que genera ingresos al Estado y a las Municipalidades.
Fondos que, tristemente, son dilapidados en medio de un sistema que no ejerce el menor control sobre la forma en que se usan los recursos que, por lo general, va a parar a manos de los mismos políticos y de sus socios con los que hacen los jugosos negocios.
La fábula de Samaniego es la definición perfecta de nuestra política a nivel nacional. Tristemente, no tenemos aspirantes a servidores públicos, sino moscas que acuden al panal de rica miel o a la teta que produce más leche. Lo peor es que tienen la habilidad de no morir empachados de tanto dinero, puesto que siempre tienen hambre de más y más pisto.