Hemos publicado un trabajo comparativo del costo entre el mantenimiento de un preso de la Dirección General del Sistema Penitenciario y el de un estudiante del Ministerio de Educación, siendo una radical brecha entre los Q55 para el privado de libertad y Q25 para el alumno por día.

Para que cualquier sociedad pueda proyectar un futuro con alguna esperanza, la apuesta tiene que ser en que contemos con el capital humano con la formación de principios éticos, morales y académicos fundamentales para llevar a cabo las tareas y las funciones que cualquier sociedad demanda en un marco de observancia de la ley.

Pero cuando vemos que prácticamente desde todos los ángulos de la vida, incluyendo la educación pública, a los menores se les deja a la mano de Dios, porque ni los mismos padres cuentan con los recursos ni las oportunidades para poderles brindar un ambiente de mínimas condiciones para garantizar su desarrollo, deberíamos estar alarmados como sociedad por el trato que les damos a las generaciones que nos siguen.

Y eso que dentro de ese costo de veinticinco quetzales va el escandaloso y ridículo valor del pago del Pacto Colectivo con los maestros que deben ser el principal componente del gasto por niño y que, lamentablemente, en muchos casos son más activistas políticos que verdaderos ejemplos de la vocación educativa.

A pesar de que a nivel mundial las diferencias en la inversión sean mayores para la persona detenida o en cumplimiento de condena versus el estudiante, es evidente que estamos hablando de sistemas que no funcionan porque ni los 25 nos garantizan una educación base y adecuada para salir a enfrentar el mundo, ni los 55 evitan que los privados de libertad continúen con sus labores criminales en un sistema que les facilita la planificación y ejecución de extorsiones, secuestros y hasta ejecuciones.

Y la irracional situación se puede verificar en algo tan claro como la alimentación en ambos casos, porque mientras a los niños se les cumple con darles cualquier cosa, a los reos se les ha atendido de manera que, por lo menos por el costo para el Estado de los contratos, bien ameritarían ser investigados.

La falta de políticas de largo plazo en el país nos hace que no tengamos esa ambición que nos obligue a atender a nuestros ciudadanos para que cuenten con las mejores condiciones para enfrentar los grandes retos que tenemos como nación.

No solo se trata de gastar más o menos, sino de invertir bien. Tanto el Sistema Penitenciario como el Ministerio de Educación, se están quedando cortos con alcanzar las metas y, peor aún, se siente mal ver que la diferencia de gasto es tan amplia.

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