La pomposa celebración del cumpleaños de Giammattei, arropado por el Arzobispo metropolitano y el Nuncio Apostólico mientras se daba un baño de pureza hablando de la familia y la vida, dejó confundidos a muchos católicos que sabían la hipocresía del acto pero se destantearon por la ostentosa presencia de los dos prelados, uno de ellos fungiendo, además, como Presidente de la Conferencia Episcopal. Y es que era un acto más del pacto de corruptos que ha logrado instituir una dictadura en el país mediante el control absoluto de los poderes del Estado y que, por lo visto, recibió el respaldo no sólo del Episcopado sino también de Roma, por la presencia del actual Nuncio que, como su antecesor, se pintó de cuerpo entero al codearse con lo más podrido de la sociedad.
Hoy publicamos una importante entrevista hecha al Cardenal Álvaro Ramazzini quien aclaró el tema así: “No es una postura de la Iglesia Católica, ni está representada por la Conferencia Episcopal pues no hubo ninguna consulta a sus miembros, tampoco en lo personal; lo entiendo como una iniciativa del arzobispo Gonzalo de Villa, de la diócesis de Santiago de Guatemala. No hay que olvidar que algunos piensan que es el jefe de la iglesia Católica, pero se olvidan que cada uno de los obispos somos responsables de nuestro propio territorio”, agregando que él, como Cardenal, solo responde directamente al Pontífice, el Papa Francisco.
Pero el tema central de la entrevista fue que Guatemala no tiene influencia regional ni mundial para declararse Capital Provida y de la Familia, pero además en la conversación cuestionó la calidad moral para pregonarlo y enfáticamente dijo que en el país se “está estableciendo una dictadura legal, en donde el gran perdedor es la sociedad guatemalteca, y los ganadores son un grupo de corruptos. La administración de justicia está corrompida… El gobierno se olvida intencionalmente del primer principio constitucional: el bien común”.
Condenó de manera enfática la aprobación de los 3.1 mil millones de quetzales señalando que no atenderán el bien común que es la esencia misma del ejercicio democrático y habló sobre cómo el individuo, al asumir una función pública, no puede escudar sus actos en la vida privada porque tiene que ser ejemplo de valores éticos y morales.
Reconforta a los fieles la declaración del Cardenal Ramazzini porque devuelve la confianza en que la jerarquía no es parte de esa dictadura “legal” que se está conformando en el país y que pareció tener el beneplácito hasta el mismo enviado del Papa Francisco al aplaudir un verdadero acto de hipocresía moral diseñado para festejar a un ególatra.