Fernando Cajas

Fernando Cajas, profesor de ingeniería del Centro Universitario de Occidente, tiene una ingeniería de la USAC, una maestría en Matemática e la Universidad de Panamá y un Doctorado en Didáctica de la Ciencia de LA Universidad Estatal de Michigan.

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Alrededor del mundo nos pasamos el siglo XX hablando y disque construyendo democracias. En los Estados Unidos se consolida un sistema democrático basado en su participación en dos guerras mundiales para ubicarlo al frente de las potencias en el mundo. En Guatemala el discurso democrático de la Revolución de 1944 se refiere al reconocimiento de que los gobiernos de la oligarquía solamente habían sembrado pobreza para muchos y riqueza para pocos, esto es, estos gobiernos que se habían construido alrededor de dictaduras habían hecho de todo menos generar condiciones de vida mínimamente decentes.  Ni la independencia de 1821, ni el movimiento armado del Oriente guatemalteco en el Siglo XIX del grupo de la Montaña, ni el Estado de los Altos, ni la Revolución Liberal de 1871, nada de estos mejoró la vida de la mayoría de los guatemaltecos y dejó la enorme pobreza en manos de muchos, muchísimos y la riqueza en manos de pocos, poquísimos.

El fracaso de la Revolución de 1944 fue debido a una reacción interna de los grupos tradicionales de la oligarquía guatemalteca, los dueños de la finca, con apoyo de los Estados Unidos, estos últimos que en esa época vivían el pánico anticomunista. De hecho, la pérdida de nuestra nueva democracia, la primavera nuestra de 1944 a 1954, fue debido a la imposición de otra concepción de democracia, esto es el anticomunismo. Vino entonces la guerra civil y sus 200,000 muertos, lo que fue superado por una supuesta transición a la democracia guatemalteca. Los militares regresaron a sus cuarteles y la democracia electoral inicia en Guatemala. Pero los dueños de la finca seguían dando las ordenes ahora ya mejor organizados en cámaras empresariales, particularmente una, el CACIF. Nace una clase política, los politiqueros que empiezan a reproducirse de elección en elección y descubren las riquezas que les puede dar el Estado: Dinero, poder, lujos, control.

Mientras los militares regresaban a sus cuarteles ya habían dejado estructurada la corrupción en diferentes instituciones, tal el caso paradigmático de las aduanas. Cuando vino el descubrimiento de La Línea de Roxana Baldetti y Otto Pérez, se sabia que anteriormente la Cofradía, una organización corrupta militar, ya tenía cooptada a las aduanas. Ya la corrupción era la esencia de los gobiernos militares. Para entonces emerge otra concepción de democracia, democracia como la transición de gobiernos militares a gobiernos civiles, esto fue una democracia electoral. Esta democracia representada por Vinicio Cerezo en 1986 inició otro proceso de democratización de la corrupción y permitió la emergencia de una clase politiquera, no de políticos, que de a poco aprendieron a vivir del Estado, a explotarlo. Este proceso fue apañado por el poder económico, quienes también construyeron monopolios que consolidaron sus empresas y perpetuaron la pobreza.

Vinieron los Acuerdos de Paz, que fue una jura a la bandera y nadie les hizo caso y empezamos el Siglo XX en manos de un populista de izquierda derecha que se alío a Efraín Ríos Montt, Portillo, quien aun tiene su cuota de poder en este teatro político. Pero el problema fue que la pobreza no disminuía y la democracia parlamentaria no emergía. La democracia se quedó como un término vacío de gobiernos populistas, ladrones, corruptos, defensores de la clase pudiente representada por el CACIF con el agregado de que los narcos también hacían inversiones en campañas políticas para cobrarlas por territorios libres. Nace el Narco Poder, que, asociado a los politiqueros, con la consolidación del Pacto de Corruptos capturan el sistema de justicia: La Cooptación Total. Esa es la democracia en que vivimos, una democracia de fachada dirigida por un verdadero demócrata en un país antidemocrático.

Por cientos de años los pueblos en este territorio de lo que ahora es Guatemala han luchado por vivir en mejores condiciones de vida. Por décadas, desde octubre de 1944, fecha de nuestra única y verdadera revolución, hemos peleado de una y mil formas, miles, miles de guatemaltecos y guatemaltecas han dado su vida, han sido asesinadas por luchar por un mejor país, uno más justo, con más oportunidades, pero la forma en que los privilegios se han estructurado, se han heredado y ahora son protegidos no permite transformar al país. El ultimo año, 2023, la participación ciudadana fue ejemplar. Como pueblo participamos y nos hicimos escuchar aquí y en el mundo de que queríamos cambiar el triste estado de cosas que hemos vivido. Por eso defendimos las elecciones en donde escogimos a Bernardo Arévalo. Lo escogimos para romper con la cadena de impunidad de décadas de corrupción. Ese es su mandato. Por eso ahora debemos fundar la democracia que necesitamos no la que tenemos, una democracia de fachada, de formas, cooptada por una fiscal general perversa que se cree y actúa como una dictadora que ha cooptado la justicia. Esa no es la democracia que queremos.

La democracia que queremos no es la de la formas, no es la democracia que respeta a una Corte de Constitucionalidad que defiende a los corruptos. No es la democracia que mantiene en el cargo a una fiscal general que atrapó entre sus garras a todo el sistema de justicia y que defiende no solamente al últimos presidente corrupto, Alejandro Giammattei y a su novio, Miguel Martínez, y al presidente anterior, y a los amigos de todos estos, y a los socios corruptos que saquearon al Estado, no, esa no es la democracia que queremos.

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