Acostumbrado a un sufrimiento a ráfagas y a no ser brillante durante muchos minutos seguidos, Carlos Alcaraz, pese a todo, está en semifinales de Wimbledon tras neutralizar al atrevido Tommy Paul (5-7, 6-4, 6-2 y 6-2) y se enfrentará al ruso Daniil Medvedev.
El español está envuelto en un bucle de luchar a contracorriente y de no encontrarse cómodo en muchas fases del partido, pero continúa sacando los duelos adelante y ya se mueve a dos victorias de revalidar su título en Wimbledon.
Su rival este martes, Paul, demostró que Alcaraz puede perder, pero que para lograrlo hay que jugar al 100 % durante al menos tres sets, no solo durante uno, como hizo el estadounidense, capaz de derrotar a cualquiera con un juego plano y agresivo, pero sin la regularidad necesaria para hacerlo en un partido de Grand Slam a cinco sets. Al menos no ante el mejor.
Su primer set fue una maravilla, una combinación de golpes ganadores, restos con violencia y ‘passings’ ganadores ante un Alcaraz que tuvo que hacer frente a seis pelotas de rotura, que perdió dos veces el servicio y al que no le valió ni sacar adelante un juego de veinte minutos en el ecuador del parcial.
Paul, con un ‘passing’ de revés en una precipitada subida del español, sumó el 7-5 a su marcador y le puso, como ya hicieron Frances Tiafoe y Ugo Humbert, contra las cuerdas.
Alcaraz se empeñó en empeorar la situación, perdiendo su primer saque del segundo set y dejando a Paul con este escenario: 7-5 y 2-0. Matemáticamente hablando, se podría decir que tenía el trabajo hecho; tenísticamente, el estadounidense estaba aún a años luz de la que hubiera sido una de las mejores victorias, si no la mejor, de su carrera deportiva.
Y Paul, que es muy bueno, pero no es determinante, se vino abajo. Alcaraz, que cuando peor lo pasa más tranquilo está, ganó nueve de los siguientes doce juegos. En un plumazo reventó el encuentro.
En la primera hora de partido, había perdido un larguísimo set por 7-5, en la segunda, había ganado el segundo 6-4 y había conseguido un ‘break’ en el tercero. El machetazo al partido pudo ser descomunal de haber aprovechado las dos pelotas de rotura que tuvo en el tercero para 4-1.
En lugar de sentenciar, el de El Palmar volvió a coquetear con el lío y necesitó un juego de diez minutos, salvando dos pelotas de rotura, para encauzar el parcial. Paul quedó exhausto, no física, sino mentalmente, y entregó su siguiente saque para permitir que Alcaraz se viera con una cómoda ventaja en el marcador.
Paul hacía malabarismos con la raqueta para abstraerse de lo que ocurría en pista, Alcaraz rugía con un «¡Vamos!» y el partido transcurría en una especie de parsimonia que pedía a gritos que el español ejecutara. El partido lo tuvo ganado desde ese 7-5 y 2-0 en el que el estadounidense fue incapaz de dar el paso adelante que la situación requería. Toda una constante en su carrera.
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Su mirada, perdida, mientras pedía el ojo de halcón tras ceder el servicio en el cuarto set, resumía la oportunidad que se le escapaba y que le hará preguntarse tras el encuentro: «Si Carlos no jugó tan bien, ¿cómo me ganó tan fácil?».
Al Alcaraz más brillante se le vio con el marcador abultado y cuando la presión de Paul había desaparecido. Sus últimos juegos fueron un huracán que tratará de repetir en los dos duelos más importantes, en semifinales y, si las supera, la final.
Su próximo rival será el ruso Daniil Medvedev, que desactivó a un renqueante Jannik Sinner en cinco sets. Será una repetición de lo que ocurrió el año pasado, cuando también se vieron en semifinales, con victoria clara para el español.
Desde aquello, Medvedev ganó en las semifinales del Abierto de Estados Unidos y Alcaraz en la fase de grupos de las Finales ATP y en la final de Indian Wells. El partido se jugará el viernes en la pista central.